Christopher West, norteamericano de 50 años, casado y padre de 5 hijos, es uno de los mayores divulgadores de la Teología del Cuerpo de Juan Pablo II. El 1 y 2 de julio (lunes y martes) será el orador del encuentro Living the joy of beauty (Vivir la alegría de la belleza) Dios habla a través de tu cuerpo” en la Universidad Francisco de Vitoria. Se trata de unas jornadas pensadas para jóvenes, adultos, padres de familia, educadores, religiosos… y todos aquellos que quieren entender qué tienen que ver Dios, el amor, nuestros cuerpos y el sexo

West dirige en Filadelfia el Theology of the Body Institute , especializado en formar catequistas, agentes de pastoral, sacerdotes… para difundir la Teología del Cuerpo de Juan Pablo II nacida como una serie de catequesis del Pontífice entre 1979 y 1984 acerca del sexo, el cuerpo y el amor.  

En esta entrevista que concedió a Religión en Libertad señala que esta teología “lleva a la gente a la raíz de la crisis en el mundo moderno, y en la Iglesia y en nuestras relaciones. Más importante, nos muestra cómo salir de ella. Nos da esperanza, aire para respirar. La Teología del Cuerpo de Juan Pablo II se nos ha dado para tiempos como los nuestros".
 
 
¿Cuál sería el kerigma o eslógan de la Teología del Cuerpo?
Que tú eres irrepetible, irremplazable e indispensable. Que estás hecho para más de lo que el mundo espera de ti. Y que tu cuerpo cuenta una historia divina sobre el amor: sobre de dónde vienes y a qué estás destinado, y cómo llegar allí.

Hoy los jóvenes muestran sus cuerpos en Internet ansiando un "like"...
Eso demuestra que ansiamos ser amados por quienes somos, incluyendo nuestro cuerpo, pero la cultura de las redes sociales nos conduce a escondernos a menudo tras máscaras superficiales y desdeñar nuestra humanidad real. La Teología del Cuerpo nos enseña a no ignorar ni reprimir este deseo de amor, sino a darle su lugar correcto, a conducir ese deseo en la buena dirección. Sólo Dios puede decirnos quiénes somos realmente y llenar ese vacío infinito dentro de nosotros.

Muchos jóvenes y adultos acumulan heridas causadas en sus relaciones sexuales y sentimentales. ¿Cómo sanar eso?
Nuestro Dios es rico en misericordia. En latín se refiere a un corazón que se da a otro que sufre miserablemente. Sí, las mentiras de la revolución sexual nos han traído muchas miserias. Pero esas miserias no hacen que Dios se retire. Atraen su corazón a nosotros. La redención trata de eso. Cristo no viene a condenarnos, sino a salvarnos, a curarnos. Nada de lo que hayamos hecho será más poderoso que la Cruz de Cristo. Cuando Cristo murió, tomó nuestra humanidad caída con él, y resucitó para que también nosotros pudiéramos vivir una vida nueva (veamos Romanos 6,4). Esta vida nueva nos llega, en cuerpo y alma, a través de los sacramentos.
Cuando hablo de un Dios que puede perdonar, curar y restaurar, para mí no es mera teoría. Soy un hombre muy quebrantado, que ha encontrado a un Dios muy misericordioso. Explico algo de eso en mis conferencias en Madrid. Siempre hay posibilidad de conversión. No importa lo hondo que hayas caído en tu foso, o lo hastiados que estemos. Siempre podemos girarnos, caminar hacia la luz y experimentar una vida nueva. La sanación que necesitamos requiere un viaje que es toda una vida, pero es la aventura más llena de esperanza que esta vida puede ofrecer.

¿Cuándo y cómo padres y educadores podemos usar la palabra "castidad"?
La palabra castidad viene del latín “castus”, que significa “puro”. Por desgracia, la pureza sexual a menudo se confunde con puritanismo, un enfoque temeroso y represivo hacia todo lo sexual. Como resultado, la palabra “castidad” en sí tiende a sufrir de connotaciones negativas y necesita ser rehabilitada, como decía el mismo Juan Pablo II.
La pureza, bien entendida, es del todo positiva. Pensemos en oro puro. ¿No lo preferirías al oro impuro? La castidad en la virtud que resulta al permitir al fuego del Amor de Dios purificar tus deseos sexuales, pensamientos y comportamientos, quitándoles el aguijón de egoísmo y lujuria, como el fuego purifica los metales preciosos. A través de esa purificación, la castidad ordena nuestros deseos, pensamientos y comportamientos sexuales hacia la verdad del amor auténtico.
Eso significa que la castidad no es primariamente un ‘no’ al sexo ilícito. La castidad es primero y antes que nada, un gran ‘sí’ al verdadero significado del sexo, a la bondad de ser creados como hombre y mujer a la imagen de Dios. La castidad no es represiva, es totalmente liberadora.

¿En qué sentido libera la castidad?
Nuestra cultura habla mucho de libertad sexual. Pero, ¿a qué se refiere con eso? “Haz lo que quieres, cuando quieras, sin decir nunca ‘no’” ¿Es libre una persona que no puede decir ‘no’ a sus deseos sexuales? ¿O está encadenada? Veámoslo de cerca. Lo que nuestra cultura promueve como libertad sexual, en realidad lleva a la adicción sexual.
La libertad no consiste en dejarnos llevar por nuestras compulsiones. Es un liberarse de la compulsión de dejarnos llevar. Solo una persona así es libre para ser un don para los demás. La castidad afronta precisamente esa libertad, la libertad de ser un don, la libertad de amar. Eso requiere disciplina, sin duda, pero es como la disciplina del atleta que le permite ser excelente en su deporte, o la disciplina de un músico que le permite hacer hermosa música.

¿Ayuda la Teología del Cuerpo a matrimonios en crisis?
¿Dónde hizo Jesús su primer milagro? En una boda. ¿Qué le pasó a esa pareja? Se quedaron sin vino. El vino es en la Escritura un símbolo del amor divino. Quedarse sin vino, como explica Juan Pablo II, es un símbolo del pecado original. El propósito mismo del matrimonio es compartir el amor divino. El problema es que, debido al pecado original, nos hemos quedado sin vino. Y no puedes dar lo que no tienes. Pero ahora sale a la luz la buena noticia del primer milagro de Jesús. ¿Qué hace Jesús por la pareja? ¡Restaura el vino con superabundancia! ¿Sabes cual es entonces el objetivo de la vida cristiana desde esa perspectiva? Es emborracharse en el vino de Dios. La Teología del Cuerpo de Juan Pablo II ayuda a las parejas a beber profundamente de este vino nuevo. Es la única solución verdadera a la crisis de amor. Por eso Juan Pablo II insistía en que los matrimonios están llamados, antes que nadie, a hacer de esta teología del cuerpo el contenido de su vida y comportamiento.

¿Por qué Juan Pablo II escribió y predicó tanto sobre matrimonio, sexo y familia?
Juan Pablo II escribió sobre sexualidad, matrimonio y vida familiar más que ningún otro Papa, pero no deberíamos reducir su Teología del Cuerpo a una enseñanza para casados. Él despliega lo que llama una ‘antropología adecuada’, una visión de lo que significa ser humano, más específicamente, una visión de lo que significa ser humano como hombre y mujer. El celibato, adecuadamente entendido y vivido, no es un rechazo de lo que Dios planeaba para nosotros al hacernos hombres y mujeres, sino que es una forma de vivir el propósito último de nuestra creación como hombre y mujer.
Dios nos hizo hombre y mujer y pidió que ambos llegaran a ser “una carne” como señal y prefiguración de nuestro destino celestial: lo que la Escritura llama “las bodas del Cordero” (Apocalipsis 19,7). El hombre célibe vive su verdad imitando a Cristo, al tomar a la Iglesia como su esposa, y la mujer célibe toma a Cristo como su esposo. San Juan Pablo II vivió esto con hermosura.
Además, Karol Wojtyla, siendo un joven sacerdote, dijo, se “enamoró del amor humano” y dedicó su sacerdocio a ayudar a otros a entender el plan divino para el amor humano. Nuestra creación como hombres y mujeres es una llamada a la entrega de uno mismo. Los casados viven esto de una forma y los célibes consagrados de otra, pero ambos fluyen de la misma realidad de la sexualidad humana. Es el mismo fundamento en ambas vocaciones. Por eso la ideología de la revolución sexual ha hecho sufrir terriblemente a ambas vocaciones.
 

¿Qué hay de "nuevo" en la Teología del Cuerpo?
San Juan Pablo II reafirma y profundiza nuestra comprensión de verdades antiguas. Esas verdades no son nuevas, pero el lenguaje que usa para iluminarlas a menudo sí es nuevo. Por ejemplo, una de las frases más importantes de toda la Teología del Cuerpo es “significado esponsal del cuerpo”. Vivimos en un mundo que declara que nuestros cuerpos no tienen significado, que la diferencia sexual no tiene significado.
San Juan Pablo II ilustra con belleza que nuestros cuerpos no solo no carecen de significado, sino que revelan un significado final: revelan que la autodonación y el amor generoso y generador son el cimiento de la vida humana y la vocación innata y fundamental de cada ser humano. El cuerpo humano no tiene sentido en sí mismo, ni tampoco el de la mujer. Pero vistos a la luz el uno del otro, a menos que seamos ciegos, reconoceremos que el hombre y la mujer están hechos uno para el otro.

¿En qué sentido vemos esta relación entre hombre y mujer?
Estamos hechos para ser un don dador de vida el uno al otro a través de la entrega personal de uno mismo. Esto se ve en el significado esponsal del cuerpo. Es la llamada a amar como Cristo ama, sellada directamente en nuestros cuerpos. ¿Cómo ama Cristo? A través de la donación corporal de sí mismo: “Este es mi cuerpo entregado por vosotros”. Una de las contribuciones más importantes de toda la enseñanza es que el Evangelio llama a amar como Cristo nos ama, y eso está sellado en nuestros cuerpos, directamente en nuestra diferencia sexual.
La enseñanza de la Iglesia sobre sexo, género y matrimonio es una noticia buena porque es la verdad sobre el amor, y el amor verdadero da la plenitud a la persona. Esto no ha cambiado desde que se fundó la Iglesia. San Juan Pablo II desarrolló la teología del cuerpo como unas gafas para clarificar la visión que tenemos de nosotros mismos y de las enseñanzas de la Iglesia. A través de esas gafas vemos la fe católica completa –y no solo sus enseñanzas sobre sexualidad – porque toda la Creación canta alabanzas a Dios cuando tenemos ojos para verlo.
Al mostrarnos el significado de la vida de forma brillante, la Teología del Cuerpo también nos da la gracia de superar nuestros temores, nuestras heridas, egoísmos y pecados, para vivir según ese significado. Es atractiva porque devuelve el foco a la fe, no como sólo reglas y regulaciones, sino como el lugar para encontrar sanación y clemencia para que podamos llegar a ser lo que somos en el plan de Dios.

¿Puede la Teología del Cuerpo ayudarnos frente a la dictadura de la ideología de género?
La Teología del Cuerpo de Juan Pablo II arraiga firmemente la identidad humana en la unidad de cuerpo y alma. La ideología de género de hoy (sería más exacto decir “ideología sin género”) se basa en una ruptura fundamental de esa unidad. Hay una palabra para la ruptura entre cuerpo y alma: se llama muerte.
En el mundo moderno nos hemos tragado esta ruptura. Los Gobiernos, de hecho, ahora exigen que identifiquemos a cada uno sin identificar ningún cuerpo. Pero cuando identificamos a alguien sin referencia a su cuerpo, en realidad, no lo identificamos. Una vision bífida de las relaciones entre el cuerpo humano y la identidad humana crea una lengua bífida. Palabras como hombre y mujer, chico y chica, sexo y género, pierden todo significado. Separa el cuerpo humano de la relación humana y el significado de palabras como esposo y esposa, padre y madre, hermano y hermana, tío y tía, quedan ofuscados.
Podemos aprender mucho simplemente examinando la raíz de la palabra “género”. Es la misma raíz que en palabras como generosos, generar, genesis, genética, genealogía y progenie. “Gen” significa “engendrar” o “dar a luz”. El gén-ero de una persona se basaría en la forma en que esa persona gen-era nueva vida, y eso lo determinan el tipo de gen-itales que tiene. Cuando una cultura entiende y trata con reverencia el significado de nuestros genitales, esa cultura entiende la importancia y significado del género.
Si atacan al significado de nuestros genitales es inevitable que ataquen el significado del género. Dicho de otra forma: una vez una cultura empieza a vaciar la actividad sexual de su significado, es solo cuestión de tiempo que también empiece a vaciar de significado la identidad sexual. Las dos cosas perecen o se sostienen juntas.
La diferencia de género literalmente organiza a los hombres y mujeres, el uno para el otro. A hombres y mujeres se les han dado órganos que les permiten trabajar juntos como, digamos, un organismo, para engendrar nuevos seres humanos. Antes del impacto des-organizador de la tecnología anticonceptiva moderna, la sociedad entera se organizaba de forma natural a sí misma entorno a esta realidad.
Hoy, nuevas ideologías sin género se han hecho mainstream. Si introduces una anticoncepción eficaz a gran escala, al final el lazo fundamental entre género, genitales y engendrar se desvanecerá de la forma en que entendemos nuestras relaciones y nuestras “identidades de género”.

Sobre anticoncepción hablaba Pablo VI hace también 50 años...
El mismo San Pablo VI nos avisaba en Humanae Vitae que un mundo contraceptivo no solo se convierte en un mundo con abundante infidelidad, un mundo en el que la mujer y el criar hijos son degradados, y un mundo en el que los gobiernos pisotean los derechos y necesidades de la familia. Avisó de que también se convierte en un mundo en el que los seres humanos creen que pueden manipular sus cuerpos a voluntad.
En una entrevista en 1984, quien luego sería el Papa Benedicto XVI, explicó el paso de la contracepción a la confusion de género de esta forma: pagaremos en nuestros días, dijo, “las consecuencias de una sexualidad que ya no está ligada a la procreación. Se deduce lógicamente de ello que toda forma de [actividad genital] es equivalente.
No teniendo ya una razón objetiva para justificarlo, el sexo busca la razón subjetiva en la gratificación del deseo, en la respuesta más ‘satisfactoria’ para el individuo”. Además, señaló que todo el mundo se vuelve “libre de dar a su libido personal el contenido que considere adecuado. Por lo tanto, de aquí se sigue que todas las formas de gratificación sexual se transforman en derechos del individuo”. De aquí, él concluía que la gente acabaría exigiendo el derecho de “escapar de la ‘esclavitud de la naturaleza’, exigiendo el derecho de ser hombre o mujer según la voluntad o gusto de cada uno”.
 
 
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