Dios no se impone nunca con la fuerza de los poderosos, sino que con la humildad, ternura y pobreza de un recién nacido quiere mover nuestro corazón, dice Papa Francisco.
 
El Pontífice recordó que Jesús no se apareció simplemente en la tierra, no nos ha dedicado solo un poco de su tiempo, sino que ha venido a compartir nuestra vida y aún hoy quiere vivir con nosotros:

«El Pesebre nos recuerda esto: Dios, por su gran misericordia, ha bajado hacia nosotros para quedarse establemente con nosotros. El Pesebre nos dice además que Él no se impone nunca con la fuerza. ¡Recuerden bien esto, en especial ustedes, niños y chicos: el Señor nunca se impone con la fuerza! Para salvarnos, no ha cambiado la historia cumpliendo un milagro grandioso. Ha venido, más bien, con toda sencillez, humildad, mansedumbre. Dios no ama las revoluciones imponentes de los poderosos de la historia y no utiliza la varilla mágica para cambiar las situaciones. Sino que se hace pequeño, se hace niño, para atraernos con amor, para tocar nuestros corazones con su bondad humilde; para sacudir, con su pobreza, a cuantos se afanan acumulando los falsos tesoros de este mundo».

Papa Francisco agradeció cordialmente a quienes donaron los símbolos navideños, que adornan la Plaza de San Pedro, haciendo hincapié en que no los presentan solo al Papa y a los peregrinos que los podrán admirar, sino «¡sobre todo, al Señor Jesús: porque es Él el Festejado

¡Adoremos a Cristo nuestro Rey!
 

El Papa evocó el anhelo del santo de Asís que quiso representar el Nacimiento de Dios, con su sencillez, su pobreza y su humildad:

«Éstas eran las intenciones de San Francisco, cuando inventó el Pesebre. Él – nos dicen las fuentes Franciscanas – deseaba “hacer memoria de ese Niño que ha nacido en Belén”, para poder “de alguna manera entrever con los ojos del cuerpo las dificultades en que se encontró por la falta de las cosas necesarias para un recién nacido”. En aquella escena, en efecto, “se honra la sencillez, se exalta la pobreza, se alaba la humildad” (468 – 469)».

El Santo Padre invitó a contemplar la ternura de Dios recién nacido y la misericordia divina que se inclina ante los necesitados:

«Los invito entonces a detenerse ante el Pesebre, porque allí la ternura de Dios nos habla. Allí se contempla la misericordia divina, que se hizo carne humana y puede enternecer nuestras miradas. Y, sobre todo, desea mover nuestros corazones. Y es bello que en este Pesebre haya una figura, que representa el misterio de la Navidad. Es el personaje que cumple una obra de bien inclinándose para prestar ayuda a un anciano. No solo mira a Dios, sino que lo imita, porque como Dios, se inclina con misericordia hacia el necesitado».



 
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