Carlos es contador, padre de un hijo de catorce años. Desde hace cuarenta y cinco el 10 de julio a las 22 horas y hasta el diecisiete del mismo mes, tiene una cita con la Santísima Virgen María, en la localidad de La Tirana, Pampa del Tamarugal, en la zona norte de Chile. Este vital encuentro al que acuden miles de fieles ya desde 1879, inició para Carlos en el vientre de su madre, quien formada por su abuelo y el abuelo de éste, acudían sin falta a la cita donde se mezclan las raíces amerindias con la profunda fe católica de una tierra que venera a la Virgen del Carmen, cariñosamente apodada la “Chinita del Tamarugal”.
 
Revestidos de coloridos atuendos y máscaras escenifican en bailes la lucha entre el bien y el mal cuyo culmen es el descenso triunfal de la Madre de Dios sobre toda la feligresía que al son de quenas, zampoñas, silbatos que marcan los pasos y tambores que retumban en los valles desérticos, señalan con su baile la fe orante de todo un pueblo.
 
Carlos es “Caporal” (líder) del grupo de danza “Cuyagua”. “El caporal es como un guía espiritual, deberíamos ser ejemplo de fe para las personas. Por ello a nosotros nos educan tanto en los bailes, que los bailarines de la Virgen, son llamados bailarines del silencio”. 
 
La tradición está inscrita en el ADN espiritual de Carlos al punto que se emociona recordando la única vez que no pudo asistir al encuentro… ”Es que nuestra confianza en la Virgen, en el caso de nuestra familia, fue un traspaso emocional, educado con los años. Recuerdo que una vez sólo pudo ir mi padre al Santuario, porque las condiciones económicas no eran favorables… éramos pequeños. Regresó muy emocionado y dijo «nunca más me separo de ustedes, nunca más dejaremos de ir al Santuario», sentenció”.
 
Los "bailes chinos", como así se les denomina a las agrupaciones artísticas de danzantes, arriban al lugar y construyen improvisados campamentos. Carlos, como los más de veinte mil “chinos” que bailan en un apoteósico carnaval, se prepara todo el año para este acto de fe donde se suceden multitudinarias eucaristías que coronan con la procesión de la Virgen del Carmen al ritmo de vivas y algarabía por las calles de La Tirana.

“La vida de un bailarín –precisa- debe estar consagrada a la Virgen. La imagen de mi baile de hecho está consagrada a ella desde hace cien años…”
 
Cuando la festividad llega a su fin en las inmediaciones de la Iglesia se encienden fogatas, mientras los bailarines siguen su danza. De fondo los fuegos artificiales brillan en medio de la oscuridad del cielo de la Pampa.

“Hay mucha gratitud -confiesa Carlos- por haber nacido en esta tierra. Fuimos elegidos y bendecidos para seguir el camino junto a María. Para nosotros venerarla es una bendición. Yo nací con un sello que dice «tú serás un devoto y servidor de la Virgen del Carmen de La Tirana»...”
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