Por años, en forma recurrente, informes estadísticos de organismos públicos y privados han venido advirtiendo que México es un país asolado por la violencia. El número de muertes y la barbarie extrema con que se asesina cada día, demandan del estado y de cada ciudadano resolver desde su raíz esta realidad de mal.
También la iglesia se ha visto tocada por este flagelo con decenas de sacerdotes, religiosos y feligreses asesinados en la última década. En el documento “Que en Cristo, nuestra paz, México tenga vida digna”, del 15 de febrero de 2009, los obispos de México llamaban la atención respecto a que “La realidad de la inseguridad y violencia es compleja y multidimensional…”. Recordaban también a la comunidad que una de las causas responsable de esta espiral de violencia es… “la crisis de moralidad”.
La irrupción del aborto, factor determinante
En el año 2007, la Ciudad de México aprobó la despenalización del aborto practicado durante las primeras 12 semanas de gestación, y en 2008 el Supremo decidió que esta legislación es constitucional. A partir de esa histórica declaración en México se potenció una espiral de inusitada violencia.
¿La despenalización o legalización del aborto cual Caja de Pandora fatídica, atrae otros males?
La afirmación de padre Alcántara da contexto a los hechos. Efectivamente, al comparar las cifras oficiales del gobierno de México se observa que desde el año 2007 -cuando se legalizó el aborto en Ciudad de México- crecen en paralelo los hechos de violencia con resultado de muerte vinculados al narcotráfico o delincuencia (asesinatos) y los hechos de violencia con resultado de muerte contra el ser humano en el vientre materno (aborto). El cuadro siguiente muestra esta dura verdad:
El triunfo del amor
En México la violencia ritual del paganismo ha sido parte de su historia cultural. Pero también -señala padre Alcántara- es una tierra por la que Dios tiene “predilección”. Así, la aparición de la Santísima Virgen María en el Tepeyac establece una alianza, una hoja de ruta para los mexicanos.
Sin embargo la espiral de violencia desplegada desde que se legalizó el aborto, evoca para algunos sacerdotes y editoriales de prensa, aquella realidad de mal presente en los sacrificios humanos rituales de antaño,una agresión a esa alianza. Al respecto, el pasado 30 de abril, al cumplirse una década de ser legalizado el aborto en Ciudad de México, la Conferencia Episcopal -cita editorial del semanario “Desde la fe”- calificó como “escalofriante” la cifra de abortos. Pero al mismo tiempo denunció como “paradoja” el que los mexicanos deban vivir… “aterrados por la violencia y las imágenes de los cuerpos desmembrados y descuartizados”, soportando además la “ambivalencia e hipocresía de políticos, activistas, defensores del aborto e intérpretes del derecho, que protegen la rentabilidad de una industria inmoral y asesina (la del aborto) que gana millones de pesos”.
Al finalizar la entrevista con Portaluz padre Rogelio Alcántara anima la esperanza recordando que “todos los cristianos, todos los católicos somos importantes para que se realice la salvación”, uniendo los propios padecimientos “a la cruz redentora de Cristo”… “Cada uno de nosotros, con su esfuerzo por evitar el mal, va colaborando en pequeñas dosis para que la salvación pueda verdaderamente realizarse en la humanidad, en nuestro país, en nuestras familias, en nuestra persona… Aún en las cosas más insignificantes que hacemos estamos construyendo una civilización del amor como decía Pablo VI”.
Al finalizar la entrevista con Portaluz padre Rogelio Alcántara anima la esperanza recordando que “todos los cristianos, todos los católicos somos importantes para que se realice la salvación”, uniendo los propios padecimientos “a la cruz redentora de Cristo”… “Cada uno de nosotros, con su esfuerzo por evitar el mal, va colaborando en pequeñas dosis para que la salvación pueda verdaderamente realizarse en la humanidad, en nuestro país, en nuestras familias, en nuestra persona… Aún en las cosas más insignificantes que hacemos estamos construyendo una civilización del amor como decía Pablo VI”.