Santa Catalina de Génova (1447-1510) fue una mística italiana que, además de su vida de caridad y profunda unión con Dios, es conocida por sus escritos teológicos. Uno de sus textos más influyentes es el Tratado sobre el purgatorio, donde aborda el estado de las almas purgantes y ofrece una perspectiva distinta de la experiencia de purificación después de la muerte.

 

A lo largo de su vida Catalina tuvo visiones místicas que le permitieron desarrollar una comprensión profunda sobre el purgatorio, viéndolo no como un lugar físico, sino como un estado del alma en el que esta se purifica en un proceso de amor y sufrimiento.

 

Luz divina

 

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Para la santa Catalina de Génova el concepto central del purgatorio -según se afirma en esta crónica publicada por El Pan de los Pobres- es el amor purificador. En su visión, el alma, después de la muerte, se enfrenta a la luz divina. Esta luz no es otra cosa que el amor infinito de Dios, que ilumina completamente a la persona, revelándole el contraste entre su pureza y la impureza del alma que aún no está preparada para estar en la presencia divina.

 

Catalina describe este encuentro como una experiencia intensa de amor, en la que el alma es incapaz de resistir la atracción hacia Dios, pero al mismo tiempo es consciente de su propia indignidad.

 

Consecuencia natural del amor de Dios

 

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En este sentido, el sufrimiento del purgatorio no es un castigo impuesto desde fuera, sino una consecuencia natural del amor de Dios. El alma experimenta un dolor interno, una especie de quemadura de amor, al saberse aún incapaz de unirse plenamente a Dios debido a sus imperfecciones.

 

Sin embargo, este sufrimiento no es desesperante, sino profundamente esperanzador. El alma sabe que está destinada a la unión con Dios y que el proceso de purificación, aunque doloroso, es un paso necesario y definitivo hacia esa meta. Es, por tanto, un sufrimiento voluntario, en el sentido de que el alma acepta con alegría este proceso de purificación, consciente de que es el único medio para alcanzar la unión plena con Dios.

 

Serenidad y total confianza

 

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Uno de los puntos más destacados del tratado es la serenidad con la que Catalina describe a las almas en el purgatorio. A diferencia de las descripciones medievales que enfatizan el castigo y el sufrimiento extremo, ella presenta una visión mucho más positiva.

 

Para Catalina, las almas purgantes están en paz porque saben que están destinadas a la salvación y que su sufrimiento es temporal. No hay en ellas rebeldía ni desesperación, sino una confianza total en la justicia y la misericordia de Dios. Es más, ella señala que el alma en el purgatorio no desea salir de ese estado hasta que esté completamente purificada, ya que reconoce que solo así podrá disfrutar plenamente de la visión de Dios.

 

Otro aspecto clave en su doctrina es la purificación del apego al pecado. Catalina insiste en que las almas en el purgatorio ya no tienen ningún deseo por el pecado. El pecado es visto en toda su fealdad y contraposición al amor divino. Así, el proceso de purificación no solo implica la remisión de las penas por los pecados cometidos, sino una transformación profunda del alma, de modo que queda completamente liberada de cualquier mancha o inclinación desordenada.

 

En cuanto a la duración del purgatorio, Catalina de Génova no especifica un tiempo determinado. Más bien, el proceso de purificación está más relacionado con el grado de apego al pecado que el alma tiene al momento de su muerte. Cada alma experimenta el purgatorio de una manera única, dependiendo de su situación espiritual al entrar en ese estado. Sin embargo, Catalina enfatiza que el purgatorio no es eterno, sino que tiene un fin: la plena comunión con Dios.

 

Comunión de los santos

 

 

El purgatorio también tiene una dimensión profundamente comunitaria. Catalina señala que las almas no están solas en este proceso de purificación, sino que cuentan con la intercesión de los santos y de las oraciones de los vivos. Además, las almas purgantes se benefician unas a otras a través de una especie de comunión espiritual.

 

Esta idea refuerza la visión cristiana de la comunión de los santos, en la que los vivos, los difuntos y los santos están todos unidos en un mismo cuerpo místico, en el que unos pueden ayudar a otros.

 

Amor, misericordia y esperanza

 

 

En resumen, la doctrina del purgatorio en Santa Catalina de Génova es profundamente esperanzadora y centrada en el amor de Dios. En lugar de ver el purgatorio como un lugar de castigo, ella lo describe como un estado necesario de purificación donde el alma se purga de todas sus imperfecciones para poder unirse plenamente a Dios. Este proceso, aunque doloroso, es aceptado con alegría por las almas purgantes, conscientes de que el fin último es la comunión eterna con el Creador.

 

El purgatorio es, por tanto, una manifestación del amor y la misericordia de Dios, que no abandona a las almas, sino que les ofrece la oportunidad de alcanzar la plenitud de la salvación.

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