El mito de las culturas buenas defiende que los miembros de una cultura son buenos, porque todo lo que existe en esa cultura sería positivo, justo, válido.
Ese mito lleva, por ejemplo, a suponer que ciertos pueblos o naciones encarnan el bien, al mismo tiempo que otros pueblos y naciones representan el mal.
Los daños de ese mito son enormes, sobre todo cuando gobernantes sin escrúpulos han querido eliminar a millones de seres humanos considerados como inferiores mientras exaltaban las bondades de la propia raza o clase social.
Ese mito persiste en ciertas descripciones de pueblos pequeños, tal vez aislados geográficamente de otras formas culturales, como si el pertenecer a esos pueblos fuese garantía de bondad y de justicia.
La realidad desmiente fácilmente este tipo de mitos, aunque por desgracia muchos prefieren seguir en el engaño y no abrirse a los hechos.
Hay que reconocer que existen pueblos con un alto nivel de alfabetización y de progreso tecnológico que han visto surgir en su seno a individuos y grupos que provocaron crímenes y daños inimaginables sobre miles de inocentes.
Al mismo tiempo, existen otros pueblos que carecen de libros, de armas modernas y de aparatos electrónicos, que aceptan como algo normal crímenes contra inocentes bajo la excusa de que tales crímenes son vistos como aceptables en la cultura a la que pertenecen.
El mito de las culturas buenas en sus diferentes formas (la que exalta a Occidente en cuanto Occidente, o la que idealiza al "buen salvaje" en cuanto "natural") necesita ser superado con algo tan sencillo como el amor a la verdad.
Porque ese amor empuja a investigar antes de emitir juicios de alabanza o de reproche, mientras observa los hechos y las maneras de juzgarlos en cada pueblo y cultura. Solo después podrá reconocerse que existen culturas mejores y peores, y que en todas las culturas pueden coexistir personas buenas o personas malas.
Cuando quede a un lado el mito de las culturas buenas habrá mejores perspectivas para conocer a las personas y a los pueblos. Al mismo tiempo, se fomentará un esfuerzo sincero para encontrar caminos válidos con los que distinguir entre lo que daña a los seres humanos, y lo que promueve su auténtico progreso temporal y su apertura al encuentro, tras la muerte, con el Dios de la justicia y de la misericordia.