Dotado de una fuerte intuición y sentido religioso, el español Antoni Gaudí propuso su mirada para la imponente Basílica de la Sagrada Familia en 1882, transformando el proyecto original de la diócesis de Barcelona; llevándola a nuevas alturas del arte… fundiendo espacios y luminosidades, colores, formas y sensaciones, para ofrecernos en un mismo lugar: la liturgia, Sagrada Escritura, vida y humanidad… el encuentro del hombre con Dios. En su fachada el visitante queda suspendido ante el acontecimiento gozoso del Nacimiento de Jesús y así sin detenerse, cada requiebre o ángulo atrapa el espíritu. La Sagrada Familia, es de hecho uno de los lugares más visitados de España.
Dada la magnitud del proyecto, Gaudí determinó que el plazo de finalización de la obra tardaría siglos. Así ha sido, llegando hasta nuestros días, para un avance que también aporta nutrientes a la piedad popular, la fe de los sencillos, en España.
El 16 Julio recién pasado, las autoridades de la diócesis de Barcelona y los constructores estaban de fiesta: se inauguraba una de las cuatro puertas de fachada, que componen la apoteósica presentación del Nacimiento. Formas en bronce, con dimensiones acordes al conjunto, en sus siete metros de alto por tres de ancho, que inician a narrar la vida de Jesús, eje de la totalidad que recrea la Basílica. Entre la multitud reunida estaba el arquitecto Etsuro Sotoo, quien rompiendo su habitual –y cultural- recato hablaba con la prensa, emocionado. Es que para Etsuro la “Sagrada Familia” se le ha incrustado en sus huesos, transformando su alma…
En busca de la vida eterna
Nacido en 1953 en Fukoka, Japón -cuenta de su vida revista Huellas-, trabajaba como profesor de arte en la Universidad de Kioto cuando decidió tomarse un año sabático para viajar por Europa, estudiar los “orígenes de la piedra” y ganar algún dinero como restaurador en Alemania.
Sin embargo, todo se impuso para que visitase Barcelona y conociera la obra de Gaudí. Quedó seducido nada más verla, recuerda. Como pudo hiló algunas palabras en español y le pidió a los responsables de la construcción del templo que le permitieran al menos “picar piedra”. Desde entonces han pasado más de treinta y seis años y hoy señala que al conocer en piedra y metal la historia de Jesús, su propia alma fue transformada…
Mirar hacia el cielo, mirar hacia Dios
“Quería entender a Gaudí, -explica- pero por mucho que lo estudiaba no llegaba a comprenderlo a fondo, siempre faltaba un último paso, sin el cual no podía seguir trabajando, porque tenía que realizar proyectos de los que Gaudí no había dejado indicación alguna (ni siquiera los había empezado). No había ningún dato que me pudiera ayudar y eso me preocupaba mucho, me preguntaba cómo podría dar ese paso final que me acercase a Gaudí; luego me di cuenta de que el problema no se podía resolver mirando a Gaudí. Entonces decidí mirar en la dirección hacia la que él miraba y así, cuando menos lo esperaba, sucedió de manera imprevista algo maravilloso: sentí que Gaudí había entrado en mí, y yo en él. En otras palabras, cuanto más miraba a Gaudí, más me costaba acercarme a él; pero cuando empecé a mirar lo mismo que él miraba, increíblemente nos convertimos en una sola cosa. Para mirar adecuadamente en la misma dirección que Gaudí. hace falta tomar su misma posición, es decir, la fe”.
Esculpiendo a la familia
A 132 años de iniciadas las obras, Etsuro no aproxima alguna fecha exacta de término. Pero subraya lo siguiente. “Gaudí ha dicho «nuestro Señor no tiene prisa. Este templo no debe tener prisa»… nosotros cometemos siempre muchos errores, y el más grande error es la prisa. ¿Para qué tenemos prisa?, ¿Quién ordena dar prisa?, ¿Por qué tenemos que ir más de prisa?, nadie lo sabe. La prisa es el sin razón que nosotros cometemos. Allí está el origen de nuestro problema. Nosotros morimos, desaparecemos, pero Dios nos ha regalado una familia que vivirá eternamente. Y a nosotros nos han regalado la posibilidad de continuar este legado”.