Szymon cumplirá 23 años este año 2024 y Kuba 18. Sus padres, Marta y Andrzej Witecki se sienten padres realizados. "Estamos a favor del SÍ. Son nuestras perlas de la vida" dice Andrzej Witecki. "Estos niños no tienen la culpa de que por casualidad se combinaran en esta célula, que tenía un cromosoma de más. Detrás de esta alteración siempre hay un hijo de Dios" señala su madre, llamando a las mujeres a no eliminar a los niños con Síndrome de Down.

 

Marta, la madre, cuenta que “fue todo un shock” el enterarse de la condición de su hijo, porque durante el embarazo las ecografías no lo mostraban. Tras un parto breve, de apenas 40 minutos, “al mirar a mi hijo noté los primeros síntomas del síndrome de Down y fui la primera en decírselo a mi marido”. Luego el médico lo confirmó y estos padres no podían ocultar que estaban asustados…

 

"Confieso que al principio fue un poco chocante para nosotros, porque a todo padre le gustaría que su hijo naciera perfectamente sano, que obtuviera 10 puntos en la escala de Apgar y que se desarrollara bien, pero estábamos convencidos de que con la ayuda de Dios lo conseguiríamos", señala Andrzej, el padre, y su esposa corrobora: "nos enfrentábamos a una tarea que no esperábamos, pero confiábamos en que Dios nos ayudaría ¡y así ha sido!"

 

La fe, el apoyo de sus familiares y amigos, la certeza de contar con Dios fueron el gran soporte para estos padres. El temor dio paso a la alegría y al poco tiempo decidieron adoptar a un nuevo hijo que también había nacido con la misma condición. Kuba tenía 16 meses cuando lo adoptaron y tan solo dos semanas después de firmar todos los documentos, su nuevo hijo estaba en casa. "Estamos a favor del SÍ y estábamos seguros de hacer lo correcto. Rezamos por ello. Pedimos un préstamo para un piso en el peor momento posible, sacamos adelante una familia de siete miembros con un solo sueldo y pagamos el préstamo, y nunca nos faltó de nada. Si Dios da un hijo, también te dará lo que necesites para tu hijo”, arenga con total convicción Andrzej Witecki.

 

Szymon y Kuba, ambos hermanos con Síndrome de Down, acuden a la misma escuela. Después de algunos meses en que los llevaban en coche ya han aprendido a ir y regresar solos. "Tampoco teníamos elección, porque íbamos a tener más hijos y queríamos que fueran lo más independientes posible. En casa, hacen las tareas diarias y ayudan. Ellos mismos colaboran con la cena y se preparan para irse a la cama", comenta Marta.

 

Enfrentarse al hecho de que empiezan "a darse cuenta de la realidad que se van a perder", dice la madre, es lo más complejo. Así -prosigue Marta- cuando Szymon vio a su hermano Janek prepararse para irse de casa, no paraba de decir que ojalá él también hubiera crecido así y pudiera hacerlo. "Con su nivel de funcionamiento intelectual esto no es posible y yo se lo explico. Las oportunidades de emplearlos y que ganen su dinero son mínimas. No hay muchas empresas que acepten a estas personas para trabajar".

 

Pero a pesar de todas las dificultades que han vivido y las por venir se sienten "realizados" como padres. "Vivimos momentos de alegría junto a nuestros hijos. Nos alegramos cuando crecen. Se abrazan, dicen «te quiero papá, te quiero mamá». Son nuestras joyas de la vida", afirma Andrzej.

 

Y a Dios solo le agradecen, Él es la roca firme en sus vidas… "A menudo le pregunto si vamos en la dirección correcta y Dios nos lo confirma”, confidencia Marta.

 

Cada 21 de marzo se celebra el Día Mundial del Síndrome de Down. La fecha es simbólica, ya que el Síndrome de Down es un trastorno cromosómico causado por la presencia de un cromosoma extra en el par 21 de los cromosomas. En este día, los calcetines de colores disparejos son un símbolo de solidaridad con los hijos e hijas de Dios que viven con esta condición.

 

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