Lo que ha revelado al portal digital católico "Deon" una joven esposa y madre polaca -que se identifica sólo como Bárbara-, es una experiencia con la cual muchos se pueden sentir identificados.

 

Ella era una católica consciente de no ser muy fervorosa ni devota en su relación con Dios y que, en una peregrinación a pie hacia el Santuario mariano de Częstochowa, sintió el honesto anhelo de crecer junto a su esposo e hijos en oración. Pero, al regresar al hogar estaba llena de dudas y temores. Y entonces recibió el auxilio de la Santísima Virgen. Este es su sencillo y emotivo relato:

 

 

 

"Por el camino hacia Częstochowa, los peregrinos contaban hermosos testimonios que habían experimentado en sus vidas. Otros mencionaban lugares santos que habían visitado. Escuché con gran emoción a cada uno de ellos. Pensé entonces… «Qué débil es mi fe, qué poco rezo en mi vida cotidiana, no voy a ninguna parte, no pertenezco a ninguna comunidad...» Me vi tan pequeña entre estos peregrinos que me entristecí.

 

De pronto cuando escuché el testimonio de fieles que rezan con familias enteras, que se arrodillan y rezan juntos las oraciones de la noche y de la mañana, y que esto es tan edificante para ellos y une a las familias, me emocioné hasta las lágrimas. Pensé: «Pero esto es hermoso y parece tan sencillo... Y a la gente le resulta tan fácil».

 

Luego recordé a mi familia. Qué hermoso sería si nos arrodilláramos juntos ante la imagen sagrada para rezar al final del día, dando gracias a Dios Nuestro Señor por el día transcurrido y por la mañana... para empezar un nuevo día.  Pensé: «¿Por qué no pido esto en casa? ¿Creo que puede ser difícil? ¿Quizá no lo quieran? ¿Quizá soy la única que lo quiere y ellos no? ¿Y si se ríen de mí? ¿Quizá les desanime a rezar?»; y recordé las palabras de Nuestro Señor: «Donde dos o tres están reunidos en Mi Nombre, allí estoy yo en medio de ellos».

 

Lo deseaba tanto, pero algo me decía que probablemente era imposible en mi familia y lloré de impotencia. Después de volver a casa, estuve pensando en ello durante unas dos semanas.

 

Al final, decidí intentarlo y preguntar. «¡Puede que estén de acuerdo!», me dije. Esperé el momento oportuno, primero un día, luego otro y otro... No quería meter la pata. Esperé a que todo el mundo estuviera tranquilo, calmado y sin nervios ni prisas.

 

Era domingo. En el sermón, el sacerdote habló de cómo son nuestras oraciones, que a menudo se dicen sin querer, descuidadamente. Planteó a la asamblea la pregunta: «¿Cuántas familias rezan juntas?» y en seguida él mismo respondió: «Probablemente no muchas». Luego el sacerdote también preguntó: «¿Las madres enseñan a orar a sus hijos, o sólo las abuelas?»

 

El sermón del cura me dio la esperanza de que era un buen momento para preguntar a la familia. Pensé: «Todo irá bien».

 

Imagen gentileza de Becca-Tapert - Unsplash

 

Llegamos a casa y empecé a preparar la cena. Quería sacar el tema de la oración tranquilamente, en la mesa. Cuál fue mi sorpresa cuando mi marido, que casualmente estaba en la cocina, se refirió de repente a la homilía en la iglesia: «El cura ha hecho un buen sermón hoy», dijo. Yo ya estaba contenta y segura de que hoy todo saldría bien. Empecé a asentir a mi marido con la cabeza. Y de repente, ¿saben qué pasó? Mi propio marido sugirió que, ya que la gente reza tan poco, ¡quizá deberíamos empezar a rezar juntos!

 

Me quedé helada de felicidad, levanté la cabeza y dije: «¡Madre de Dios, cómo me has arreglado esto! Sabías cuánto lo deseaba». Por supuesto, rápidamente se lo confirmé a mi marido: «¡Claro, incluso desde hoy!» Estaba rebosante de felicidad y mi alegría sigue siendo indescriptible hasta el día de hoy. Se lo prometí a Nuestra Señora: «Madre, me has ayudado tanto, que me aseguraré de que este arrodillarse juntos en oración no se interrumpa nunca».

 

Lo conseguimos con la ayuda de Dios. Desde hace unos 7 años rezamos todos los días con los niños sin interrupción. Es hermoso rezar juntos, hay alegría, unidad y solidez en la familia.

 

Quería compartir este testimonio. Que sirva de ejemplo de que, si deseamos mucho algo que nos lleve a Dios, la Virgen nos ayudará. Ella hará incluso más de lo que esperamos. Que la Virgen los ayude y los conduzca a Nuestro Señor Jesús".

 

 

Fuente: Deon.pl

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