"Voy a Gaza. Lo repito en voz baja mientras mi mirada vaga hacia el río que fluye y mis dedos tamborilean sobre la pequeña taza de porcelana llena de café caliente. Acaba de terminar la última llamada previa a la salida y ahora tengo claro que iré", escribe Martina Marchiò, enfermera de 32 años, en su libro "Brucia anche l'umanità – Diario di un'infermiera a Gaza" (Infinito Edizioni, 104 páginas). 

 

"Cuando estalló el conflicto en octubre 2023, yo estaba en Brasil, en la selva amazónica, en una misión. Y recuerdo que pensé que estaba en el lugar equivocado. No dormí durante días, lloré y me sentí terriblemente impotente y frágil. Una vez de vuelta en Italia, me dije a mí misma que me quedaría seis meses, luego llegó la misión a Gaza. Algo querido, sentido y creído desde el principio", dice al portal Vita de Italia Martina Marchiò quien trabaja con la organización humanitaria Médicos Sin Fronteras desde 2017, y en la Franja de Gaza fue coordinadora médica de la organización.

 

 

En el libro escribiste: "Si me detengo aunque sea un momento, se me caen las lágrimas: tal vez por eso trato de tener días completos, de escapar de los monstruos que vienen a visitarme todas las noches cuando me acuesto en la cama"

Gaza fue una misión extrema, la más extrema en mis ocho años de trabajo en el mundo de la cooperación. Ya había trabajado en otras zonas de conflicto, pero nunca como esta. Y "nunca así" significa que la Franja de Gaza es un lugar donde ya no hay reglas, ya no hay un solo lugar seguro. Es duro vivir entre las bombas que caen del cielo constantemente, es duro vivir siempre vigilado por drones con su zumbido en la cabeza. Las bombas cayeron a menos de 300 metros del hospital, pero aún se podía sentir el impacto en el aire, las paredes temblaban, el sonido de las bombas llegaba a tus oídos. Fueron momentos de miedo, por tu vida y por la gente que estaba allí contigo.

 

¿Qué sentías en esos momentos?

Impotencia. Es un lugar donde nunca hay paz, la frontera está cerrada. Los heridos ingresan al hospital a cualquier hora del día o de la noche. A veces, el hospital literalmente explotaba con cuerpos, vivos y muertos juntos. En el suelo, uno al lado del otro, con sangre por todas partes, con un olor a sangre que no se va. Y frente a este horror todavía estaba la conciencia de que no hay salida para la gente. Es una cárcel al aire libre.

 

El título del libro es "La humanidad también arde"

Hubo una noche en Rafah cuando un campamento para personas desplazadas que había sido designado como "zona segura" fue fuertemente bombardeado por el ejército israelí. (…) Cuando llegué al lugar de los hechos, entré en una habitación utilizada como morgue, con las personas en las bolsas blancas que aún no habían sido identificadas (…) Entonces ahí pensé: "Claro que todo se quema, también se quema la humanidad". Así que ese pensamiento se convirtió en el título de mi diario. Y yo me quedaba pensando: "Realmente todo arde, realmente no hay reglas, realmente ya nada tiene valor y la humanidad entera está arrasada hasta los cimientos".

 

¿Hubo un momento en el que pensaste "no puedo hacerlo"?

Más de uno, y entonces me sentí culpable. Vi a mis colegas palestinos que durante meses han estado allí haciendo todo lo que pueden. Los vi cansados, sin esperanza, sin poder pensar en el futuro de manera positiva, pero resistieron. Y entonces me dije a mí misma: "si ellos pueden, yo también puedo. Tengo que seguir adelante".

 

 

Fuente: Puedes leer la entrevista completa en Vita pulsando aquí

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