En el miércoles de la tercera semana de Pascua, en el marco de la serie de catequesis sobre la familia, el Santo Padre centró su reflexión en el hombre y la mujer, esta vez a partir del segundo capítulo del Génesis:

“Queridos hermanos y hermanas:
En la catequesis de hoy hemos reflexionado sobre el segundo capítulo del Génesis, donde leemos que Dios creó al hombre como culmen de toda la creación. En este relato, el hombre aparece por un momento sin la mujer, libre y señor, pero solo. Dios mismo reconoce que esta realidad no es buena, que es una falta de plenitud y de comunión, y por tanto decide crear a la mujer. El hombre la reconoce inmediatamente como alguien que le es recíproco y que lo complementa, no como un reflejo o una réplica de sí mismo”.

La imagen de la costilla, explicó el Pontífice, no expresa “inferioridad o subordinación”, sino por el contrario, indica que hombre y mujer “son de la misma sustancia y son complementarios”. Más aún, el hecho que “Dios plasme la mujer mientras el hombre duerme (cfr. Gn, 2, 21) subraya precisamente que ella no es en modo alguno una criatura del hombre, sino de Dios”.

“Dios deposita en el hombre y en la mujer una confianza plena, pero el maligno pone en su corazón la sombra de la sospecha y la desconfianza, llevándoles a la desobediencia a Dios y a destruir la armonía entre ellos. Su relación empieza a verse asediada por mil formas de seducción engañosa, de humillación e incluso de violencia”.

Los excesos negativos de las culturas patriarcales, las múltiples formas de machismo, la instrumentalización y mercantilización del cuerpo femenino en la actual cultura mediática, señala el Pontífice, son consecuencias de la desconfianza y de la división generadas por el pecado a lo largo de la historia. Sin olvidar la “reciente epidemia de desconfianza, escepticismo e incluso hostilidad” que se difunde “en particular a partir de una comprensible desconfianza de las mujeres con respecto a una alianza entre hombre y mujer que sea capaz, al mismo tiempo, de afinar la intimidad de la comunión y de custodiar la dignidad de la diferencia”.

“Todo esto ha ido aumentando la desconfianza entre ellos y la dificultad de una alianza plena entre el hombre y la mujer, capaz de una relación íntima de comunión y de respeto de las diferencias. Al mismo tiempo, se ha ido desvalorizando socialmente la alianza estable y generadora entre ambos, lo que constituye una gran pérdida para todos. ¡Qué importante es que se revalorice el matrimonio y la familia!"

Por todo ello urge poner a las nuevas generaciones al amparo de la desconfianza y de la indiferencia que impiden esta alianza. “¡Debemos revalorizar el matrimonio y la familia!”

“El ejemplo de Dios misericordioso, que nunca abandona a la pareja pecadora, sino que cuida de ellos con ternura y amor paternal, debe avivar en los creyentes la vocación y el compromiso de proteger y sostener esta alianza de vida y amor que Dios ha querido para el hombre y la mujer”.

“Que imitando a nuestra madre la Virgen María, aprendamos a obedecer a Dios y a fortalecer, entre los hombres y mujeres de hoy, la armonía primera con la que fueron creados y queridos por Dios. Que Dios les bendiga”.
 

 
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