Que la educación es un bien común es algo en lo que coinciden el laicismo y la Iglesia en todo el orbe. Las distancias aparecen cuando se explicita qué entienden unos y otros por calidad y equidad en la educación, por señalar algunos ejes. La realidad muestra que hoy en todo el Occidente -donde el estado laico busca aplastar la identidad de sello y mayorías de personas cristianas que por siglos ha constituido su cultura-, la educación está en crisis.
En un valiente artículo publicado en la revista de su diócesis, el obispo chileno Monseñor Felipe Bacarreza Rodríguez recordando reacciones sociales durante el reciente mundial de fútbol Brasil 2014, denuncia como frutos del laicismo ciertos indicadores de la crisis y déficit en la educación…
“Nunca ha quedado más en evidencia la falta de educación –el nivel cero de educación– que en las celebraciones populares por el triunfo de la selección chilena –la Roja– en el Mundial de Fútbol de Brasil. Para expresar la alegría por el triunfo ante España, la población destruyó más de quinientos buses del Transantiago y humilló y dejó heridos a 41 choferes de esos buses. ¡Estos hechos son la verdadera medición del deplorable nivel de educación...”, escribe al inicio de su reflexión el pastor.
Jesús, verdad de la educación imposible de ser negada
Agrega Monseñor Bacarreza que “el respeto a la persona humana como valor inviolable no es preocupación…” y concluye que hemos llegado en Occidente a este estado “porque hemos excluido a Dios”. Advierte el obispo que por este camino no se logrará tener una población verdaderamente educada. “Tendremos, en el mejor de los casos, jóvenes muy hábiles para las matemáticas, la biología y otras ciencias y técnicas, pero sin educación”.
En extenso análisis (pulse para ver) el obispo chileno indica que educar y formar son experiencias que refieren un contenido de verdad… real, comprensible, cercano y explicitado en el propio testimonio de quien educa y forma. Y advierte que esta fue parte de la experiencia que los apóstoles y discípulos recibieron de Jesús. Él, modelo de una educación de calidad, regalada con la máxima gratuidad… para todos por igual, precisamente por estar fundada su pedagogía en la suprema verdad.
“Jesús educa para el amor al prójimo, es decir, para procurar el bien del prójimo hasta el extremo de dar la vida por él. Esta es la verdadera educación; esta es la educación que añoramos fuertemente”, finaliza en su reflexión monseñor Bacarreza.
“Aparecida”… Calidad y equidad no pueden excluir la fe
La calidad y equidad que hasta hoy proponen algunos estados laicos, sus instituciones y líderes supone que podrán imponer la norma agnóstica a todos, violando así en esencia el libre albedrío que los creyentes conocen -de su Dios- y deben respetar. Lo advierte el documento de “Aparecida” cuando en los números 328 a 346 y 481 a 483 denuncia a las reformas educacionales laicas como responsables de profundizar la emergencia educativa en el continente.
Educación básicamente enfocada en la adquisición de conocimientos y habilidades; propiciar la inclusión de factores contrarios a la vida, la familia y una sana sexualidad; imponer una educación desvinculada de los valores más elevados de los seres humanos y ajena al auténtico espíritu religioso de los jóvenes y sus familias... son parte del diagnóstico en el documento.
“Aparecida”, anunciando la verdad de la que es depositaria la Iglesia recuerda a todos que: “Un principio irrenunciable para la Iglesia es la libertad de enseñanza. El amplio ejercicio del derecho a la educación, reclama a su vez, como condición para su auténtica realización, la plena libertad de que debe gozar toda persona para elegir la educación de sus hijos que consideren más conforme a los valores que ellos más estiman y que consideran indispensables”.