«Hace 30 años, en mi casa trabajaba una chica que me dio un libro con la novena al Niño del Remedio… y ahí se quedó. Pasado el tiempo, me quedé embarazada de mi segunda hija y los médicos me aseguraron que venía muy mal. Pero me acordé del Niño del Remedio y empecé a rezar la novena. Me abandoné al Él y me puse en sus manos. Yo creo en los milagros porque los he visto: hoy mi hija es una niña absolutamente normal, de 22 años y con un carácter maravilloso».
Es “Teresa” quien lo cuenta en la edición central del periódico Alfa & Omega de esta semana. Como ella, son miles las personas que acuden regularmente a rezar al oratorio del Niño del Remedio, junto a la calle Arenal, en pleno centro de Madrid (España); una devoción popular que especialmente el 13 de enero, día de su fiesta, y también los días 13 de cada mes, atrae a cientos que se forman en largas colas de varias calles para besar al Niño y pedirle algún favor personal.
Siendo relativamente reciente –de finales del siglo XIX–, la devoción se popularizó rápidamente por todo Madrid. El origen es una talla del Niño Jesús que una familia guardaba en la trastienda de su negocio, un taller de encuadernación situado en la Costanilla de los Ángeles. Vecinos y viandantes acudían de forma regular a rezar ante la imagen que, con el paso de los años y tras peregrinar por distintos templos, acabó en su emplazamiento actual, el solar de un antiguo hospital de ancianos del siglo XV.
En las últimas décadas, las paredes del oratorio han estado cubiertas de votos y placas de agradecimiento, porque al Niño enseguida se le atribuyeron muchos favores y milagros.
El rector del oratorio, Diego Figueroa, explica que «la gente suele venir pidiendo protección y en ocasiones un milagro por algún problema de salud, o con fotos de sus familiares para pedir por ellos, o a rezar por seres queridos que están lejos. Vienen personas mayores y también muchos jóvenes y gente de mediana edad. Es una devoción que se ha transmitido dentro de las familias, que los padres y abuelos han ido transmitiendo a sus hijos y nietos».
La fe del pueblo
Además, al ser la imagen de Jesús Niño, hay muchos devotos que, como Teresa, «vienen pidiendo por sus hijos o por algún niño conocido que esté pasando por alguna dificultad o enfermedad. Y muchas madres vienen con sus hijos recién nacidos para presentarlos al Niño. Es algo muy habitual». Para Diego, esta devoción en realidad «nos sirve para hacer profundizar a la gente en el misterio de la Encarnación. Al venerar la imagen del Niño Jesús, lo que hacemos es contemplar al Hijo de Dios que se ha encarnado para dar remedio a nuestros males regalándonos el amor de Dios».
Además, los sacerdotes del oratorio intentan «encauzar la vida espiritual de la gente para que vaya más allá de las intenciones personales» con las que acuden ante el Niño. Por ejemplo, les proponen colaborar con las necesidades de los cristianos perseguidos a través de un cepillo especial con destino a Ayuda a la Iglesia Necesitada, «para unir las preocupaciones personales que todos podemos tener con la preocupación de la Iglesia, para que se viva la fe personal también de una manera eclesial, y para ser conscientes de que Dios se ha hecho Niño no por algunos, sino por todos».