Día de Navidad. Un día de fiesta. Un día de cumpleaños. Porque nace un Niño, y porque ese Niño es Dios.
Por eso, ¡feliz cumpleaños, Jesús! Porque ahora te vemos como Hijo del Padre e Hijo de María. Porque empiezas a conocer lo que es el frío y el calor. Porque verás ojos que miran con respeto o con rencor. Porque sufrirás con los inocentes y abrazarás a los pecadores arrepentidos.
Sí, ¡feliz cumpleaños! Desde que viniste al mundo, todo es diferente. Hay esperanza y hay luz. Hay cantos de ángeles y hay milagros. Hay pan para el hambre de las multitudes y Pan celestial para los que buscan esperanza y misericordia.
Es Navidad. Nos alegramos con el Niño y con su Madre. Nos alegramos con José y con los pastores. Nos alegramos con los Magos que vienen de Oriente para encontrar al Rey de los judíos que se esconde en un sencillo portal.
Ha llegado el tiempo del júbilo verdadero. Desde ahora el tiempo, cada año, es santo. El perdón está a la mano. La salvación respira y camina entre los pueblos y ciudades de Palestina y, luego, del mundo entero. El Hijo del carpintero anuncia la salvación auténtica, vence las sombras de la muerte, y derrota al diablo, padre de la mentira.
En medio de las prisas de un mundo confundido. En medio de las guerras y las venganzas. En medio del desenfreno y de la avaricia. En medio de egoísmos y dependencias destructivas, algo ha cambiado. Un Niño se nos ha dado. El Padre cumple la promesa dada a Adán y Eva. La serpiente es derrotada por la estirpe de la Mujer.
¡Feliz cumpleaños, Jesús! ¡Vence nuestras indiferencias y nuestros miedos! ¡Invítanos a servirte en los más necesitados, pobres, ancianos, enfermos, hijos amenazados por el aborto y jóvenes tentados por la desesperación! ¡Ayúdanos a romper con el pecado y a abrir el corazón al Espíritu que hizo posible tu presencia en el mundo desde el sí de una Virgen nazarena!