Antonia Salzano no oculta la emoción para hablar de su hijo, Carlo. Un joven que desde muy pequeño forjó una inusitada identidad católica; cuyo legado de amor y fe en el Misterio Pascual se ha prolongado hasta la actualidad. En un relato publicado en la revista italiana Huellas, Antonia explica que provenían de una familia tradicional, sin hábito por frecuentar  la iglesia y su hijo debido a un rasgo propio e innato, manifestaba una particular sed de Dios. “Carlo me hacía muchas preguntas profundas a las que yo no sabía responder. Me quedaba perpleja ante su devoción. Era tan pequeño como seguro y entendía que era algo suyo, pero que también me implicaba a mí. Fue así como empecé mi camino de re-acercamiento a la fe y le seguí”.
 
Cada vez que pasaba por delante de las iglesias, recuerda que él le decía: «Mamá, vamos a entrar a saludar a Jesús y le rezamos una oración». Luego, el asombro fue mayor cuando descubrió que su hijo leía a solas la vida de los santos y la Biblia.
 
La fe se hace vida
 
En esta senda conocieron al padre Aldo Locatelli, sacerdote que acompañó espiritualmente a Carlo quien al poco de conocerlos le dijo a la madre: «Hay niños a quienes el Señor llama desde pequeños». Como un signo de esta innata espiritualidad el muchacho recibiría la Primera Comunión en el silencio de Dios que latía en el monasterio de Bernaga (Perego, Italia), el 16 de junio de 1998.
 
La de Carlo era una vida sencilla, pese a vivir en un hogar relativamente acomodado. Siempre fue austero y vivió la fe como un acontecimiento diario, relata su madre. “Decía frases que me desconcertaban como: «La Eucaristía es mi autopista hacia el Cielo… somos más afortunados que los Apóstoles que vivieron con Jesús hace 2000 años. Para encontrarnos con Él basta con que entremos en la iglesia… Jerusalén está al lado de nuestras casas»”.
 
Después de cada celebración, recuerda Antonia, Carlo se quedaba para la Adoración Eucarística. Algo inusual para otros muchachos, explica y agrega que se confesaba con frecuencia argumentando… “Igual que para viajar en globo hay que descargar peso, también el alma para elevarse al Cielo necesita quitarse de encima esos pequeños pesos que son los pecados veniales”. Palabras sencillas, de niño, pero impregnadas de evangelio.
 
El hijo nutriendo el alma de su madre 
 
Tenía un carácter fuerte, decidido y disfrutaba “conectarse con el mundo” por Internet. Era un chico de su tiempo que en sus momentos libres jugaba Play Station con sus amigos, mientras que en el colegio -primero en el instituto de la plaza Tommaseo de las Hermanas Marcelinas y luego con los jesuitas en el Liceo León XIII- fue amigo de todos. Incluso los chicos no creyentes, recuerdan en sus escuelas, querían estar con él.
 
Sobre la austeridad del hijo, su madre recuerda que lo tuvo claro cuando se enfadó aquella ocasión en que ella quiso mimarlo comprándole un segundo par de zapatos, que a decir verdad no necesitaba. En casa nunca escondió cuál era la fuente de su felicidad, pues en su habitación tenía un gran cuadro de Jesús que estaba a la vista de todos. Cada vez que podía invitaba a sus compañeros para ir juntos a misa; insistía que se reconciliasen con Dios. “En un cuaderno con apuntes personales, escribió una vez: «La tristeza es dirigir la mirada hacia uno mismo, la felicidad es dirigir la mirada hacia Dios. La conversión no es otra cosa que desviar la mirada desde abajo hacia lo alto. Basta un simple movimiento de ojos»”.
 
La humildad tras la “vida distinta” del joven rico
 
En casa trabajaba como asistente doméstico Rajesh, un hindú. Entre él y Carlo nació una profunda amistad, hasta el punto de que Rajesh más tarde se convirtió y pidió recibir los sacramentos. Cuenta el hombre para revista Huellas: “Me decía que sería más feliz si me acercaba a Jesús. Pedí el Bautismo cristiano porque él me contagió y cautivó con su profunda fe, su caridad y su pureza. Siempre le consideré como alguien fuera de lo normal, porque un chico tan joven y tan rico normalmente prefiere llevar una vida distinta”. Pero Carlo no sabía qué significa una “vida distinta”. Estaba convencido que el dinero no se puede malgastar. Con sus primeros ahorros compró un saco de dormir para el mendigo que veía camino de la misa en la iglesia Santa Maria Segreta, también hacía donativos a los frailes capuchinos que daban de comer a los sin techo en la localidad de Viale Piave.
 
Encontrando a Cristo en la Eucaristía
 
En 2002 acompañó a sus padres al Meeting de Rímini, un encuentro anual que organiza el movimiento Comunión y Liberación. Quedó fascinado por la gente y las exposiciones que vio. Entonces se le ocurrió una idea: una exposición sobre los milagros Eucarísticos. Cuenta Antonia Salzano que su hijo “estaba convencido de que la gente podría darse cuenta que verdaderamente en la hostia y en el vino consagrado estaba el cuerpo y la sangre de Cristo. Que no hay nada simbólico, sino que es la posibilidad real de encontrarse con Él. En ese momento colaboraba en la catequesis y creía que este sería un modo nuevo de acercar al Misterio Eucarístico”.
 
De vuelta a Milán, se puso manos a la obra y sus conocimientos de informática le sirvieron para documentar todo el material en un valioso sitio web.

Luego pidió a sus padres que le acompañaran en una travesía por toda Italia y Europa para rescatar material fotográfico; involucró a todos los contactos que manejaba y explícitamente “agotó” tres computadores. Tres años después, la exposición estaba lista. Por un boca a boca inesperado, empezó a recibir solicitudes no sólo desde las diócesis más cercanas,  sino del mundo entero.
 
Llamado de Dios
 
En el verano de 2006, durante unas vacaciones, Carlo le preguntó una noche a Antonia: «¿Tú crees que debo ser sacerdote?». Ella le respondió honesta: «Lo irás viendo tú solo. Dios mismo te lo irá desvelando». No obstante, aquellos deseos se verían desafiados cuando Carlo enfermó de improviso. Pensaban que era una gripe, normal y corriente. Acababa de ultimar los detalles de una presentación audiovisual para los voluntarios de su colegio. Era un trabajo que le había llevado mucho tiempo y le apremiaba exponerlo. La fecha de la proyección era el 4 de octubre. Pero no pudo estar. Fue internado de urgencia en el Hospital San Gerardo de Monza y lo que parecía una gripe, era en realidad una leucemia fulminante, del tipo M3, considerada de las peores. No había ninguna posibilidad.
 
Antonia narra que las ocasiones en que las enfermeras le preguntaban a Carlo cómo se sentía, él respondía con un... «Bien. Pero hay gente que está peor. No despierte a mi madre, que está cansada y se preocuparía más». Pidió la unción de los enfermos y el 12 de octubre, fecha en que se celebra la festividad de la Santísima Virgen María en la advocación del Pilar y el día previo a la última aparición de la Virgen en Fátima, Carlo retornó a la casa del Padre.
 
Ofrecimiento por la Iglesia y el Santo Padre
 
La madre explica que "poco antes de morir Carlo ofreció sus sufrimientos por el Papa y la Iglesia. Ciertamente la heroicidad con la que afrontó su enfermedad y su muerte han convencido a muchos que verdaderamente era alguien especial”.
 
El día del funeral la iglesia y el cementerio estaba lleno de gente desconocida para la familia. Antonia dice que había personas “que no conocía de nada. Personas sin hogar, inmigrantes extracomunitarios, mendigos, niños... un montón de gente que me hablaba de Carlo. De lo que él había hecho por ellos, y yo no sabía nada. Me daban testimonio de la vida de mi hijo, y yo me sentía huérfana”.
 
Este el testimonio de una madre que entregó a Dios al hijo que hizo de su vida un testimonio del amor a Cristo presente en la Eucaristía. Durante el año 2012 se prepararon los antecedentes para iniciar el proceso de beatificación del niño en la diócesis de Milán.

 
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