Al italiano Umberto Cupertino lo secuestraron en Bagdad (Iraq) el 12 de abril de 2004. Junto a él estaban sus colegas Maurizio Agliana, Salvatore Stefio y Fabrizio Quattrocchi. Dos días después del secuestro, la brutal ejecución de Fabrizio fue difundida en video por los terroristas. Umberto resistiría vejaciones por 58 días a manos del grupo fundamentalista islámico "Falanges Verdes de Mahoma". Tras ser liberado el 8 de junio de 2004, no tiene duda… es el padre Pío quien rogó a Dios por su vida.
Antes de Irak Umberto vivía en Sammichele de Bari (Puglia, Italia) y si bien era católico, no guardaba devoción alguna por el santo capuchino. Sin embargo entre sus familiares y amigos, era habitual que de vez en cuando se organizara una peregrinación hacia el Santuario de San Michele Arcangelo (Gargano); consagrado -según cita la historia de los testigos- por el propio General de los Ejércitos de Dios que derrotó para siempre a Satanás y todos sus ángeles rebeldes.
Conociendo a Dios de la mano del santo
Estando ante el Convento Santa Maria Delle Grazie -donde vivió el santo capuchino-, luego en la cripta que conservó el cuerpo incorrupto de padre Pío, Umberto experimentó por primera vez en su vida, reconoce, la paz que otorga la presencia del Espíritu Santo. Nadie debía explicarle o argumentar ya, agrega, para saber que desde ese instante la fe daría sentido a todo en su vida.
Umberto, que era instructor de boxeo tailandés, regresó a ese lugar muchas veces en los años siguientes. Hasta que en la primavera de 2004, le ofrecieron trabajar como escolta para personeros políticos de la coalición de países occidentales que colaboraban en la reconstrucción de Irak. El 4 de abril de 2004 se embarcó en Fiumicino (Roma).
Tras ser secuestrado el día 12, sus captores enviaron un ultimátum a Italia: retirar sus tropas de Irak y disculparse por ciertas frases que habrían ofendido al Islam. Si no conoces bien la lengua árabe… “la situación es aún más dramática, la cosa se vuelve realmente pesada porque tienes que entender de las miradas lo que está pasando y siempre piensas en lo peor”, señalaría Umberto a la prensa tras su liberación. “Firme en la fe, no pierdas la esperanza” es la frase fuerza que se repetía a diario, prosigue Umberto; y se emociona recordando aquellos días…
El milagro
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En Italia los familiares y amigos de Umberto se organizaron y peregrinaron a San Giovanni Rotondo el 31 de mayo de aquél año. El capuchino fray Vicedomini estaba por iniciar la eucaristía de las diez de la mañana y les invitó a poner en el altar bajo la mediación de Padre Pío su intención por la liberación de Umberto y sus compañeros. Luego de la misa, bajaron a la cripta y reiteraron sus ruegos.
Ya de regreso en casa, Carmela, la nieta de 10 años de edad -sin poder hasta hoy explicar el por qué- fue hasta un calendario impreso y escribió sobre el día 8 de junio la palabra: libre. Precisamente ese día un selecto grupo de los Navy Seals de Estados Unidos asaltó la guarida de los terroristas y liberó a los tres rehenes.
Hasta hoy, a quien quiera escucharle, Umberto Cupertino dice que lo sucedido es un “milagro” de Dios, por mediación de padre Pío. Desde entonces, cuenta este italiano, padre Pío está presente en sus oraciones de cada día y regularmente peregrina con su familia a San Giovanni Rotondo para agradecer el beneficio de la liberación.