Cuando hablamos de la Santa Muerte, nos movemos en un terreno resbaladizo, pues cada adepto tiene algo distinto en la mente cuando se refiere a esta extraña figura, considerada por sus adeptos como “la entidad más poderosa que existe”. En este artículo nos asomaremos a esa compleja galaxia denominada Santa Muerte
 
Divinidad prehispánica o africana

Para algunos se trata de una divinidad extranjera, de tradiciones ajenas al pueblo católico, aunque se trataría más bien de algo autóctono en el caso de México. En efecto, algunos la consideran de origen prehispánico y le dan culto como si se tratara de Mictlantecuthli, el señor del inframundo (el Mictlán) en la cosmovisión mesoamericana. Representa, por lo tanto, una vuelta a la espiritualidad precolombina, un retorno a los orígenes, al México profundo.
 
Para otros, el culto a la Santa Muerte se remonta a las religiones africanas, llegadas a México y al continente americano por la inmigración forzada de millones de personas para ser sometidas a la esclavitud a lo largo de la época colonial. En este sentido, lo consideran un culto
sincrético, con ciertos puntos de contacto con la Santería.
 
“Es la que va a venir por uno”
 
Para otros se trata de la Muerte, un personaje misterioso que supuestamente viene por cada ser humano al final de la vida de cada uno y con el cual conviene estar en buenos términos, “pues ella va a venir por uno”, “es la que nos va a llevar a todos”, como ingenuamente dicen sus devotos. Es una visión ingenua que surge de la certeza de que todos vamos a morir.
 
Magia blanca
 
Otros más la relacionan con la brujería o la así llamada magia blanca, por lo que recurren a este culto en busca de salud, dinero y amor, a través de las más variadas prácticas supersticiosas: limpias, “amarres”, “retiros”, amuletos, talismanes, rituales, altares y conjuros. Su origen se remonta al llamado espiritualismo trinitario mariano, iniciado por Roque Rojas en el siglo XIX.
 
De este grupo le viene el afectuoso nombre de “mi Niña blanca”. Los santuarios más antiguos de la Santa Muerte en el Distrito Federal, el Valle del Mezquital y Sombrerete pertenecen a este grupo. Esta versión se está difundiendo mucho por la complejidad de las relaciones de pareja en nuestra sociedad.
 
La “iglesia de la Santa Muerte”
 
Para una secta autodenominada Iglesia católica tradicional, el culto a la Santa Muerte representa una oportunidad única de aumentar la feligresía, presentando dos versiones de la Santa Muerte, la tradicional, la más popular, y una novedosa, presentada como un ángel, identificada con el ángel exterminador del libro del Exodo. Se toman muchos elementos de la religiosidad popular católica, con velas, oraciones, flores, procesiones y rosarios, con “misas”, “arzobispos primados” y “sacerdotes” incluidos, precisamente para atraer a los católicos más desprevenidos.
 
Satanismo
 
Para algunos, incluso, representa la incursión en el mundo del satanismo y sus prácticas y creencias, representando el máximo alejamiento de Dios y de su Iglesia. Es un trampolín para entrar en este difuso mundo.
 
Religiosidad sin intermediarios
 
Para otros, el culto a la Santa Muerte es una creación reciente, surgida en el barrio bravo de Tepito, en un santuario familiar, y difundida en este ambiente, donde muchas personas viven en la frontera entre la legalidad, la ilegalidad y la delincuencia organizada.
 
De allí se difundió en las casas de seguridad de los más variados carteles y en las cárceles mexicanas, como una alternativa a la religión católica, en búsqueda de una religiosidad que legitime las actividades delictivas y “proteja” a quienes se dedican al crimen organizado. De hecho se espera esta protección, tanto de los grupos rivales y del “fuego amigo”, como de la acción del Ejército y las dependencias policiacas.
 
Se trataría, por tanto, de una divinidad y una religión creadas a la medida, sin exigencias de tipo ético y con múltiples formas de culto supersticioso, en convivencia con otros personajes como Jesus Malverde y afines, considerados protectores o santos patronos de la delincuencia.
 
Una religiosidad que no necesita de intermediarios, donde no se habla de pecado ni del sentido de culpa. Una religiosidad donde Dios es un invitado de piedra.
 
Conclusión
 
Una cosa es cierta: el culto a la Santa Muerte es la superstición más difundida en nuestros tiempos a nivel popular. Por eso es importante recordar que este extraño culto no es agradable a los ojos de Dios, que tanto nos ama. El nos ha dicho: “No tendrás otros dioses fuera de mí” (Ex 20, 3).
 
Ante los problemas que nos aquejan en asuntos de salud, dinero y amor, que trastornan de manera dramática nuestra existencia, nos preguntamos con el salmista: Dirijo la mirada hacia los montes: ¿de dónde me llegará ayuda? Mi socorro me viene del Señor,que hizo el cielo y la tierra (Sal 121, 1-2).
 
Así, pues, podemos hacer nuestra la siguiente oración, especialmente cuando se presentan las tentaciones de practicar y creer en formas supersticiosas ante los problemas cotidianos:
 
Protégeme, Dios mío, que me refugio en ti;
yo digo al Señor: «Tú eres mi bien.»
Los dioses y señores de la tierra
no me satisfacen.
Multiplican las estatuas de dioses extraños;
no derramaré sus libaciones con mis manos,
ni tomaré sus nombres en mis labios.
Tengo siempre presente al Señor,
con él a mi derecha no vacilaré.
(Sal 16, 2-4.8).

(Artículo aporte de "Misioneros Apóstoles de la Palabra")

 
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