Elegir alejarse del Señor es la condenación eterna. Lo afirmó el Papa Francisco en su homilía de la Misa matutina celebrada en la capilla de la Casa de Santa Marta. El Santo Padre advirtió que no hay que dialogar jamás con el diablo, seductor y estafador, sino que hay que acercarse al último encuentro con el Señor, en el día del Juicio, con corazón humilde.
En estos dos últimos días del año litúrgico, la Iglesia lleva a cumplimiento la reflexión sobre el fin del mundo y el Vicario de Cristo aludió a este tema a partir de la primera Lectura del Apocalipsis de Juan. ¿Cómo será el Juicio Universal y el encuentro final con Jesús?
El diablo, es el seductor que nos arruina la vida
La primera imagen del Apóstol es el juicio del “dragón, la serpiente antigua, que es el diablo”, al que el ángel venido del cielo arroja en el abismo, encadenado, “para que ya no seduzca a las naciones: porque él es el seductor”, subrayó el Santo Padre…
“Él es mentiroso, es más, es el padre de la mentira, él genera mentiras, es un estafador. Te hace creer que si comes esta manzana serás como un Dios. Te la vende así y tú la compras, y al final te estafa, te engaña, te arruina la vida. «Pero, padre, ¿cómo podemos hacer nosotros para no dejarnos engañar por el diablo?». Jesús nos enseña: jamás dialogar con el diablo. ¡Con el diablo no se dialoga! ¿Qué hacía Jesús con el diablo? Lo expulsaba, le preguntaba el nombre pero no dialogaba”.
En efecto, también en el desierto – subrayó el Papa – Jesús “jamás usó una palabra propia porque estaba muy consciente del peligro”. “En las tres respuestas que ha dado al diablo, se ha defendido con la Palabra de Dios”, la “Palabra de la Biblia”. Por tanto, jamás dialogar con este “mentiroso” y “estafador” – reafirmó el Pontífice – “que busca nuestra ruina” y que por esta razón “será arrojado al abismo”.
En la página del Apocalipsis aparecen después las almas de los mártires, los “humildes” – observó el Papa – que han testimoniado a Jesucristo y no han adorado al diablo y a sus secuaces, “el dinero, la mundanidad, la vanidad”, dando la vida por esto.
La condenación es lejanía de Dios, no una sala de tortura
El Señor juzgará a grandes y pequeños por sus obras, se lee también en el Apocalipsis, y los condenados son arrojados en el “lago de fuego”. Francisco se detuvo a considerar esta “segunda muerte” diciendo:
“La condenación eterna no es una sala de tortura, ésta es una descripción de esta segunda muerte: es una muerte. Y aquellos que no serán recibidos en el Reino de Dios es porque no se han acercado al Señor. Son aquellos que siempre han ido por su camino, alejándose del Señor y pasan ante el Señor y se alejan solos. Es la condenación eterna, es este alejarse continuamente de Dios. Es el dolor cada vez más grande, un corazón insatisfecho, un corazón que ha sido hecho para encontrar a Dios, pero por la soberbia, por estar seguro de sí mismo se aleja de Dios”.
Lejanía para siempre del “Dios que da la felicidad”, del “Dios que nos quiere mucho”, éste es el “fuego” – reafirmó el Sucesor de Pedro – éste es “el camino de la condenación eterna”. Pero la última imagen del Apocalipsis abre a la esperanza, al igual que Francisco.
Abrir el corazón a Jesús con humildad da la salvación
Si “abrimos nuestros corazones”, como nos pide Jesús, y no vamos por nuestro camino, tendremos “la alegría y la salvación”. “Cielo y tierra nuevos” de los que se narra en la primera Lectura. Por tanto, dejarse “acariciar” y “perdonar” por Jesús, sin el orgullo, sino con la esperanza, fue su invitación final: “La esperanza que abre los corazones al encuentro con Jesús. Esto nos espera: el encuentro con Jesús. ¡Es bello, es muy bello! Y Él sólo nos pide que seamos humildes y que digamos «Señor». Bastará aquella palabra y Él hará el resto”.