Se habla mucho de la importancia de escuchar a otros, sobre todo en un mundo donde hay tensiones, prejuicios, luchas entre personas que defienden ideas diferentes.

Pero la escucha solo tiene un sentido auténtico si se construye desde un presupuesto irrenunciable: la búsqueda de la verdad.

Porque no tiene sentido escuchar al otro si no es para confrontarse con él y, así, identificar en qué tengo razón y en qué estoy equivocado.

Esto vale para todos los que participan en cualquier diálogo en el que se hagan evidentes claras diferencias entre lo que afirma uno y lo que afirma el otro.

Buscar la verdad en la escucha, desde luego, también exige otras disposiciones, por ejemplo un sano respeto al otro, aunque uno considere que está equivocado.

Lo importante, pues, en todo diálogo basado en una auténtica escucha consiste en ese paciente esfuerzo por expresar uno mismo sus propias convicciones, y por entender del modo más correcto posible las del interlocutor.

Luego, esta mutua comprensión hará evidentes, cuando existan, los diferentes puntos de vista, las ideas que se comparten y aquellas que son claramente distintas.

Solo entonces se estará en condiciones para seguir el diálogo. Un diálogo que no se limita a una escucha pasiva, sino que se orienta a nuevos pasos que permitan esa meta que todos deseamos desde lo más íntimo de nuestros corazones: acercarnos un poco a la verdad.

Si logramos dar pasos hacia ella, aunque sean pasos pequeños, descubriremos con sorpresa que también habremos dado pasos importantes para acercarnos entre nosotros y compartir, así, conocimientos que nos unen y nos permiten vivir en armonía.

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