"El modelo de desarrollo que los gobiernos, las grandes empresas públicas y la iniciativa privada están aplicando en la Amazonía, es profundamente dañino para el medio ambiente y para los pueblos originarios de la región. La Iglesia puede y debe participar en el debate sobre estos temas, a partir del Evangelio”…
Así el cardenal brasileño Cláudio Hummes, - presidente de la Red Eclesial Panamazónica de la Iglesia Latinoamericana (CELAM) y de la Comisión para la Amazonía de la Conferencia Episcopal de Brasil-, explica en una entrevista a la Agenzia Fides cómo se preparan las Iglesias locales para la asamblea especial del Sínodo de los Obispos y cómo afrontan diariamente los desafíos misionales y sociales.
¿Cómo se prepara la Iglesia en Brasil para el Sínodo Especial de la Amazonía?
La decisión del Papa Francisco de convocar un Sínodo Especial para el Amazonas (2019), es un motivo de gran alegría y agradecimiento por parte de los católicos de Brasil, especialmente de los de la Amazonía. Nuestra respuesta entusiasta es el primer paso en la preparación del sínodo. La Conferencia Episcopal de Brasil (CNBB) cuenta con una comisión episcopal para el Amazonas y el CELAM (Consejo Episcopal Latinoamericano) con la Red Eclesial Panamazónica (REPAM). Estos organismos, junto con las diócesis y otras jurisdicciones eclesiásticas de la Amazonía, están encargados más directamente de la preparación del sínodo. Ya hay mucho movimiento en lo que se refiere a reuniones en la región. Efectivamente, la visita del Papa a la Amazonía peruana, -en Puerto Maldonado el 19 de enero-, y su encuentro allí con cientos de indígenas y obispos que representan a los 9 países de Panamazonía, será un fuerte impulso inicial para esta preparación.
¿Cuál será el papel de los laicos?
Es un Sínodo de Obispos pero toda la Iglesia siempre está invitada a participar en la preparación de cada sínodo. Clero, religiosos y laicos. Por eso, la Secretaría General del Sínodo de los Obispos prepara amplios cuestionarios sobre los temas de cada uno de los sínodos y los envía a las comunidades locales a través de sus obispos… Evidentemente el Papa invitará a representantes indígenas a participar como auditores. Durante la preparación, especialmente a través del cuestionario, queremos trabajar para que el mayor número posible de comunidades indígenas tengan acceso al cuestionario con el fin de que puedan expresar su opinión y hacer sus propuestas.
¿Cuáles son los problemas de la Amazonía que más preocupan?
Durante la JMJ de 2013 en Río de Janeiro, en un discurso a los obispos de Brasil, Francisco dijo que la Iglesia en la Amazonía necesita asumir “un rostro amazónico” y “un clero nativo”, y animó a los obispos añadiendo: “A este respecto os pido, por favor, que seáis valientes, ¡atreveos!”. Al mismo tiempo, subrayó que “el Amazonas es una prueba crucial, un banco de pruebas para la Iglesia y para la sociedad brasileña”. También hizo hincapié en que “desde el principio (de la colonización), la Iglesia está presente en la Amazonía con misioneros, congregaciones religiosas, sacerdotes, laicos y obispos, y continúa estando presente y determinando el futuro de esa región”. En el mismo discurso también habló del riesgo de degradación y devastación de la naturaleza en el Amazonas, con un “fuerte llamamiento al respeto y la salvaguardia de toda la creación que Dios ha confiado al hombre, no para explotarla con rudeza, sino para transformarla en un jardín”. Estos son los problemas que más preocupan en la Amazonía. La cuestión de la presencia misionera y evangelizadora de la Iglesia se conjuga con su preocupación por el medio ambiente en la Amazonía, como ha dejado patente la encíclica Laudato Si’. Al convocar el Sínodo, el Papa ha fijado como objetivo “encontrar nuevos caminos” para abordar todas estas cuestiones misioneras y socio-ambientales de la Amazonía. Por supuesto, lo que preocupa especialmente en el campo de la misión es la grave escasez de misioneros, por lo que es difícil contar con una presencia física, cercana y permanente de la Iglesia en las poblaciones más pobres y aisladas del Amazonas. Además, la falta de sacerdotes supone que estas poblaciones, que viven en el corazón de la selva, se vean privadas de los sacramentos católicos de forma cotidiana, como la Eucaristía, la confesión sacramental o la unción de los enfermos. Esto las hace frágiles y les produce una sensación de abandono. ¿Cómo desarrollar un clero indígena nativo suficiente para esta misión? Es algo que facilitaría una auténtica inculturación de la fe cristiana en las culturas de estos pueblos.
¿Podrá el Sínodo dar luz a los problemas de Panamazonía?
La Iglesia, frente a cuestiones tan importantes como “buscar nuevos caminos para la evangelización”, se sentirá mucho más animada a trazar estos caminos contando con el apoyo de un Sínodo.
¿Cómo puede la Iglesia ayudar a la reflexión y a proponer medidas para el cuidado del “hogar común” y para el “buen vivir”, -que es la base de la ética de los pueblos indígenas, los primeros habitantes de la región-, frente a los proyectos de desarrollo de la Amazonía basados en la extracción de madera, la construcción de centrales hidroeléctricas, la explotación minera a gran escala y la explotación de tierras para monocultivos extensivos, que se oponen al estilo de vida propuestos por el “buen vivir”?
De hecho, el modelo de desarrollo que los gobiernos, las grandes empresas públicas y la iniciativa privada están aplicando en la Amazonía, -de acuerdo con el nuevo sistema económico-financiero global-, será profundamente dañino para el medio ambiente y para los pueblos originarios de la región. La Iglesia puede y debe participar en el debate sobre estos temas, -basándose en el Evangelio, en solidaridad con tantas personas y comunidades que se ven afectadas y son rechazadas, ignoradas y despojadas de su dignidad, sus tierras, su cultura y sus derechos, y en defensa de “nuestra casa común”-, de los que dependerá mucho la conservación futura del Amazonas. Por hablar solamente de la deforestación, hoy se sabe que un bosque poblado puede aportar más riqueza que la que generaría un bosque desforestado.
Ante la propuesta del Papa Francisco de una Iglesia “en salida”, ¿cómo cree que las Iglesias locales pueden comprometerse a ello?
En primer lugar, participando en la preparación del Sínodo, para que hagan llegar su punto de vista y sus propuestas sobre la misión en la Amazonía. Después, acogiendo con alegría y entusiasmo las orientaciones del Papa, a partir de las conclusiones sinodales. Esto exigirá no temer a la novedad y no detenerse en el tiempo y en el espacio, sino, -en el vigor del Espíritu-, ponerse manos a la obra para ir a las periferias a anunciar el Evangelio, “con un nuevo ardor, nuevos métodos y nuevas expresiones” (Juan Pablo II) y para practicar la misericordia.
Háblenos de la Red Eclesial Panamazónica (Repam), que preside en favor de la región.
La Repam fue creada en 2014 en Brasilia, en un encuentro de obispos y otros líderes de la región de Panamazónica. Se preparó a través de muchas reuniones e iniciativas previas que desarrollaron una pastoral para toda la zona. Hay cuatro entidades fundadoras: El Departamento de Justicia y Solidaridad del Consejo Episcopal Latinoamericano y del Caribe (CELAM), la Comisión Episcopal para la Amazonía de la Conferencia Episcopal Brasileña (Cnbb), la Conferencia Latinoamericana de Religiosos (Clar) y la Secretaría Latinoamericana y Caribeña de Cáritas (Selacc).
Siendo una red, la Repam quiere contribuir a la articulación de las diócesis, prelaturas, vicariatos, misiones de la Iglesia, junto con las organizaciones de comunidades locales, comunidades indígenas, pueblos de pescadores, comunidades de “quilombolas” (pueblos rurales cooperativos de descendientes de esclavos africanos) y, sobre todo, con las comunidades más pobres, olvidadas y aisladas, así como con las instituciones, iniciativas y programas que actúan para la evangelización y la preservación ambiental de la Amazonía.
Contribuir a la construcción de esta red y hacer que funcione como tal, es el objetivo de la Repam. De esta forma, las comunidades, -especialmente aquellas más en el interior del territorio panamazónico-, se sentirán menos solas y asiladas en esta inmensa selva. Al encontrarse menos solas con sus proyectos, sus sueños y sus problemas, sabrán que existe una red de solidaridad y de comunión que las une a todas. Para trabajar mejor, la Repam trabaja en torno a ciertos puntos, a través de comités de trabajo específicos. Estos son: pueblos indígenas, derechos humanos, métodos de formación y métodos pastorales, comunicación, mapeo de la realidad panamazónica, las iglesias fronterizas, los nuevos modelos de desarrollo y la crisis climática y las agencias de cooperación internacional. Esta forma de trabajar en la red y, con estos ejes específicos, ha permitido abrazar, de alguna manera, a esta gigantesca realidad que es Panamazonía. Creo que puedo decir que hoy la Repam es una organización muy viva, dinámica y activa en todo el territorio.
Durante la JMJ de 2013 en Río de Janeiro, en un discurso a los obispos de Brasil, Francisco dijo que la Iglesia en la Amazonía necesita asumir “un rostro amazónico” y “un clero nativo”, y animó a los obispos añadiendo: “A este respecto os pido, por favor, que seáis valientes, ¡atreveos!”. Al mismo tiempo, subrayó que “el Amazonas es una prueba crucial, un banco de pruebas para la Iglesia y para la sociedad brasileña”. También hizo hincapié en que “desde el principio (de la colonización), la Iglesia está presente en la Amazonía con misioneros, congregaciones religiosas, sacerdotes, laicos y obispos, y continúa estando presente y determinando el futuro de esa región”. En el mismo discurso también habló del riesgo de degradación y devastación de la naturaleza en el Amazonas, con un “fuerte llamamiento al respeto y la salvaguardia de toda la creación que Dios ha confiado al hombre, no para explotarla con rudeza, sino para transformarla en un jardín”. Estos son los problemas que más preocupan en la Amazonía. La cuestión de la presencia misionera y evangelizadora de la Iglesia se conjuga con su preocupación por el medio ambiente en la Amazonía, como ha dejado patente la encíclica Laudato Si’. Al convocar el Sínodo, el Papa ha fijado como objetivo “encontrar nuevos caminos” para abordar todas estas cuestiones misioneras y socio-ambientales de la Amazonía. Por supuesto, lo que preocupa especialmente en el campo de la misión es la grave escasez de misioneros, por lo que es difícil contar con una presencia física, cercana y permanente de la Iglesia en las poblaciones más pobres y aisladas del Amazonas. Además, la falta de sacerdotes supone que estas poblaciones, que viven en el corazón de la selva, se vean privadas de los sacramentos católicos de forma cotidiana, como la Eucaristía, la confesión sacramental o la unción de los enfermos. Esto las hace frágiles y les produce una sensación de abandono. ¿Cómo desarrollar un clero indígena nativo suficiente para esta misión? Es algo que facilitaría una auténtica inculturación de la fe cristiana en las culturas de estos pueblos.
¿Podrá el Sínodo dar luz a los problemas de Panamazonía?
La Iglesia, frente a cuestiones tan importantes como “buscar nuevos caminos para la evangelización”, se sentirá mucho más animada a trazar estos caminos contando con el apoyo de un Sínodo.
¿Cómo puede la Iglesia ayudar a la reflexión y a proponer medidas para el cuidado del “hogar común” y para el “buen vivir”, -que es la base de la ética de los pueblos indígenas, los primeros habitantes de la región-, frente a los proyectos de desarrollo de la Amazonía basados en la extracción de madera, la construcción de centrales hidroeléctricas, la explotación minera a gran escala y la explotación de tierras para monocultivos extensivos, que se oponen al estilo de vida propuestos por el “buen vivir”?
De hecho, el modelo de desarrollo que los gobiernos, las grandes empresas públicas y la iniciativa privada están aplicando en la Amazonía, -de acuerdo con el nuevo sistema económico-financiero global-, será profundamente dañino para el medio ambiente y para los pueblos originarios de la región. La Iglesia puede y debe participar en el debate sobre estos temas, -basándose en el Evangelio, en solidaridad con tantas personas y comunidades que se ven afectadas y son rechazadas, ignoradas y despojadas de su dignidad, sus tierras, su cultura y sus derechos, y en defensa de “nuestra casa común”-, de los que dependerá mucho la conservación futura del Amazonas. Por hablar solamente de la deforestación, hoy se sabe que un bosque poblado puede aportar más riqueza que la que generaría un bosque desforestado.
Ante la propuesta del Papa Francisco de una Iglesia “en salida”, ¿cómo cree que las Iglesias locales pueden comprometerse a ello?
En primer lugar, participando en la preparación del Sínodo, para que hagan llegar su punto de vista y sus propuestas sobre la misión en la Amazonía. Después, acogiendo con alegría y entusiasmo las orientaciones del Papa, a partir de las conclusiones sinodales. Esto exigirá no temer a la novedad y no detenerse en el tiempo y en el espacio, sino, -en el vigor del Espíritu-, ponerse manos a la obra para ir a las periferias a anunciar el Evangelio, “con un nuevo ardor, nuevos métodos y nuevas expresiones” (Juan Pablo II) y para practicar la misericordia.
Háblenos de la Red Eclesial Panamazónica (Repam), que preside en favor de la región.
La Repam fue creada en 2014 en Brasilia, en un encuentro de obispos y otros líderes de la región de Panamazónica. Se preparó a través de muchas reuniones e iniciativas previas que desarrollaron una pastoral para toda la zona. Hay cuatro entidades fundadoras: El Departamento de Justicia y Solidaridad del Consejo Episcopal Latinoamericano y del Caribe (CELAM), la Comisión Episcopal para la Amazonía de la Conferencia Episcopal Brasileña (Cnbb), la Conferencia Latinoamericana de Religiosos (Clar) y la Secretaría Latinoamericana y Caribeña de Cáritas (Selacc).
Siendo una red, la Repam quiere contribuir a la articulación de las diócesis, prelaturas, vicariatos, misiones de la Iglesia, junto con las organizaciones de comunidades locales, comunidades indígenas, pueblos de pescadores, comunidades de “quilombolas” (pueblos rurales cooperativos de descendientes de esclavos africanos) y, sobre todo, con las comunidades más pobres, olvidadas y aisladas, así como con las instituciones, iniciativas y programas que actúan para la evangelización y la preservación ambiental de la Amazonía.
Contribuir a la construcción de esta red y hacer que funcione como tal, es el objetivo de la Repam. De esta forma, las comunidades, -especialmente aquellas más en el interior del territorio panamazónico-, se sentirán menos solas y asiladas en esta inmensa selva. Al encontrarse menos solas con sus proyectos, sus sueños y sus problemas, sabrán que existe una red de solidaridad y de comunión que las une a todas. Para trabajar mejor, la Repam trabaja en torno a ciertos puntos, a través de comités de trabajo específicos. Estos son: pueblos indígenas, derechos humanos, métodos de formación y métodos pastorales, comunicación, mapeo de la realidad panamazónica, las iglesias fronterizas, los nuevos modelos de desarrollo y la crisis climática y las agencias de cooperación internacional. Esta forma de trabajar en la red y, con estos ejes específicos, ha permitido abrazar, de alguna manera, a esta gigantesca realidad que es Panamazonía. Creo que puedo decir que hoy la Repam es una organización muy viva, dinámica y activa en todo el territorio.