En sus primeras reflexiones sobre el matrimonio igualitario, Doug Mainwaring argumentaba desde la lógica, la razón y su experiencia personal. Así lo confidencia en una vibrante columna recién publicada en el portal The Public Discourse, titulada “Same-Sex Marriage vs. the Real Thing: A Gay Man’s View of the Big Picture”
Alguna vez él fue un activista homosexual y asiduo a los circuitos sociales que el ideario gay propone a sus miembros. “Sin embargo –advierte Doug-, como ya narré en Public Discourse el año pasado, una vez que empecé a pensar, razonar, y a examinar mi vida, sucedió algo extraordinario… no podía parar. La razón me permitió reconocer la ley natural, lo cual me llevó a rechazar algunos de mis antiguos modos de pensar y actuar. La razón, entonces, me hizo reconocer a Dios”.
“Ahora soy Cristiano”, continúa relatando este ex activista del lobby gay… “y aunque me siento atraído hacia personas de mismo sexo -o, precisamente, porque tengo esta atracción- me maravillo ante la extraordinaria importancia del matrimonio, para el plan eterno de Dios. El matrimonio está bajo acoso porque se sitúa en el corazón de la Buena Nueva del Evangelio”.
No se considera “filósofo ni teólogo”, reconoce que tampoco tiene estudios superiores, pero afirma ser un observador informado y contribuir con los mejores argumentos que le es posible. Como alguien que hizo apología de la revolución sexual, y como un hombre gay que alguna vez promovió el matrimonio para personas del mismo sexo, esto es lo que ha concluido…
Involucrados en una batalla espiritual
«No importa lo que leas o escuches, el corazón de la batalla sobre la redefinición del matrimonio y la imposición de la ideología de género en la cultura, no se da en nuestros tribunales, legislaturas, urnas, o medios de comunicación. Esto no es un tira y afloja entre los partidos políticos, entre izquierda y derecha, conservadores y liberales. Del mismo modo, esto no es una batalla de "gay contra heterosexuales". Y aunque el debate sobre la libertad religiosa es necesario, si sólo nos quedamos en esto, perderemos el norte.
Considerando todos los aspectos, se trata de la guerra de un reino contra otro. En el fondo, es una batalla espiritual.
Aceptar esto como una batalla espiritual, implica profundas consecuencias personales. Cada uno debe examinar y tratar su propia pasividad y culpabilidad espiritual si casualmente abrazó los caminos del mundo. Cada uno de nosotros es responsable. Esta batalla depende de una sola cosa: la vibrante creación de una cultura del matrimonio basada en la participación de millones de personas que valoran y se comprometen con la verdad espiritual del matrimonio. Es de vital importancia que las personas se comprometan no sólo con los aspectos estructurales y tradicionales del matrimonio, sino también con su componente espiritual. El futuro descansa sobre nuestros hombros, los tuyos y los míos.
Hoy muchos regañan a quienes nos oponemos al concepto de matrimonio entre personas del mismo sexo, diciéndonos: "La batalla sobre el matrimonio ya se ha decidido. Ya basta". Y por el momento, como realidad política, esto podría ser así. Sin embargo, debemos ser conscientes que hay una realidad superior que es más importante: la realidad espiritual. Mientras que la batalla política podría haber terminado, al menos por un breve tiempo, la batalla espiritual está apenas comenzando.»
El rápido cambio desde la igualdad de derechos hacia el matrimonio homosexual
«No fue hace tanto tiempo que activistas LGBT como yo estábamos luchando por la "igualdad de derechos". Nosotros sólo queríamos tener los mismos beneficios que obtienen las parejas casadas. Pero entonces, de repente, con la velocidad del rayo, cambió la discusión. La batalla ya no era sobre derechos y beneficios, la batalla era sobre una conocida palabra de diez letras: "matrimonio".
Hace poco, recién el año 2010, incluso el Washington Post luchaba más por las uniones civiles que por el matrimonio para las parejas del mismo sexo. »
(…)
El corazón del problema: nosotros
«Hay un sorprendente rasgo de tiranía en todo esto. Los hombres y las mujeres que se atreven a transparentar sus reservas sobre la noción de matrimonio para personas del mismo sexo son denostados públicamente y el castigo se aplica con rapidez. Ni algunas destacadas y poderosas figuras de la tecnología, la medicina o de Wall Street quedan inmunes. Y cada día obligan a propietarios de pequeños negocios -floristas, panaderos, fotógrafos- a renunciar a lo que les indica su razonamiento, su intelecto y su conciencia con el fin de cumplir con la nueva y superior definición de matrimonio.
¿De dónde viene esta tiranía, esta furia poderosa, esta fiera, esta voluntad sobrenatural que impone se cumpla esta nueva ideología?¿Cómo es qué surge de forma tan repentina en nuestra nación –y de hecho en todo el mundo- esto del matrimonio entre personas del mismo sexo? Hace sólo unos pocos años era una idea ridícula, absurda. ¿Por qué este nuevo y extraño rumbo sacude al planeta y con un ritmo tan frenético?
Lo que ahora vemos, ocurre porque los cristianos hemos permitido que nuestras mentes se apaguen, se oscurezcan y corrompan. Hemos permitido que esto suceda, no por maldad hacia Dios o malas intenciones, sino porque nuestras mentes pasivas nos llevaron a vidas pasivas; a ser testigos débiles, impotentes, erráticos o al menos confusos del Evangelio y de la vida de Cristo.»
Una gran victoria para el diablo
«En pocas palabras, el mundo ha hecho un mejor trabajo evangelizándonos a su modo, en lugar de haber evangelizado nosotros al mundo con la magnífica buena nueva del Evangelio.
Defender los derechos constitucionales y la dignidad humana de quienes se sienten atraídos hacia su mismo sexo es una cuestión de decencia humana básica. Pero el matrimonio entre personas del mismo sexo es algo completamente diferente. Como homosexual, permítanme hacer una declaración que tal vez parezca sorprendente: el matrimonio entre personas del mismo sexo es una gran victoria para el diablo, mucho mayor de lo que nunca fueron o serán los actos homosexuales individuales. El matrimonio entre personas del mismo sexo se burla de la relación de Cristo con su Esposa, la Iglesia. Esta es la fuente de la furia que se lanza contra quienes se oponen al matrimonio entre personas del mismo sexo.»
(…)
«Es imposible comprender la importancia de esta batalla, si se considera sólo la perspectiva terrenal y no la celestial. El matrimonio permite a la humanidad gustar el cielo, el plano de eternidad que espera a todos quienes pertenecemos a Jesucristo. La complementariedad nunca ha sido secundaria en el plan eterno de Dios. Es un elemento central, que revela las intenciones del corazón de Dios. De hecho, su existencia nos informa del amor esponsal de Dios para su pueblo.
Si la complementariedad es expulsada del lenguaje cultural y borrada de nuestras mentes, será casi imposible percibir la plenitud de los propósitos de Dios…»
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