Que el Señor nos dé la gracia de la “verdad interior”. Lo pidió el Papa en su homilía de la Misa matutina celebrada en la capilla de la Casa de Santa Marta, el tercer viernes de octubre. Deteniéndose en la Carta de San Pablo a los Romanos, en la que el Apóstol exhorta a adherir a Dios con un acto de fe, explicando en qué consiste el “verdadero perdón de Dios”, Papa Francisco reafirmó que es “gratuito”, que viene “de su gracia”, “de su voluntad”.

“Nuestras obras son la respuesta al amor gratuito de Dios, que nos ha justificado y que nos perdona siempre. Y nuestra santidad es, precisamente, recibir siempre este perdón, por eso termina citando el Salmo que hemos rezado: “Bienaventurados aquellos cuyas iniquidades han sido perdonadas y los pecados han sido recubiertos. Bienaventurado el hombre de quien el Señor no tiene en cuenta su pecado”. Es el Señor, Él es el que nos ha perdonado el pecado original y el que nos perdona cada vez que vamos a Él. Nosotros no podemos perdonar nuestros pecados con nuestras obras, sólo Él perdona. Nosotros podemos responder con nuestras obras a este perdón”.

En el Evangelio de San Lucas propuesto por la liturgia del día – prosiguió diciendo el Papa – Jesús nos hace comprender “otro modo de logar la justificación”, proponiéndonos la imagen de “aquellos que se creen justos según las apariencias”. Es decir, aquellos que -dijo el Pontífice-, saben poner “rostro de imagencita”, como “si fueran santos”. Son los hipócritas, explicó, “dentro de ellos está todo sucio”, hay “basura”, pero externamente quieren “aparecer” justos y buenos, haciéndose ver cuando ayunan, rezan o dan la limosna. Pero dentro de su corazón no hay nada, “no hay sustancia”, la suya “es una vida hipócrita”, su verdad “es nula”.

“Estos se maquillan el alma, viven del maquillaje, la santidad es un maquillaje para ellos. Jesús siempre nos pide que seamos verdaderos, pero verdaderos dentro del corazón y que si algo aparece que aparezca esta verdad, lo que hay dentro del corazón. De ahí aquel consejo: cuando rezas, hazlo a escondidas; cuando ayunas, allí sí, un poco maquillado, para que nadie vea en el rostro la debilidad del ayuno; y cuando das la limosna, que tu mano izquierda no sepa lo que hace la derecha, hazlo en lo secreto”.

El Papa añadió que la de aquellos es “la justificación de la apariencia”. Son “bolas de jabón” que hoy están y mañana no están.

Jesús nos pide coherencia de vida, coherencia entre lo que hacemos y lo que vivimos dentro. La falsedad hace mucho mal, la hipocresía hace tanto mal, es un modo de vivir. En el Salmo hemos pedido la gracia de decir la verdad ante el Señor. Es hermoso lo que hemos pedido: ‘Señor, te he dado a conocer mi pecado, no lo he escondido, no he cubierto mi culpa, no he maquillado mi alma’. He dicho: ‘Confesaré al Señor mis iniquidades’, y tú has quitado mi culpa y mi pecado’. La verdad siempre ante Dios, siempre. Y esta verdad ante Dios es la que deja espacio para que el Señor nos perdone”.

La hipocresía se vuelve así un “hábito”, dijo el Papa Francisco al concluir su reflexión. Y añadió que no hay que acusar a los demás, sino aprender “a acusarnos a nosotros mismos”, sin cubrir nuestras culpas ante el Señor.

 
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