Con gran consternación y dolor hemos visto cómo la justicia británica -denegando el más fundamental de los derechos humanos-, ha sido cómplice activo contra la vida de Alfie Evans.
 
Es del todo reprobable que un tribunal de justicia, anquilosado en la cultura del descarte y de la muerte, se lave las manos ante una vida humana indefensa. Y más grave es su complicidad y coautoría en la muerte de Alfie; pues el niño después de haber sido desconectado – por orden del mismo tribunal de justicia británico – siguió respirando por sus propios medios.
 
En tal última condición Alfie Evans merecía toda la asistencia de los cuidados paliativos, pues es un crimen abominable que a una persona no se le hidrata y auxilie con un mínimo de oxígeno reparador, y otros recursos oportunos.
 
Como humanidad nos enfrentamos a la debacle de la dignidad humana a causa de resoluciones jurídicas irracionales y contra derecho, ya que el derecho a la vida es originario y anterior al Estado. Quien lo niegue se hace cómplice de homicidio, condenando a la pena de muerte a un inocente.
 
Salgamos con nuestra voz en favor de los que no tienen voz y digamos al mundo: ¡Basta de asesinatos y violación flagrante de los derechos humanos del no nacido y de los recién nacidos!

 
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