En los momentos peores, de tristeza y de dolor, incluso frente a los insultos, hay que elegir el camino de la oración, de la paciencia y de la esperanza en Dios, sin caer en el engaño de la vanidad. Son algunos de las directrices que expresó el Santo Padre en su homilía de la Misa matutina celebrada en la capilla de la Casa de Santa Marta este viernes 9 de junio.

No dejarse engañar por la “belleza disfrazada” de vanidad, sino dejar que entre en nuestro corazón esa “alegría que es de Dios”, agradeciendo al Señor la “salvación que nos concede.

En su reflexión, el Papa Francisco se detuvo a considerar la Primera Lectura propuesta por la liturgia del día, tomada del Libro de Tobías... El Pontífice aludió a la historia, totalmente “normal” – dijo – de un suegro y una nuera. Y recordó que Tobit – el padre de Tobías, se vuelve ciego – mientras Sara, la esposa de Tobías, había sido acusada en el pasado de ser responsable de la muerte de algunos hombres. Un pasaje – explicó el Papa – del que se comprende cómo el Señor lleva adelante “la historia” y “la vida de las personas, también la nuestra”. Tobit y Sara –prosiguió– vivieron “momentos graves” y “momentos bellos”, como “en toda vida”. Tobit era “perseguido”, “se burlaban de él”, su “mujer lo insultaba”, si bien – añadió –no era una mujer mala, “trabajaba para llevar adelante la casa porque él era ciego”. Y también Sara era insultada, por lo que sufría “tanto”. Para ambos, en aquellos momentos  – “todo era negro”, observó el Vicario de Cristo –  hasta pensar que era “mejor morir”.

“Todos nosotros hemos pasado por momentos graves, fuertes, no tan fuertes como éste, pero nosotros sabemos qué cosa se siente en el momento oscuro, en el momento del dolor, en el momento de las dificultades; nosotros lo sabemos. Pero ella, Sara, piensa: ‘¿Pero si yo me mato haré sufrir a mis padres?’ y se detiene, y reza. Y Tobit dice: ‘Esta es mi vida, vamos adelante’ y reza, y reza. Y ésta es la actitud que nos salva en los momentos graves: la oración. La paciencia: porque los dos son pacientes con su propio dolor. Y la esperanza de que Dios nos escuche y nos haga pasar estos momentos graves. En los momentos de tristeza, poca o tanta, en los momentos oscuros: oración, paciencia y esperanza. No hay que olvidar esto”.

Después están también los mementos bellos en su historia. Aunque el Papa subrayó que no se trata del “final feliz” de una novela:

“Después de la prueba, el Señor está cerca de ellos y los salva. También hay momentos bellos, auténticos, como éste, no como aquellos momentos con belleza disfrazada, donde todo es artificioso, de fuegos artificiales, pero no es la belleza del alma. ¿Y qué hacen ambos en los momentos bellos? Dan gracias a Dios, dilatan el corazón en la oración de agradecimiento”.

Por último, el Pontífice exhortó a preguntarnos si en las diversas vicisitudes de nuestra vida somos capaces de discernir lo que sucede en nuestra alma, comprendiendo que los momentos graves son “la cruz” y que es necesario “rezar, tener paciencia y tener, al menos, un poquito de esperanza”. Sí, porque es necesario evitar caer “en la vanidad”, puesto que “el Señor está siempre junto a nosotros, cuando nos dirigimos “a Él en la oración”, agradeciéndole además la alegría que nos ha dado. Sara con el discernimiento comprendió que no debía suicidarse; Tobit se dio cuenta de que tenía que “esperar, en la oración, en la esperanza, la salvación del Señor”.

La invitación final del Papa Francisco fue releer estos pasajes de la Biblia:

“Mientras nosotros, este fin de semana, leemos este Libro, pidamos la gracia de saber discernir qué cosa sucede en los momentos graves de nuestra vida, cómo ir adelante, y qué sucede en los momentos bellos, sin dejarse engañar por la vanidad”.


 
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