En el cubículo que comparte con otros tres reclusos en la cárcel de Somers (Connecticut, USA), Christopher Message trabajó todas las noches, por casi un mes, pintando un cuadro de la crucifixión de Jesús.

Primero esbozó la imagen, mezcló pinturas y fue desplazando trazos sobre un fondo oscuro que destaca la dramática escena. Si no estaba satisfecho con algo, repintaba esas secciones. Cuando pensó que había terminado, apoyó la pintura contra un casillero, dio un paso atrás y se fue. Luego preguntó a otros reclusos su opinión. “Llamé a mi amigo Mike y le dije: «¿Qué te parece?» Me respondió: «¡Alto! ¡Alto! No le hagas nada más. Déjalo en paz. Déjalo en paz»”, recuerda Message en diálogo con el semanario de la Arquidiócesis de Hartford.

Al poco tiempo otros se unieron, prosigue narrando Christopher. “Tenía entre 10 y 15 reclusos metidos en mi cubículo mirándolo fijamente. Todo el mundo estaba en silencio sólo mirándolo", dice.

Reconoce haber estado sorprendido que tanta gente, incluyendo a los funcionarios de prisiones, expresaran tanto interés en cómo había sido el proceso creativo y en los resultados finales. "En el mundo, antes de la cárcel, ni siquiera podía dibujar una figura de palo", admite.

Ahora Christopher utiliza el talento artístico en ciernes para compartir con los demás su afecto por Jesús, María y los santos. Cinco de sus pinturas ya han sido mostradas como parte de una exposición en el Lichtenstein Center for the Arts en Pittsfield, Massachusetts.

Un programa de la capellanía

Christopher Message, de 41 años de edad, agradece su nueva pasión por pintar al programa de terapia de arte religioso desarrollado por el Diácono Michael Torres, coordinador de los capellanes católicos de las prisiones en la Arquidiócesis de Hartford.

Como capellán de los servicios católicos, su labor central dice es formar en la fe a los hombres que están interesados en recibir los sacramentos y reconectar a cuantos pueda con las enseñanzas del Evangelio, con la experiencia de Dios y ve al arte como una herramienta. "Creo que los redirige de vuelta al centro de lo que ellos aprendieron de niños, las enseñanzas y la doctrina de la fe, y el amor a Dios y al prójimo", afirma el diácono Torres. Esta pastoral también refuerza "lo importante que es tener ese manto de espiritualidad como parte de la reintegración, para que puedan utilizarla cuando regresen a casa", agrega.

El diácono Torres cuenta con humor que comenzó el programa de arte después que el personal de gendarmería le informara debía quitar los artículos religiosos católicos del espacio común que se usaba para otros cultos religiosos. "Eso me impactó", dice. Entonces pensó: Si no podemos poner las cosas en su sitio permanentemente, tal vez podamos crear algo portátil. Había visto algunas evidencias de talento artístico en las habitaciones de los presos, dice, y pensó en que se podría plasmar en esos espacios la fe.

Así que el diácono Torres invitó a los presos a participar en una clase de arte terapia por una hora todos los martes. Cinco presos se inscribieron, Christopher Message entre ellos.

El diácono Torres dejó que los hombres dibujaran y pintaran según se sintieran inspirados. Quedó sorprendido. “Aunque yo no tengo habilidades artísticas me atrajo lo que son capaces de expresar en sus obras de arte. Comenzamos a tener conversaciones sobre nuestra relación con Dios y cómo podíamos expresar eso en obras de arte. Eso es muy bonito. Es el núcleo del programa".

No había instructor, pero los hombres rápidamente empezaron a colaborar, enseñándose unos a otros. Algunos habían perfeccionado el esbozo, mientras que otros destacaban en la mezcla de pinturas. “En verdad estaban compartiendo sus dones”, recuerda el diácono Torres. “Fue realmente especial”, corrobora.

Una forma de orar

“Ir a la capilla y hacer el programa de arte no solo es relajante, agradable y da paz”, dice Christopher.  “Tú puede usar la imaginación y poner todas tus emociones en la pintura. Se convierte en una forma de meditación y oración al mismo tiempo", revela.
 
"Aquí  en la prisión la Iglesia Católica me ha jalado definitivamente de vuelta a donde necesitaba estar y me ayudó a reconstruir mi fe", prosigue sincerando Christopher. "Asumo toda la responsabilidad por lo que hice, estoy avergonzado. Nunca antes había violado la ley. Buscaré ayuda profesional si surge algún problema… no volver nunca más a las drogas y el alcohol. Tengo mi familia, amigos, la fe en Dios y el apoyo católico de la Iglesia cuando salga”.

 
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