Los primeros treinta años de la vida de Jesús, el Hijo de Dios, son apenas conocidos por fugaces pasajes de su infancia. Por eso cuando el cineasta Alessandro D’Alatri enfrentó el desafío de recrear esa etapa dirigiendo el filme “Los jardines del Edén” no quedó incólume a la experiencia. Tampoco la crítica que el año 1999 lo aplaudió en el Festival de Cine de Venecia. D’Alatri parte del descubrimiento de los manuscritos de Qumran pertenecientes a las antiguas comunidades esenias, para bosquejar un relato fantástico que trata de los primeros años de la vida de Jesús. Pero este enamoramiento con el evangelio continuó y luego en 2002 dirigió “Casomai”, centrada en la historia de un sacerdote que acompaña hasta el matrimonio a una pareja de novios.
Su trayectoria ha hecho de Alessandro un director cuyas obras profundizan en experiencias comunes de personas transformadas por los valores del evangelio. Logro que le retornó a la fe porque, como confesó al periódico italiano Avvenire, “conocí a Jesús cuando era niño, pero luego lo perdí por el camino. Pero al final lo he reencontrado”.
¿Dónde encontrar a Jesús?
Nacido en Roma, D´Alatri se vinculó de joven al arte, actuando en teatro para luego centrarse en la pantalla grande, hasta llegar a dirigir sus propias producciones. Sería en Tierra Santa donde descubriría el llamado que sería sello de su trabajo y vida… “Estaba en Jerusalén para presentar mi película «Senza pelle» en 1994. Cuando entré en la Basílica del Santo Sepulcro no pude evitar hacerme preguntas que, antes o después, todo católico se hace: «¿Pero quién eres Jesús?, ¿Qué puedo transmitir de Él a mis dos niñas pequeñas?». Me di cuenta de que no sabía mucho, que mi conocimiento se reducía a pocas nociones elementales, el bautismo, la comunión, la Navidad... experimenté rabia al darme cuenta de que nadie me había enseñado nada de Jesús. Cuando volví a Roma tomé la Biblia y empecé a leerla de corrido, desde el Antiguo Testamento a los Evangelios, a los Hechos de los Apóstoles: leía, subrayaba, escribía, decenas y decenas de apuntes”.
En esta azarosa búsqueda, el cineasta se sintió fascinado por quienes a lo largo de la historia de la Iglesia tienen una fe inquebrantable, pues “para mí, incluso encontrar a Jesús, ha resultado un camino complejo. Pero digamos que de católico distraído, gracias a la lectura de textos vinculados a la fe, he llegado a ser menos distraído”.
El cine como experiencia de fe
La película El Jardín del Edén sería el punto de partida hacia su encuentro maduro con Jesús para D´Alatri. “Al participar durante meses en la proyección de mi película sobre Jesús en diferentes ciudades, he tenido la posibilidad de conocer una realidad que se me había escapado completamente, la de las parroquias, que son realidades fundamentales dentro de sus barrios. Allí, en las parroquias, en las salas diocesanas, he encontrado a personas fantásticas que todavía hoy me escriben y dicen: «ver su película me ha hecho venir el deseo de releer el Evangelio, de saber más de Jesús». ¿Qué me importa si el filme no ha sido campeón de taquilla? ¿Puede una sociedad basarse sólo en la lógica del beneficio de los números?”.
Orar directo con Dios
El ambiente artístico, mundo de vanidades, que le rodeaba, no era un terreno donde pudiere Alessandro encontrar soporte para su búsqueda de Dios. Incluso no pocas veces, confiesa, “sentía que a nadie le importaba Jesús”. Pero no se amilanó y se hizo el hábito diario de leer, dice, la Sagrada Escritura. “El simple ejercicio de «entrar» en el Evangelio me daba y me da una fuerza enorme: leerlo y cerrar los ojos, reflexionar sobre lo que me está diciendo en ese momento. Para acercarme a Jesús he llegado especialmente a través de San Pablo, que no conocía para nada”.
A más pasaba el tiempo, los otros percibían en Alessandro un algo que les atraía. “Muchos amigos, sabiendo de mi gusto por leer la Sagrada Escritura comenzaron a invitarme a cenar a cambio de que yo les contase de esto, de mí… querían saber qué me había sucedido. Eran personas más distraídas que yo, y sin embargo Jesús les interesaba, estaban fascinadas. Pero entonces, ¡lo entendí! y me dije, si hay todo este interés, ¡tratemos de contarlo!”.
Este fue el descubrimiento que le dio sentido de trascendencia. Porque ha sido gracias al rodaje de esa película sobre los treinta años primeros de la vida de Jesús que “he sentido a Jesús muy cerca de mí, he sentido su persona. Y cuando lo comprendí, sentí luego la necesidad de descubrir el «antes» de Él”.
Así este peregrino de la Sagrada Escritura que según va descubriendo la riqueza de sus personajes los lleva a la pantalla grande, se sorprendió con el “coraje” de Moisés. “Él era imperfecto, un pobre analfabeto que -¿cuántos los saben?- tartamudeaba. Y sin embargo ha logrado salvar a un pueblo. Nosotros hoy casi tenemos miedo de rezar. ¿Ha visto alguien alguna vez la pasión con rezan los musulmanes? Pues muchos comparsas y técnicos de la película eran musulmanes: de vez en cuando cogían su alfombrilla y se iban aparte a dialogar con Dios, sin aquella vergüenza o aquél pudor que tenemos nosotros. Pues Moisés era tal cual en ardor por Dios. Sin embargo en el cristianismo tenemos algo que las otras religiones no tienen y que nos lo ha regalado y enseñado Jesús, que es la posibilidad de hablar con nuestro Padre, directo con Dios”.