Para proyectar en el tiempo la historia de la humanidad, de cada pueblo y familia, sus protagonistas, los diversos acontecimientos de un tiempo y lugar,  se requiere de testigos que acreditan, que comunican.

Sin ellos no hubiera sido posible la transmisión de la fe. Como tampoco se conocerían las diversas intervenciones extraordinarias de Dios en la vida personal y colectiva…; varias de ellas ya aprobadas por la Iglesia como verídicas y otras que aún esperan el estudio acucioso de la Iglesia.

Para muchos fieles uno de esos “pendiente de estudio acucioso”, son los hechos ocurridos hace más de un siglo en torno a Vuestra Madre de la Santa Montaña de Puerto Rico (pulse para ver reportaje….).

Quienes fueron testigos directos de la mujer conocida como “Elenita de Jesús” y como “Vuestra Madre” ya han fallecido. Pero el registro de sus testimonios -más de cien personas- fue compilado por el sacerdote benedictino Jaime Reyes en la obra “La Santa Montaña de San Lorenzo, Puerto Rico y el Misterio de Elenita de Jesús 1899-1909” (pulse aquí para leer online o bajar el PDF)

Pero en Puerto Rico aún están vivos miles de familiares de esos testigos directos. Portaluz conversó con dos de ellos, Cándida Rodríguez Muñoz y Ramón Muñoz Vicens. Tras sesenta años de casados, mantienen vivas las enseñanzas que recibieron… ella de su abuelo y madre, él de su padre y abuelos. La narración espontánea de Cándida y “Chin” (como cariñosamente llaman sus cercanos a Ramón), transmite la belleza de una experiencia de fe que desborda lo particular.

Es la historia de fe de Puerto Rico narrada por sus protagonistas. Personas honestas que se esfuerzan por amar a Dios, a la Santísima Virgen María y que esperan una investigación seria de la Iglesia. Este es su relato…
 
“No querían que habláramos de Vuestra Madre”
 
Soy Cándida Rodríguez Muñoz. Mi abuelo materno Manuel Muñoz fue quien más conoció a Vuestra Madre. Mi mamá, Brígida Muñoz, también la conoció. Tenía como 11 años cuando dicen que ella se fue al cielo. Mi mamá recibió todas las enseñanzas de mi abuelo y nos las pasó a nosotros…”

“Mi abuelo la conoció porque en su barrio Cayaguas de San Lorenzo se corrió la voz y venía aquí mucha gente” (lo dice refiriéndose al lugar donde ahora está entregando este testimonio a Portaluz a un costado del terreno donde se situaba la choza en que vivía “Vuestra Madre”).

“Mi mamá, que nunca fue a la escuela, nos decía que este barrio era tan apartado del pueblo, de la iglesia, que no bautizaban los niños, Cristianar como decían antes. Tampoco se casaban y vivían -como decían antes-, amancebados. Esto era un monte. Cuando apareció Vuestra Madre pues fue una bendición muy grande porque ella se dedicó a catequizar niñas, niños y a sus padres, que fue una cosa maravillosa. ¡Mi mamá la admiraba tanto, tanto… y todos nosotros! Ella (Vuestra Madre) hizo a San Lorenzo tan cristiano, y a nosotros. ¡Nos enseñó tanto!”

“Ella recogía a todos los niños del barrio y a los padres, se iba por el lado allá del río, como quince kilómetros a pie, de madrugada y se los llevaba al sacerdote que los Cristianaba (bautismos y matrimonios), como decían antes. Entonces de allá venían casaditos y sus hijos ‘cristianaditos’.”

“Este barrio cambió cuando ella llegó. (Hasta su intervención evangelizadora)… se peleaba bastante, por la ignorancia ¿verdad? Peleaban cuando tomaban.  El Señor y ella fueron cambiando todo. Ella sabía lo que pensaban las personas cuando iban donde estaba. Mamá decía que mi abuelo le contaba de cuando un señor fue a caballo para embestirla, pero el caballo se hincó de rodillas ante ella… ¡Un caballo! Eso lo contaba mi mamá y era una señora santa porque ni a la escuela fue y todo lo que aprendió fue por su papá, mi abuelo, bien santo también.”

“Otros le llevaban limón agrio para ver si ella sabía. Bien agrio. Entonces ella lo picaba, le daba a todo el mundo y el limón era dulce, dulce como el azúcar. ¿Verdad Chin? (se dirige con ese apodo a su esposo, Juan Muñoz, que está junto a ella)…”

-“Todo lo que está diciendo es cierto”, responde el aludido y entonces, ella prosigue...

“En estos barrios éramos bien humildes, porque pobre es el que no tiene la gracia de Dios. Ella (Vuestra Madre) le daba de comer a todo el barrio, enseñó a compartir, que seamos misericordiosos. Vuestra Madre” mandaba a pedir en las casas de los ‘hermanos cheos’ (predicadores laicos de esa época) y a distintas casas que ella escogía, vianditas y cositas para darle a quien no tenía. A mi casa iba una señora, hija de una de las testigos, de las muchachas que ella (Vuestra Madre) tenía. Iba a casa a buscar. Aquí (Santa Montaña) todo el que venía comía. Ella multiplicaba la comida.”
 
“Cuenta mi mamá que un día, mientras predicaba, de pronto dijo que un barco se hundía y sus hijitos se perdían. Y de repente desapareció. Al rato volvió, ya todo estaba bien. Otro día a un señor que estaba trabajando con ella le advirtió: «Vete hijo que tu casa se te está quemando, corre, corre». Así era. Entonces mi abuelo decía: «¿Quién puede ver que se está quemando la casa de ese siervo de ella si no era una persona con una capacidad sobrenatural?» Ella era sobrenatural. Nosotros todavía recibimos unas gracias de ella muy lindas, muy lindas.”

“Es bien importante que todo el mundo sepa que nosotros creemos por fe, que quien vivió aquí fue algo bien grande. Trataron de quitarnos a nosotros la idea de Vuestra Madre. No querían que habláramos de Vuestra Madre.”

“Ella se presentaba como “Vuestra Madre” y decía que volvería con su hijo a las tres cruces (lugar dentro del Santuario… ver imagen a la izquierda). Mi mamá tenía once años cuando ella (Vuestra Madre) se fue al cielo. El papá de Chin (su esposo) también vio el entierro. Entonces vivía en Quebrada Honda y dice que él vio esa caja de cristal. Que la bajaron a ella por el lado allá del río. Dicen los testigos que cuando llegaron al pueblo en la caja lo que había eran rosas. Otra vez ella desapareció…”


“Se vio la señal del sol”

(Interviene el esposo de Cándida, Ramón Muñoz Vicens, “Chin”, hijo del testigo de “Vuestra Madre” Juan Muñoz Vicens…)
 
“…Mi padre contaba que la caja estaba liviana y vieron que no había nadie adentro. Ella había desaparecido de la caja. Mi padre era hijo de discípulo (persona formada por Vuestra Madre) pero ya era grande cuando ella partió de esta morada. A él le dijo que un día llegaría un gran milagro a la Santa Montaña…”

“Aquí (Santa Montaña) vinieron videntes de Medjugorje,  dos muchachas, y se llenó con gente de toda la isla. Yo le pregunté a la policía -porque en ese tiempo tenía amistad con ellos-, que ¿cuántas personas más o menos había? «Más de siete mil almas hay aquí», dijeron.  Las dos muchachas estaban orando mientras el conglomerado de gente llegaba.”

“Entonces ahí, como a las tres y un cuarto de la tarde, se vio la señal del sol. Se elevaba para arriba, bajaba, cambiaba de colores, daba vueltas y la gente cayó toda de bruces al piso, asombrados y llenos de temor. Después el sol en un momento se volvió una luneta así de grande, enorme, mirando para el oeste, sin brillo. Esa fue una de las señales, milagros, más contundentes de la Santa Montaña”.
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