En 2012 decidió dejar el mundo de las finanzas, una carrera con ganancias de seis cifras, "agotado" de la existencia que llevaba en un mundo que ya no sentía suyo. Se quedó en Nueva York, pero cambió de profesión, dedicándose a la fotografía.
 
Así desde Manhattan fijó su atención en Hunts Point, en el South Bronx, uno de los rincones más degradados de Estados Unidos, donde más de la mitad de los 50.000 habitantes viven por debajo del umbral de la pobreza; donde el índice de criminalidad es el más alto de toda el área de Nueva York y donde heroína y crack están omnipresentes entre tráfico y drogadicción.

No todo es como lo imaginaba

Arnade empezó a documentar este mundo de rechazados, de vidas a los márgenes de la sociedad, narrando en un periódico del otro lado del Atlántico, The Guardian, lo que aprendía cada día.

El 11 de diciembre dedicó un comentario a la elección hecha por Time de nombrar a Papa Francisco hombre del año y presentó la Evangelii Gaudium como una lectura imprescindible para católicos y no católicos.

“El Papa Francisco es una “garganta profunda” para los pobres” ha titulado el artículo, haciendo referencia al papel de “garganta profunda” de otro personaje del año, Edward Snowden.

“Cuando trabajaba en Wall Street en los años ’90 – ha escrito Arnade – viajaba por trabajo a la patria del Papa, Argentina. Yo era uno de los muchos extranjeros que iban allí para decir cómo tendrían que reformar el país, abrirlo al mercado libre. Cosa que se hizo y que ha funcionado hasta el desplome del 2001. Nos movíamos en taxi – ha continuado el ex trader –, lejos de los barrios de favelas que rodeaban Buenos Aires. Ningún banquero entraba en ellos, se decía que eran demasiado peligrosos. Nosotros movíamos números sobre hojas de trabajo electrónicas, números que representaban a personas. El Papa Francisco en cambio iba a esos barrios de manera regular y veía lo que nosotros no veíamos.”

“Es como está escrito en su exhortación apostólica: los seres humanos son considerados bienes de consumo, que se pueden usar y tirar. La victoria del libre mercado ha sido la de hacer que la palabra "empatía" sea una palabrota. En Wall Street ciertamente es así. No puedes ganar dinero si empiezas a preguntarte cómo lo ganas, a quién dañas y quién se queda atrás”.

Simples y significativos descubrimientos

Pero lo que más ha llamado la atención es el artículo que Arnade firmó la vigilia de Navidad y que tuvo, en el sitio del Guardian, más de dos mil comentarios de lectores: “Las personas que más han desafiado mi ateísmo han sido los drogadictos y las prostitutas”, tituló.

Se definió ateo a la edad de 16 años y desde siempre ha sido admirador de la prosa caustica de Richard Dawkins.  Pero ahora Arnade ha llegado a reconsiderar su posición, sorprendido por la fe que ha encontrado entre los «left behind», los últimos.  Esos que, en su visión, deberían haber sido los más convencidos defensores de la no existencia de Dios, visto el infierno en el que se encuentran.

Y, en cambio “Sarah –dice el ex banquero- con 15 años pasados en la calle, lleva una cruz alrededor del cuello. Siempre. Michael, desde  hace 30 años también él en la calle, lleva un rosario en el bolsillo. Siempre. Y en cada casa de consumidores de crack, en el edificio más sórdido y desolado, se puede encontrar una Biblia abierta entre jeringas, encendedores y pipas de crack”.
Takeesha, con una infancia de abusos y una vida acabada en el mercado del sexo de pago, ha pedido a su entrevistador ex banquero que la presente así: «Prostituta, madre de seis hijos e hija de Dios».

“Somos todos pecadores – ha escrito Arnade – y en la calle, los drogados, los últimos, con sus batallas diarias y su cotidiana cercanía a la muerte lo entienden de manera visceral. Mucha gente de éxito, no. Su sentido de ellos mismos y su frialdad emotiva han anestesiado la percepción de su falibilidad”.

De repente, al ex agente de Wall Street el ateísmo le parece una posición intelectualmente accesible sobre todo a quienes tienen éxito en la vida.

Y ha dicho adiós a "su" Richard Dawkins, que hoy le parece “una persona tan lejana de la humanidad” pues hace “lo que odia en los otros: predicar, partiendo de una posición de ventaja y egoísta”.


 
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