Kamal Saleem nació en el seno de una devota familia musulmana en el Líbano. Recuerda que cuando tenía 4 años estaba sentado en la mesa de la cocina con su madre que le enseñaba el Corán y su deber con Alá en una yihad, una guerra santa.
"Algún día serás un mártir, hijo mío. Morirás por la causa de Alá y honrarás al Islam", le aseguró su madre. "Si matas a un israelita, tu mano descansará delante del trono de Alá, y los que están en el cielo celebrarán lo que has hecho".
Al cumplir los 7 años, Kamal fue enviado por sus padres a campos de entrenamiento musulmanes para aprender a usar las armas y cómo matar al enemigo. A los niños, narra en su libro testimonial The Blood of Lambs, también se les enseñaba técnicas de combate y otras más sutiles. "Nos educaron en lo que ellos llamaban ‘yihad cultural’ que consiste en promover un cambio cultural”. Con 20 años, Kamal fue elegido para llevar a cabo esa "yihad cultural" en América.
Protegido por sus enemigos
A principios de la década de los 80, Kamal se estableció en una pequeña ciudad del Medio Oeste de Estados Unidos y comenzó a buscar hombres que vivieran en zonas pobres para atraerlos a la fe islámica. Un día, sin embargo, su vida terminó en manos de los que más odiaba. "Iba de un lugar a otro para hacer el reclutamiento cuando tuve un accidente de coche tan grave que salí expulsado del vehículo y se me rompió el cuello en dos partes. Hubo un hombre que se acercó y me dijo: ‘No te preocupes, nos ocuparemos de ti y todo irá bien’. Luego vino la ambulancia y me llevó al hospital. Allí el cirujano ortopédico de urgencias miró mi expediente y me dijo: ‘Muchacho, nosotros te cuidaremos. Todo va a estar bien’. El segundo día me desperté en el hospital, el fisioterapeuta miró mi expediente, se volvió hacia mí y me dijo las mismas cosas, palabra por palabra: ‘Cuidaremos de ti’”. Al principio, dice Kamal, se asustó porque todos eran cristianos. "Cuando alguien en el mundo del terrorismo dice que cuidará de ti, es mejor huir", comentó.
La cirugía de cuello salió bien, pero supo que le tomaría semanas recuperarse. Una vez fuera del hospital, necesitaba que alguien se ocupara de él y Kamal no tenía a nadie.
Conociendo lo que es el amor
Fue entonces cuando el cirujano ortopédico le abrió las puertas de su casa. "En su casa me dieron la habitación más bonita y me convertí en parte de la familia. No me veían diferente e incluso tenían una cesta en la que ponían dinero para ayudar a pagar mis cuentas del hospital”.
Kamal se sentía desbordado con esta efusión de amor. Cuando se recuperó, empezó a ayudar en casa cocinando y limpiando. La familia del doctor tenía amigos judíos, oriundos de Israel, y Kamal también cocinaba para ellos. "Abrazaba a los israelíes y cocinaba para los judíos. Pero pensé: ¿Qué me está pasando?
En cuanto estuvo en condiciones de cuidarse y volver a su apartamento, poco antes de salir, recuerda que el médico le sorprendió diciéndole: "Aquí tienes una llave de la casa y esta otra extra es de tu nuevo coche y puedes venir cuando quieras".
Iniciando la conversión
"Volví a mi casa helada, que no había visto en meses y donde el polvo se había acumulado. Sólo tenía que resolver una cuestión y era con mi Dios, saber si era real o no. Entré, cerré la puerta... me arrodillé, extendí mis manos al cielo y clamé a mi Dios: ‘Alá, Alá, mi señor y rey, ¿por qué me has hecho esto? Me recuperé bien del accidente, pero ¿por qué me pusiste en medio de estos cristianos? Estoy confundido. Estos cristianos y estos judíos son buena gente, no tienen nada de malo. No quieren matarnos, no son nada que me hayan enseñado sobre ellos. Alá, esta gente tiene una relación con su Dios. Esta gente llama a su Dios y Él responde. Quiero oír tu voz, quiero oír que me amas. Si eres real, háblame, quiero oír tu voz’"…
Nada sucedió y Kamal sentía que al poner en duda su fe, lo honesto era quitarse la vida. En ese instante de extrema tensión emocional cuando estaba por suicidarse experimentó una visión espiritual y así lo narra: "Busqué mis armas, las puse en el lugar correcto y las preparé. Entonces oí una voz que sabía mi nombre. Me arrodillé y levanté mis manos al cielo mientras oía esa voz, y clamé con toda la fuerza que tenía: «Dios del padre Abraham, si eres real, háblame... Dios del padre Abraham, si eres verdadero, quiero conocerte». Y entonces el Dios del padre Abraham entró en la habitación y la llenó de su gloria… Tenía agujeros en las manos y los pies. Su nombre es Jesús. Yo le dije: «¿Quién eres tú, mi señor?» Él dijo: «Yo soy quien soy. Yo soy el alfa, yo soy el omega, yo soy el principio, yo soy el fin, yo soy todo lo que está en el medio. Te conozco desde la fundación del mundo, te amé desde antes de que te formaras en el vientre de tu madre. Levántate, levántate Kamal, eres mi guerrero, no su guerrero». Le dije: «Señor mío, Señor mío, vivo y muero por ti». Y me respondió: «No mueres por mí, yo he muerto por ti para que puedas tener vida»”. Este evento marcó el fin de su vínculo con el terrorismo yihad, con el islam y el inicio de un proceso de conversión a Cristo.