La guerra de Rusia contra Ucrania y la posterior agresión despiadada y calculadora contra un Estado independiente han provocado la mayor crisis humanitaria en Europa desde la Segunda Guerra Mundial y han causado terribles daños a millones de personas. ¿Es posible que un solo hombre -incluso depravado hasta la médula- haya desencadenado por sí solo semejantes capas de maldad? O, se preguntan algunos, ¿hay una fuerza aún más poderosa detrás? ¿Quizás acaba de llegar la hora del Anticristo?

 

 

La escalada de crueldad y violencia infligida a miles de civiles, combinada con la cínica narrativa de la propaganda rusa, es tan increíble que muchos aún navegan por esta recién descubierta situación como si se tratara de algún oscuro sueño a punto de terminar. Y sólo la yuxtaposición con las tragedias de mujeres y niños ucranianos, los cientos de miles que cruzan la frontera polaca, confronta brutalmente la realidad y la pregunta de quién está detrás de ella. Sin embargo, esta pregunta no es nueva. Ya en 1982 la planteó claramente, en referencia a la Rusia comunista, el P. Francis Blachnicki, respondiendo en su "Carta de Fátima": "Lo que comenzó en Rusia en 1917 se ha convertido en una potencia mundial -que tiene la forma política de una superpotencia, de la que el Kremlin es el símbolo- que aparece oficialmente con un programa no tanto de ateísmo como de antiteísmo, tiene todas las características de un estado anticristo. Todo lo que caracteriza a esta superpotencia y a este sistema es "anti" - es la antítesis radical de lo que Cristo trajo y de lo que caracteriza a su reino. El materialismo se opone radicalmente a los valores del espíritu, el odio se opone al amor, el poder se opone a la actitud de servicio, la mentira se opone a la verdad, el miedo se opone a la actitud de paz y confianza, la organización totalitaria se opone a las leyes orgánicas de la vida, la manipulación de personas esclavizadas se opone a los valores y a la dignidad de la vida personal, el asesinato de millones de personas se opone al respeto del derecho a la vida. El sistema antiteísta más grande y mejor organizado, ¡coherente en la acción planificada! El Estado del Anticristo, ¡el cuerpo místico de Satanás!". ¿Siguen siendo válidas hoy estas palabras de diagnóstico contundente e impactante? ¿Describen adecuadamente no sólo el totalitarismo soviético, sino también el régimen de Putin?

 

Por supuesto, la "Carta de Fátima" fue escrita en una realidad completamente diferente. Hoy en día, el liderazgo más amplio de Rusia no presenta -al menos formalmente- una agenda atea; más bien, ha creado una simbiosis tóxica de mito nacional y religioso, atando a la Iglesia Ortodoxa Rusa a sí misma en un abrazo tan repugnante que lleva todas las marcas de un insulto a Dios y, en este sentido, antiteísta. La Rusia actual tampoco se atrinchera tras el Telón de Acero. Un grupo de oligarcas pro-Putin figuran entre las personas más ricas del mundo. La "élite" rusa, al menos hasta la imposición de las sanciones de guerra, tenía yates de lujo en los principales puertos del mundo, enviaba a sus hijos a las mejores escuelas del "podrido" Occidente, invertía fortunas en bancos europeos y realizaba amplios negocios con los actores más importantes de los países de la Unión Europea. Sin embargo, lo que vincula el diagnóstico del P. Blachnicki con los tiempos actuales es la misma metafísica de la mentira, quizá aún más desarrollada.

 

"La historia demuestra -escribió el P. Blachnicki- que el mal, cuyas armas son la mentira y el miedo, encarna y se manifiesta en la vida de los individuos, de los grupos y en sistemas enteros de ejercicio del poder y de esclavización de las naciones. No cabe duda de que en el comunismo soviético nos encontramos ante uno de los sistemas más perfectos y consistentes de este tipo, que con razón merece ser llamado "el cuerpo místico de Satanás". El problema es que la mentira de este sistema no terminó con el colapso de la URSS, sino que se ha metamorfoseado con ella, derramándose más allá de la frontera que una vez marcó el Telón de Acero. Esta mentira se ha vestido con el ropaje de relaciones político-económicas individuales interesadas e hipócritas de responsables europeos individuales de acuerdo con la oligarquía postsoviética. Se ha ocultado bajo el manto de pactos económicos realizados en interés de Estados individuales, sin tener en cuenta el bienestar y la seguridad del resto, pero con pleno conocimiento de lo que supone un jugador calculador.

 

No seamos ingenuos. El anticristo no es tal o cual caudillo del Kremlin con inclinaciones imperiales, porque durante décadas, bajo un sistema de mentiras en evolución, el mismo mal ha ido sustituyéndolos constantemente por modelos más nuevos. El anticristo es un estado de conciencia tan depravado que está dispuesto a cometer las mayores vilezas o a hacer la vista gorda ante ellas, con tal de alimentar sus desenfrenadas lujurias. El anticristo es también un estado de ánimo -tanto de quienes, paranoicos de una narrativa grandiosa, han decidido promulgarla violentamente, como de quienes la han escuchado durante años y le han restado importancia voluntariamente, centrados en sus propios beneficios del gas. Nos guste o no, el Anticristo no vendrá de repente. Él ya ha venido y está bien establecido en las conciencias y mentes de las personas que co-crean las diversas facetas de la metafísica de la mentira. El Anticristo es colectivo y hace tiempo que cruzó el territorio de Rusia. Por eso es tan difícil ponerle límites y arrancar de los corazones de una parte nada desdeñable de los responsables de la configuración de la Europa actual algunas manifestaciones elementales -no fingidas- de responsabilidad, justicia, fraternidad, honradez. Por lo tanto, la lucha contra el Anticristo no es sólo una lucha contra el hombre que desencadenó el mal. Después de todo, las cabezas de la hidra tienen en común que cuando se cortan - vuelven a crecer. Es una guerra contra un sistema cuyos límites atraviesan los corazones humanos - incluyendo los corazones de aquellos que, por el momento, condenan formalmente el mal. ¿No es por esta razón que Nuestra Señora llamó en Fátima a la oración, a la penitencia, al sacrificio y a la conversión? Tal vez por eso Dios, en respuesta al mal, está liberando hoy poderosas reservas de bondad, misericordia y amor en los corazones de un gran número de personas. Con Su gracia, la victoria no sólo es posible, sino segura, aunque es muy probable que llegue de formas que no habríamos esperado en absoluto.

 

 

Compartir en:

Portaluz te recomenienda

Recibe

Cada día en tu correo

Quiero mi Newsletter

Lo más leído hoy