El pasado domingo, después de presidir la Santa Misa de Pascua, en una plaza de San Pedro repleta de peregrinos y fieles provenientes de diversas partes del mundo, Papa Francisco, subió al balcón central de la Basílica para dar su mensaje pascual e impartir su Bendición Urbi et Orbi, en el año Jubilar de la Misericordia...



Unas horas después, ya en el Lunes de Pascua, conocido como “Lunes del Ángel”, desde el mismo balcón, ante el mundo, Papa Francisco recordó con dolor el atentado en Pakistán, que se cobró la vida de tantas personas inocentes, especialmente mujeres y niños, mientras las familias cristianas transcurrían felices en un parque público la fiesta de Pascua que de este modo se ha visto ensangrentada por este crimen vil e insensato….

 
Texto completo de las palabras del Papa



Queridos hermanos y hermanas:

Ayer, en el centro de Pakistán, la Santa Pascua ha sido ensangrentada por un execrable atentado, que ha provocado una matanza de tantas personas inocentes, en su mayoría familias de la minoría  cristiana -especialmente mujeres y niños- reunidas en un parque público para trascurrir con alegría la festividad pascual.

Deseo manifestar mi cercanía a cuantos han sido golpeados por este crimen vil e insensato, e invito a rezar al Señor por las numerosas víctimas y por sus seres queridos.

Hago un llamamiento a las Autoridades civiles y a todos los componentes sociales de aquella nación, a fin de que realicen todos los esfuerzos para volver a dar seguridad y serenidad a la población y, de modo especial, a las minorías religiosas más vulnerables.

Repito una vez más que la violencia y el odio homicida sólo conducen al dolor y a la destrucción; el respeto y la fraternidad son el único camino para llegar a la paz.

Que la Pascua del Señor suscite en nosotros, de manera aún más fuerte, la oración a Dios a fin de que se detengan las manos de los violentos, que siembran terror y muerte, y para que en el mundo puedan reinar el amor, la justicia y la reconciliación. Oremos todos por los fallecidos en este atentado, por sus familiares, por las minorías cristianas y étnicas de aquella nación: Avemaría…

En esta prolongación del tiempo pascual, saludo cordialmente a todos ustedes, peregrinos venidos de Italia y de diversas partes del mundo para participar en este momento de oración. Y acuérdense, acuérdense siempre de esa bella expresión de la  liturgia: “¡Cristo, mi esperanza, ha resucitado”! ¿La decimos tres veces todos juntos? ¡Cristo, mi esperanza, ha resucitado! ¡Cristo, mi esperanza, ha resucitado! ¡Cristo, mi esperanza, ha resucitado!

Deseo a cada uno que transcurran con alegría y serenidad esta Semana en la que se prolonga la alegría de la Resurrección de Cristo. Nos hará bien, para vivir más intensamente este período, leer cada día un pasaje del Evangelio en el que se habla del evento de la Resurrección. Cinco minutos, no más, se puede leer un paso del Evangelio. ¡Acuérdense de esto!

¡Feliz y Santa Pascua a todos! Por favor, por favor, no se olviden de rezar por mí. ¡Buen almuerzo y hasta la vista!


 
 
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