Jaime Mayor Oreja (San Sebastián, 1951), actualmente eurodiputado por el Partido Popular de España y vicepresidente del Grupo Popular Europeo en la eurocámara, ha sido diputado en el Congreso de los Diputados, ministro de Interior (1996) y candidato a lehendakari en el País Vasco.

 

El político visitó recientemente Málaga para abrir el acto de entrega de los Premios Gálvez Ginachero, otorgados por la Asociación Pro Beatificación Gálvez Ginachero y el Colegio de Médicos. Tras su conferencia concedió unos minutos de entrevista a la Diócesis Málaga alentando a la participación de los católicos en política.

 

 

¿Qué ha supuesto para usted conocer la figura del Dr. Gálvez Ginachero y participar en esta entrega de Premios?

Ha supuesto la oportunidad de conocer una trayectoria ejemplar. El libro "José Gálvez Ginachero. Doctor de cuerpos y almas”, de D. Francisco García Villalobos, me ha permitido llegar a él. Ha sido una gran oportunidad para conocer a una persona que fue ejemplar como cristiano, como médico, como ginecólogo y que, sin duda, ha dejado un legado muy importante para esta ciudad de Málaga. Hay unas palabras que pronunció el que era entonces Obispo de Málaga, el cardenal Ángel Herrera Oria, cuando falleció el Dr. Gálvez, con las que hace un recordatorio precioso de la figura de Gálvez y plantea que queda ya para siempre para Málaga. Cuando una persona es una referencia de la verdad, deja poso.

 

¿Es posible ser católico y político, político y católico?

Es perfectamente posible y es tan fácil o tan difícil como ser carnicero y buen católico, o deportista y buen católico. Recuerdo que una vez me dijo el ministro del Interior de Alemania que yo tenía un problema: no podría ser presidente del Gobierno de España porque aparecía como demasiado católico. En aquel momento me llamó la atención que me lo dijesen porque lo que yo tenía claro es que tendría que ser mucho mejor católico de lo que soy pero es verdad que lo que parecía una expresión de la moda dominante es una realidad: la falta de fe es determinante en la sociedad en la que vivimos. Hoy día, en la vida pública, ayuda mucho menos que antes el ser católico pero eso no significa que no seamos más importantes que nunca en cuanto al testimonio que podamos dar. 

 

¿En qué consiste la plataforma NEOS que está usted impulsando?

El objetivo es abordar los problemas de verdad. Los problemas no son los impuestos, aunque sean muy importantes y yo también creo que hay que rebajarlos, pero ese no es el debate clave. El debate clave es que se está tratando de sustituir, reemplazar y destruir un orden social basado en fundamentos cristianos por un implacable desorden social. Y este debate, que es el importante, el de los fundamentos, no se da en los medios de comunicación, ni en la política, porque estamos en otros temas. Y sigue avanzando la crisis y seguimos sin diagnosticar la raíz de la misma que es que hemos perdido el sentido de la trascendencia, la fe y, cuando esto sucede, llega el desorden. Estamos en el final de una etapa. 

 

¿La familia está en crisis? ¿Por qué cuesta tanto el compromiso, por qué se abandona? 

Hay una crisis, que es la crisis de la verdad, y la familia es la institución de la verdad por excelencia, por eso es la institución que sufre especialmente la crisis. En la familia somos de verdad lo que somos. Cuando damos una conferencia somos lo que parecemos ser pero en casa somos lo que somos. Se está dando la obsesión de que nuestra referencia, como único elemento sólido, es el dinero, y eso deja fuera el matrimonio, la familia, la vida… y nos hace aproximarnos a un cierto desorden social, que es el que vivimos. La defensa de la familia es esencial, igual que la batalla de la vida que nunca la podremos perder. 

 

 

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