El alemán Hans Joachim Lohre –conocido como Padre "Ha-Jo"- misionero en África de los Padres Blancos, fue secuestrado en noviembre de 2022 en Bamako (Mali) por los yihadistas cuando se disponía a ir a celebrar misa. En esta entrevista a Obras Misionales Pontificias explica cómo vivió el momento de su secuestro y su año de cautiverio entregado a la oración por sus enemigos, a quienes no les guarda rencor. Después de 26 años de entrega misionera en Mali, le espera un futuro vinculado al diálogo interreligioso.

 

 

Usted ha sido misionero durante 26 años en Mali. ¿Cuál ha sido su trabajo?

Mi nombre es P. Ha-Jo, soy un Misionero de África, también llamados Padres Blancos. Y desde 1981 he estado trabajando durante 26 años en Mali. He pasado 11 años trabajando en parroquias, lo que eso significa en Mali, que es un país musulmán, con un 75% de musulmanes.

Alrededor del 2-3% son cristianos -el 1% son católicos- y hay un buen número de personas que siguen la religión tradicional africana. Así que nuestra principal labor en la parroquia era acompañar a esas pequeñas comunidades cristianas. A veces sólo hay dos o tres familias. Organizamos numerosas sesiones de formación para catequistas y laicos. Después estuve trabajando en formación en Burkina Faso. Y también durante cinco años estuve acompañando a los jóvenes que se estaban planteando si Dios los estaba llamando a ser Misioneros de África. Entonces fue un tiempo de misión, vocación, animación.

Después, durante seis años, fui capellán de la Universidad Católica, que tiene un 80% de estudiantes musulmanes. Así que estuve allí, tenía un pequeño despacho, y muchas personas, jóvenes musulmanes, venían a mí para compartir sus dificultades con sus padres u otros asuntos… Un buen número de situaciones tristes, en las que el padre o la madre había muerto… Y muchas veces me decían: “Padre, lo que te he contado nunca se lo había dicho a nadie”. Así que estaba muy feliz con este trabajo. Y durante seis años también estuve dando clases de educación en valores a musulmanes y cristianos juntos. Y durante los últimos cuatro años, he estado trabajando en el diálogo cristiano-musulmán, siendo el secretario general de la Comisión Episcopal para el diálogo interreligioso con los musulmanes.

 

¿Qué relación había allí con los musulmanes? Ellos son la mayoría…

Sí, son la mayoría. Somos afortunados de que en Mali no haya guetos, en el sentido de que haya un barrio cristiano y otro musulmán. Sino que en la misma familia hay católicos, protestantes, seguidores de las religiones tradicionales y musulmanes. Entonces, en la vida diaria, nosotros vivimos en simbiosis, vivimos en armonía. Y para ello es muy importante ser conscientes de que el islam, la religión musulmana en África Occidental, está marcada por las cofradías y hermandades. Ellos quieren superar la letra del Corán, para tener una relación de amor personal con Dios. Como la Tijaniyyah, que es muy fuerte.

Se puede comparar en Europa con lo que llamamos terceras órdenes de los franciscanos o los dominicos. Me refiero a musulmanes que se inspiran en su manera de vivir su fe en un santo religioso o un líder. Entonces las relaciones han sido buenas hasta los últimos 20-30 años, cuando llegaron esos movimientos fundamentalistas, hasta 2012, cuando los yihadistas se apoderaron de dos tercios del país.

 

 

¿Qué pasó el 20 de noviembre de 2022?

El domingo de Cristo Rey del 20 de noviembre de 2022, salí de mi casa, de la comunidad. Iba a mi coche para decir misa en una de las comunidades cristianas de Bamako. Entonces, cuando abrí la puerta de mi coche, otro coche vino muy rápidamente por detrás, se puso detrás del mío y tres personas saltaron fuera.

Uno se me acercó y me dijo: “Padre, estás detenido”. Dije: “No, lo siento, tengo que ir a decir misa en la comunidad cristiana, en Kalabankoro”. Dijeron: “Basta, cállate. Podrás explicarte en la base”. Entonces, al mismo tiempo, alguien se acercó por detrás. Me rodeó con sus brazos y me arrastró hacia el coche, y el coche se fue.

Así que me pusieron unas esposas, una capucha en la cabeza, y se fueron. Cuando intentaba decir algo, me decían: “Cállate, tranquilízate”. Había un conductor y dos personas a mi izquierda y a mi derecha. Cuando pasamos por Kati, que es la ciudad donde los militares tienen las bases, me di cuenta de que ellos no eran militares, sino que era un secuestro yihadista.

Y tuve la gracia de permanecer perfectamente tranquilo, porque desde 2012 conocíamos el riesgo de que eventualmente nos secuestraran. No piensas en ello, del mismo modo que no piensas en que tengas un accidente cuando subes a tu coche. Pero cuando sucede, dices: “¡Oh, mala suerte la mía!”.

Así que me dije: “Ok, es un secuestro yihadista”. Así que por lo que había oído, sabía que trataban bien a la gente, como a la hermana Gloria, que estuvo cuatro años y medio en manos de los yihadistas. Y pensé: “Bien, sé dónde estaré durante los próximos seis o tres años, o cuatro años y medio, que parece ser el promedio. Dos años es un mínimo, tal vez un año, eso sería un milagro”. Pensé también en Viktor Frankl, quien dijo: han sobrevivido a los campos de concentración nazis no aquellos que se rebelaron o que odiaban a las SS, no aquellos que renunciaron a rendirse, sino aquellos que lograron darle un sentido a esa situación. Entonces, desde el principio, me dije: “El sentido que le voy a dar a mi tiempo de cautiverio es que hoy comienzo mi año sabático. Así que no tengo estrés con el trabajo, sino que tengo mucho tiempo para orar y profundizar mi relación con Dios”.

Y lo tercero que pensé fue en la historia de José en el Antiguo Testamento, que fue vendido por sus hermanos. Y luego, con el tiempo, se convirtió en uno de los peces gordos de Egipto. Y cuando sus hermanos vinieron a comprar grano, les dijo: las cosas malas que me hicisteis, Dios las ha cambiado en buenas. Y yo también, desde el principio, estuve convencido de que Dios sacaría algo bueno para mí, y para Mali y para la Iglesia, durante este tiempo de cautiverio. Soñaba, me decía: “Tal vez tenga que quedarme aquí tres, cuatro o cinco años, y un día me reuniré con uno de esos jefes yihadistas, hablaremos y luego se dará cuenta de que no, de que esta yihad armada no es buena. Y él dejará las armas y tendremos paz. Entonces, para tener paz en Mali, ¿qué son cinco años de cautiverio? Eso no es nada. Así que estoy dispuesto a ceder esto…”.

Bueno, entonces entregaron el coche a los yihadistas y nos internamos en el monte. Y el que estaba a mi lado dijo: “Padre, no tengas miedo. Nosotros somos los buenos. Somos de Al Qaeda. No somos del Estado Islámico, que mata gente. Te trataremos bien. No tengas miedo. Tú tendrás todo lo que necesitas”. Y por la tarde, cuando llegamos al pequeño campamento, habría cinco, seis. Y vino uno de los jefes con un gran saco de ropa.

Y me ordenó que me quitara la ropa. Porque como aquel día había sido el día de la peregrinación nacional, me había puesto una camiseta con la imagen de la Virgen, y en ella estaba escrito “peregrinación nacional”. Así que si un transeúnte pasara y me viera con esa camiseta podría reconocerme.

Entonces me la quité y pensé para mis adentros: “Te han alejado de tu familia, de tus amigos, de tus hermanos, de los estudiantes. No hay nadie con quien puedas contar. Me han quitado el dinero, mi teléfono, las llaves de mi coche. Me han quitado la mochila con la vestidura sacerdotal y el misal y todo… Y ahora me están quitando la ropa. Entonces lo único que tengo es mi vida desnuda”.

Entonces, él metió la mano en el saco y me dio una camiseta. Y en la camiseta estaba escrito: “Amo a mi rey”. Pensé: “Esto es increíble, es una señal de Dios. Lo único que nadie podrá quitarme jamás es mi fe y mi relación con Cristo Rey”. ¡Era la solemnidad de Cristo Rey! Así fue como viví el primer día.

Y debo decir que siempre me trataron muy bien. Nunca hubo una sola mala palabra o un mal gesto. Realmente tengo la impresión de que intentaron, al menos el primer grupo, todo para hacerme sentir lo más cómodo posible.

 

 

En un año de secuestro, ¿sentiste al Señor cerca?

Oh sí, sí. Me dije: “Esta es la ocasión para poner en práctica todo lo que crees en general”. Todos creen: Dios me ama. Pues bueno, esta era una ocasión de experimentar el amor de Dios y su presencia. En el camino, con la camiseta… ¡Fueron tantas las señales! El 24 de diciembre por la tarde pedí una radio, e intenté sintonizar algo, y encontré Radio Vaticano y pude seguir la misa de Navidad del Papa desde San Pedro. Entonces realmente me sentí en unión con la Iglesia.

Pasaba de cuatro a cinco horas rezando al día. Rezaba al menos durante dos horas, decía misa. Me traían pan recién horneado por la mañana, y lo usaba. No tenía vino, por supuesto. Y con ello celebraba misa, e imaginaba para mis adentros que estaba en una de las comunidades de Bamako y predicaba sobre el amor a los enemigos, como en el evangelio de hoy: rezad por aquellos que os persiguen. Y realmente podría orar de todo corazón por ellos. Ellos no son malas personas. Están equivocados, pero quieren lo mejor, quieren una sociedad basada en las leyes de Dios tal como se encuentran en el Corán. Quieren una sociedad donde no haya adulterio, ni robo, ni mentira.

Alguien les ha dicho que todos los problemas en Mali vienen del hecho de que los musulmanes no practican su fe como debería. Entonces eso es lo que quieren. Ellos se sienten realmente llamados por Dios para una misión. Es como si algunas personas hubieran estado en una secta durante algunos años y les hubieran lavado el cerebro. Así que no puedo odiarlos por esto. Rezo por ellos para que algún día puedan ver la verdad. Sí, pero no es fácil.

Sea como fuere, pasaba las 24 horas del día con Dios, en conversación con Él. Y este es un hecho sorprendente, sabiendo que los Padres Blancos, las Hermanas Blancas, todos sus amigos y todas sus comunidades y todas sus parroquias y familiares y el mundo entero estaban rezando por mí, incluidos los musulmanes, incluidos los musulmanes en Mali. Eso hizo que de los 371 días, pasé 368 días en perfecta paz, serenidad e incluso alegría.

Esa fue mi oración. Sabía que mi familia, mis amigos, todos estaban torturados por el pensamiento de… “¿Qué pasa con Ha-Yo? ¿Cómo estará? ¿Estará enfermo? ¿Estará maltratado? ¿Le estarán tratando bien?”. Por eso yo rezaba para que ellos también pudieran sentir un poco de la paz que yo tenía en mi corazón.

Y dos semanas después, en la radio, escuché que el presidente del Alto Consejo Musulmán, el Alto Consejo Islámico de Mali, pedía la manifestación de todos los líderes religiosos para protestar contra la inseguridad en Bamako porque habían secuestrado al padre Ha-Jo. Y después alguien me dijo que, desde el principio, se había pedido a todos los musulmanes que oraran por mí los viernes en la mezquita por la liberación de padre Ha-Jo.

Y gracias a eso fui liberado después de sólo un año. Hasta ahora, nunca nadie había sido liberado después de sólo un año. Y especialmente el hecho de que pasé todo este tiempo en paz interior. Entonces, es realmente vivir la comunión de los santos, ¿no? Esa fraternidad. Sí, me sentí realmente sostenido por las oraciones de tanta gente.

 

¿Merece la pena que la Iglesia siga en Mali?

¡Por supuesto! Quiero decir, la Iglesia es llamada por Dios… Uno de los últimos días estaba hablando con ellos y alguien dijo: “Pero dime, ¿qué hace un sacerdote en nuestros países musulmanes? ¿Habéis venido aquí para convertirnos?”. Entonces, por supuesto, no puedes decir “vengo a convertirte”, o “misión” es una palabra que no se debe usar.

Entonces tuve el reflejo de decir: “Bueno, los sacerdotes católicos, cristianos, hacemos lo que se supone que debemos hacer. Intentamos ser testigos del amor de Dios hacia todas las personas, especialmente hacia los pobres, los enfermos, los excluidos. Y la misión de Cristo es la de ser sus testigos entre todas las naciones hasta los confines de la Tierra”.

Y creo que es muy importante todo este ámbito del diálogo cristiano-musulmán, porque no habrá paz entre las naciones sin paz entre las religiones, tal como dijo Hans Küng.

 

¿Merece la pena ser misionero?

Sí. Nunca había sido más misionero que allí. Mi misión ya no era trabajar activamente para facilitar los encuentros en los diferentes grupos. Sino que mi misión era ahora rezar. Recé por el diálogo interreligioso. Recé por Iyad Ag Ghaly, recé por Amadu Koufa, por los líderes de Al Qaeda. Y sí, esa fue mi misión.

Y pensaba en todos esos jóvenes, porque son jóvenes. Entre ellos tienen de 16 a 26 años. Ellos están todo el día escuchando el Corán. Todo el día están escuchando sermones, todo el día escuchan canciones que exaltan la yihad. Y yo pensaba: “Estas personas realmente intentan estar a la altura de lo que está escrito en el Corán, en la Palabra de Dios”.

Entonces ¿qué pasa con nosotros los cristianos? ¿Tenemos el mismo deseo de conocer la Palabra de Dios y ponerla en práctica y, realmente, convencer a otros? Cada día, cuatro, cinco o seis veces venían y me decían: “por favor, por favor, hazte musulmán para poder salvarte”. Ellos querían que me salvara. Porque de lo contrario, si eres cristiano, irás al infierno.

Bueno, esta es la interpretación fundamentalista islámica. Nunca jamás uno de los musulmanes de Mali te diría esto. Saben que todos somos hijos de Dios. No, pero para los fundamentalistas, no.

 

¿Les ha perdonado?

Sí. No hubo ningún problema. Desde el principio, después de tres horas, cuando me entregaron a los yihadistas, le dije al que me había dicho “padre, estás detenido”; le dije: “Lo que has hecho es muy malo. Esta no es la voluntad de Dios”. Y él dijo: “Espero que algún día puedas perdonarnos”.

Y luego, después del primer lugar de encuentro vino otro y me dijo: “Por favor perdónanos si te hemos hecho algo que no te haya gustado”. Y lo mismo dos días antes de ser liberado, cuando iba a ser entregado a las personas que me trajeron de regreso a Alemania, el conductor me dijo: “Por favor, perdónanos si hemos hecho algo que no te haya gustado”.

 

¿Cuál es ahora tu futuro?

¿Mi futuro? Bueno, pues lamentablemente no puedo volver a Mali. Pero como estoy convencido de la importancia del diálogo interreligioso también aquí en Europa, los Misioneros de África tienen varias comunidades en Francia, en Alemania, en Liverpool, que trabajan en este ámbito del diálogo interreligioso. Así que lo más probable es que vaya a Marsella en esa comunidad a partir del próximo mes de septiembre.

 

¿Qué mensaje nos darías a los que apoyamos la misión de la Iglesia desde nuestros países?

Lo que he experimentado realmente es que nuestra fe cristiana no son sólo palabras, sino que es real, real, real. Así que, por favor, simplemente confiad en las palabras de Jesús. Si él dijo: “Yo estoy contigo todos los días hasta el final de tu vida”, esto es cierto. Y si te encuentras en situaciones difíciles, por favor, no te desesperes. Sino que tal como decía Viktor Frankl, pregúntate: “¿Qué te está pidiendo Dios a ti ahora? ¿Cuál es la misión que te encomienda a través de esto -la enfermedad o lo que sea-? Intenta vivirlo con el Señor.

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