La vida humana debe ser siempre defendida, “desde la concepción hasta su fin natural”… Es el corazón de una sólida catequesis entregada por Papa Francisco en la audiencia que concedió este 6 de noviembre a las personas que participaron en el 35° Congreso Nacional de los Centros de Ayuda a la Vida.
“¡Les agradezco por el bien que han hecho y los aliento a proseguir con confianza en este camino y a continuar siendo buenos samaritanos!”, arengó el Pontífice, invitando también a defender a la familia, para afirmar la dignidad de la mujer y ponerse siempre de la parte de los más indefensos, remarcó el Vicario de Cristo.
Y puesto que desde la concepción ocurren diversos escenarios que afectan los derechos humanos del no nacido y luego en todas sus etapas de la vida, el Santo Padre mostró también su preocupación porque hoy tenemos “demasiadas familias vulnerables por la falta de trabajo”, apuntó. “Es necesario -destacó el Papa-, nutrir sensibilidad personal hacia aquellas situaciones de pobreza y de explotación que afectan a las personas más débiles y desfavorecidas”.
Texto Completo del discurso a los participantes del Congreso de los Centros de Ayuda a la Vida
Queridos hermanos y hermanas del Movimiento por la Vida
Han venido a Roma de toda Italia para participar en la conferencia nacional y renovar una vez más el compromiso de defender y promover la vida humana. Los saludo a todos cordialmente, empezando por su Presidente, a quien agradezco las palabras con las que ha introducido este encuentro. Los animo a continuar con su importante labor a favor de la vida desde la concepción hasta su fin natural, teniendo en cuenta también las difíciles condiciones que tantos hermanos y hermanas deben afrontar y a veces sufrir.
En las dinámicas existenciales todo está relacionado y se debe alimentar la sensibilidad personal y social tanto para acoger una nueva vida y también hacia las situaciones de pobreza y explotación que afectan a los más vulnerables y desfavorecidos. Si por una parte «no parece factible un camino educativo para acoger a los seres débiles que nos rodean si no se protege a un embrión humano» (Lett. enc. Laudato si’,120), por otra parte «la propia vida es un don que debe ser protegido de diversas formas de degradación» (ibid., 5). Efectivamente constatamos con dolor que son tantas las personas probadas por condiciones de vida difíciles que requieren nuestra atención y nuestro compromiso solidario.
El suyo no es sólo un servicio social, es justo y noble. Para los discípulos de Cristo, ayudar a la vida humana herida significa ir al encuentro de las personas que lo necesitan, para estar a su lado, hacerse cargo de su fragilidad y su dolor para que puedan recuperarse. ¡Cuántas familias son vulnerables debido a la pobreza, la enfermedad, la falta de trabajo y de una casa! ¡Cuántos ancianos! –padecen la carga de sufrimiento y soledad! ¡Cuántos jóvenes se pierden, amenazados por las adicciones y otras esclavitudes, y en espera de recuperar la confianza en la vida! Estas personas, heridas en cuerpo y espíritu, son iconos del hombre del Evangelio que, por el camino de Jerusalén a Jericó cayó en manos de ladrones que le robaron y golpearon. Él experimentó primero la indiferencia de algunos y luego la proximidad del buen samaritano (cf. Lc 10,30-37).
En ese camino, por el desierto de la vida, en nuestro tiempo todavía hay muchos heridos, a causa de los ladrones de hoy en día, que lo despojaron no sólo los bienes, sino también su dignidad. Y de cara al dolor y las necesidades de estos hermanos indefensos, algunos miran al otro lado o pasan de largo mientras otros se detienen y responden con generosa dedicación a su grito de ayuda. Ustedes, miembros del Movimiento por la Vida, en cuarenta años han tratado de imitar el Buen Samaritano. Frente a las diversas formas de amenazas a la vida humana, se han acercado a la fragilidad del prójimo, han trabajado para que no se sientan excluidos y rechazados por la sociedad aquellos que viven en condiciones precarias. Por la acción principal de los "Centros de Ayuda a la Vida", extendida por toda Italia, ha sido motivo de esperanza y renacimiento para muchas personas.
Le doy las gracias por el bien que han hecho y que hacen con tanto amor, y los animo a continuar con confianza en este camino, sin dejar de ser buenos samaritanos! No se cansen de trabajar por la protección de las personas más indefensas, que tienen el derecho a nacer a la vida, así como cuántos están pidiendo una existencia más sana y digna. En particular, existe la necesidad de trabajar en diferentes niveles y con perseverancia, en la promoción y defensa de la familia, el primer recurso de la sociedad, sobre todo en referencia al don de los hijos y la afirmación de la dignidad de la mujer. En este sentido, me gustaría resaltar que en su actividad, siempre han dado la bienvenida a todos, independientemente de la religión y la nacionalidad. El número de mujeres, especialmente los inmigrantes, que vienen a sus centros demuestra que cuando se les ofrece un apoyo concreto, la mujer, a pesar de los problemas y limitaciones, es capaz de triunfar en su interior una sensación de amor, la vida y la maternidad.
Queridos hermanos y hermanas, estoy seguro de que su actividad, pero antes su espiritualidad, recibirán un beneficio especial del inminente Año Santo de la Misericordia. Sea para ustedes fuerte estímulo para la renovación interior, para ser "misericordiosos como nuestro Padre es misericordioso" (Lc 6:36). Encomiendo a cada uno de ustedes y todos sus buenos proyectos a María, Madre de los vivientes. Los acompaño con mi bendición, y les pido que por favor oren por mí.