Hace algún tiempo publicamos en Portaluz un testimonio muy significativo sobre la vinculación directa de las escuelas Waldorf con la Sociedad Antroposófica, uno de los principales grupos esotéricos contemporáneos. Su fundador, Rudolf Steiner (1861-1925) intentó hacer una versión más “cristiana” del ocultismo de la Teosofía.

Por ello las escuelas Waldorf o Steiner pueden confundir a quienes observan que en ellas se celebran algunas festividades cristianas. En concreto, destacan por cuidar especialmente el Adviento y la Navidad. Esto lo muestra, por ejemplo, un vídeo que se está divulgando en este tiempo, dedicado al significado del “Belén Waldorf”. Fijémonos en él para descubrir qué es lo peculiar de la mirada antroposófica sobre los acontecimientos que se rememoran en torno al 25 de diciembre de cada año.

El vídeo ha sido publicado unos días antes de Navidad en el canal de YouTube “Palabra de Rudolf Steiner”, por lo que queda claro el propósito de divulgar las enseñanzas del fundador de la Antroposofía. Los protagonistas de este vídeo en concreto son Nora y Guille, un matrimonio de “maestros Waldorf”, tal como indica la presentadora. De hecho, fueron quienes crearon, junto con otros docentes, la primera Escuela Waldorf en las afueras de la capital de la provincia de Buenos Aires (Argentina).

Preguntados por el significado del belén o nacimiento, algo tan extendido por todo el mundo en torno a la Navidad, Nora y Guille (abajo en foto) comienzan relatando un cuento sobre unos “enanitos azules”, con el propósito de que los oyentes “cambien de vibración” para recibir sus palabras no intelectualmente, sino en otro nivel. Eso es lo mismo que hacen cuando realizan el belén.

Lo esotérico de las figuras del Misterio



Afirman directamente, refiriéndose a los protagonistas del nacimiento –Jesús, María y José–: “la Familia Sagrada no la tenemos que ver como algo externo... somos nosotros mismos. Nosotros mismos somos María, somos José, somos el burro, el asno, el pesebre...”. Van más al detalle, señalando que “María es la imagen arquetípica del alma... Todos somos María, que preparamos nuestra alma para recibir esa conciencia del Espíritu”. Por otro lado, José “representa nuestro cuerpo físico, el cuerpo en el que habitamos”.

También los animales tienen su simbolismo esotérico: “necesitamos las fuerzas del asno para cargar y ensanchar nuestras espaldas... y, como él, queremos acercarnos al pesebre para recibir ese consuelo y ese aliento”. Mientras que el buey nos recuerda que “debemos arar nuestro campo interno, nuestra alma”. Y hasta los objetos tienen su significado: “el pesebre es ese espacio que estamos preparando dentro nuestro para hacer posible el nacimiento”.
Entonces viene una cuestión fundamental: “¿Qué nacimiento? El nacimiento de la conciencia de que un Ser de Luz vive en nuestro interior. Tenemos que activarlo, tenemos que abrirle la puerta... Y allí va a nacer el Niño. Nacerá en nosotros ese Niño cada año”. Y así “se completa el ser”.

El sentido espiritual... que incluye la reencarnación



El belén tiene otros elementos simbólicos según la pedagogía Waldorf, que los va mostrando durante el Adviento, que ve aparecer los distintos reinos del mundo natural en el pesebre (mineral, vegetal, animal y humano). Lo mismo sucede con más aspectos navideños, interpretados también esotéricamente: el árbol de Navidad, los regalos, la fiesta de San Nicolás, etc.

No falta, en la explicación de la vivencia infantil de la Navidad, la afirmación de que “el niño está dentro de esta magia, el niño del Jardín [Jardín de Infancia Waldorf], si no está muy invadido, con muchas explicaciones que damos a veces... el niño lo acepta, lo vive, porque su alma lo está viviendo, su alma lo reconoce; esto está guardado en el corazón de vidas anteriores”. Por lo tanto, queda claro que en el sistema educativo de Steiner se enseña la doctrina de la reencarnación.

En cuanto a la corona de Adviento, “cada domingo, además de prender las velas, baja un ángel de un color determinado”. Así, el primer domingo baja el ángel azul, que “trae el silencio y la paz” para anunciar que “el cielo viene sobre la tierra y Dios viene a habitar en el corazón”, y que las personas se preparen para la Navidad. “Cuando encendemos la segunda vela es cuando baja el ángel rojo, que trae una canasta de oro en su mano izquierda. Está vacía, pero él anhela, para llenarla, llevarle algo a Dios”, y por eso busca amor puro en los corazones.

Con la tercera vela “viene el ángel completamente blanco”, que “trae en su mano derecha un rayo de sol”, para llevar luz a los corazones donde estuvo el amor que se llevó el ángel anterior. El cuarto domingo “baja el ángel con su capa lila, y trae del cielo en su mano una gran lira, y toca una música muy dulce acompañando un canto que es muy armonioso y claro. Para escucharlo, hay que tener el corazón silencioso y atento”. Es entonces cuando “todas las semillas que duermen en la tierra despiertan y se estremecen”.

La mirada de la Antroposofía sobre Cristo

Todo esto responde a la peculiar “cristología” de la Sociedad Antroposófica, tal como la trazó Rudolf Steiner en sus múltiples libros y conferencias. En su obra De Jesús a Cristo, que recoge conferencias dictadas en octubre de 2011, Steiner afirma que “Jesús de Nazaret... a los treinta años se convirtió en el portador del Cristo”, una forma que ser hará muy común en la Nueva Era para diferenciar al personaje histórico Jesús de la figura divina del Cristo (normalmente hablan de “el Cristo”, no de Cristo).

No sólo eso: para este célebre ocultista, “nacieron en Palestina no uno, sino dos niños Jesús, de los cuales uno descendió de la línea salomónica de la casa de David”. Sería el que aparece en los primeros capítulos del Evangelio según San Mateo... y, además, la reencarnación del reformador persa Zaratustra o Zoroastro. “Luego nació, casi simultáneamente, otro niño Jesús descendiente de la línea natánica, también de la casa de David”. Pero al cumplir 12 años, la personalidad de Zaratustra “abandonó el cuerpo del niño Jesús salomónico introduciéndose en el cuerpo del Jesús natánico”. Y, para que no falte nada, en su cuerpo astral actuaban las fuerzas de Buda.

Y desde este galimatías esotérico se interpretan todos los hechos del nacimiento de Jesús. Por ejemplo, seis siglos antes de Cristo “los magos de Oriente se hermanaron con la individualidad que más tarde se encarnó como Jesús del Evangelio de Mateo; y fue Zoroastro mismo quien los condujo”, según explicaba Steiner en una conferencia en 1910 (recogida en su libro El Evangelio de Mateo).

La trampa del “cristianismo esotérico”



Es muy importante la siguiente afirmación de Rudolf Steiner en El Evangelio de Mateo: “los Evangelios dicen la verdad, sólo hace falta comprenderlos”. Se refiere, por supuesto, a su interpretación esotérica, que dice tomar de la Ciencia Oculta, de sus investigaciones espirituales o del Akasha (unos archivos inmemoriales del universo).

Ésta es la trampa del autodenominado “cristianismo esotérico” de la Antroposofía y de otros grupos semejantes, que han dado lugar a algunas corrientes de la New Age o se insertan en ellas: tras unos términos, símbolos y elementos cristianos, se encuentra todo un contenido oculto que ha cambiado de significado a dichos términos, símbolos y elementos. Acabamos de ver ejemplificada esta sutil estrategia en el belén, la corona de Adviento o los mismos textos de los Evangelios.

Por eso, habida cuenta de la íntima conexión de la pedagogía Waldorf con la doctrina esotérica de su creador –Steiner–, los elementos aparentemente cristianos de la celebración de la Navidad en las escuelas que llevan su nombre no son más que parafernalia que sigue solapando el adoctrinamiento ocultista que se está llevando a cabo en sus aulas, aunque muchas familias que llevan allí a sus hijos –buscando una enseñanza alternativa a la convencional– no lo sepan.

 
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