Tervel Dlagnev podría presumir de haber conquistado logros que el mundo aplaude. Por años se esforzó para ser un campeón olímpico de Lucha Libre, categoría peso pesado, y hoy es el orgullo del equipo norteamericano. Pero Tervel no pierde el rumbo. Con 30 años y confiado en obtener un buen resultado en estos sus últimos Juegos Olímpicos, asegura que cultivar la relación con Dios es lo fundamental de su vida. Todo lo demás, secundario, sentencia.
"No habría manera de que yo llegase a convertir la lucha libre en un ídolo para vivir sin Dios. Él me ha mantenido a ras de piso. Uno siempre está tratando de subir al pedestal más alto, y Él me ha bendecido con toneladas de verdad", dice con pasión Tervel. "Si lo aparto a Él del lugar más alto en mi vida, todo sería sufrimiento. Jesús es mi vida, y ha sido genial poder experimentarlo a través de este deporte que me apasiona".
En la Universidad de Nebraska (en Kearney, USA) continuó practicando la Lucha Libre y obtuvo diversos títulos, liderando a su equipo hasta obtener la primera posición en el campeonato nacional del año 2008. Luego y entrenado por el afamado luchador ya retirado Tolly Thompson, Tervel ascendió hasta representar a Estados Unidos en los Juegos Olímpicos.
En la estera de la lucha encontró a Cristo
"Yo no crecí en la iglesia, pero mis padres trataron de enseñarnos buenas costumbres. Eran de Bulgaria y realmente habían sido dañados por la experiencia comunista. Así es que durante adolescencia yo era un ateo declarado", recuerda. "Solía tener problemas pues maldecía mucho, y algunos de los chicos de mi equipo me cuestionaron por ello. Traté entonces de ser una mejor persona. Pero fue cuando un amigo me compartió el Evangelio, que algo hizo eco en mí".
Este despertar a la fe continuaría luego en la universidad… su equipo de Lucha Libre era parte de la Asociación de Atletas Cristianos. No tardó Tervel en abrirse a Cristo y comenzar a madurar espiritualmente. "Dios se me estaba revelando. Siempre he sido muy intelectual, y Él me mostraba cuáles de mis pensamientos no estaban en línea con mis emociones ", dice. "A través de eso y la lucha libre, que es un deporte muy personal, llegué a conocerme y sentirme humillado por la revelación de que yo era un pecador. La Biblia podía mostrarme el camino…".
La Gloria es de Dios
Obtenga el oro, la plata, el bronce o nada en las Olimpíadas de Río, este luchador profesional sabe que son para él las últimas. Dios ha estado con él y tiene claro que lo seguirá apoyando en su futuro, cuando entrene a nuevos exponentes de este deporte…
"El mío ha sido un proceso fresco, y estoy emocionado de ver que Dios me lleva. He sentido su presencia a través de todo esto; le he pedido que me muestre su voluntad y lo ha hecho… Él ha tenido puesta Su mano en todo este proceso. Yo sólo quiero darle a Él toda la gloria".
Sin fe, finaliza, nada en su vida deportiva o personal habría sido posible. Vivir así le da paz. "Ha sido liberador comprender que sin Dios yo no sería capaz de hacer nada de esto”.