La joven polaca que se identifica solo como Kinga en el digital católico Deon cuenta que los hechos comenzaron a sucederse a mediados de octubre de 2023, al ser ingresada en el hospital por un grave ataque de asma. El médico de urgencias la dejó en una sala de observación toda la noche, diciéndole que todo iría bien y por la mañana de seguro le daban el alta. Pero, aunque la nebulizaron y le inyectaron esteroides, su estado empeoró. De hecho, comenzó a generar una disnea, estando en reposo, y con el paso de las horas se fue complejizando su capacidad de respirar. Recuerda que hubo un momento al volver del baño, en que fue "incapaz de llegar a la cama y me quedé en el suelo casi sin aliento. Al final conseguí sentarme y me volvieron a poner oxígeno".

 

Por la mañana, la trasladaron a cuidados intensivos de Neumología, asistida con oxígeno. Cuenta que allí el médico de guardia viéndola inquieta, intentó tranquilizarla diciéndole que su estado suele ocurrir y que ajustando la medicación en unos tres a cinco días estaría recuperada. Al día siguiente Kinga dice que el nuevo médico de turno volvió a repetirle lo mismo. "Desgraciadamente, para sorpresa de los médicos, a pesar del tratamiento intensivo -8 inhalaciones al día, corticoides orales-, sólo había una leve mejoría. «No estás respondiendo a la medicación, no sabemos por qué» reconocieron los médicos y ordenaron nuevos exámenes en busca de la causa. El viernes por la mañana empeoré drásticamente: me ahogaba, sentada en la cama, luchando por coger aire con la boca abierta. Pulsé el timbre, el médico vino corriendo, preocupado; ordenó que me pusieran una inyección de esteroides para salvarme la vida y que me hicieran un electrocardiograma por ver si era un infarto. A la mañana siguiente el ataque se repitió y, de nuevo, la inyección de esteroides me salvó".

 

Kinga recuerda que al verse decayendo tuvo la luminosa certeza de que debía pedir la asistencia de un sacerdote que le administrara los sacramentos. Buscó desde su celular el número de teléfono del capellán del hospital y lo llamó.

 

 

El sacerdote pudo llegar pasada la hora del almuerzo, alrededor de las 15 horas y Kinga por fin recibió las gracias de Dios en los sacramentos de la Reconciliación, comulgando a Cristo Eucaristía y también por la Unción de los Enfermos. "Me dijo que se lo confiara todo a la Virgen pues Dios obra a través de las personas y el Señor Jesús cura a través de las manos de los médicos".

 

Ella dice que lo escuchó, pero no rezó pidiendo la salud a Dios. Se sentía agradecida, aliviada, "porque si moría, al menos no sería sin confesarme y comulgar". Ya solo esto le importaba a Kinga, estar en gracia de Dios. Agotada se durmió poco después de la partida del sacerdote.

 

"Al día siguiente me di cuenta de que me sentía mucho mejor. Llegar a urgencias, que estaba cerca de mi habitación, había sido antes un esfuerzo sobrehumano y ahora llegaba a un ritmo casi normal ¡como si no estuviera enferma! Mis sensaciones fueron confirmadas por los médicos: el vicecoordinador, que auscultaba a todos los pacientes cada día, dijo: «La primera vez que está bien». El viernes siguiente me dieron el alta. Doy gracias a Dios por la gracia que he experimentado. No tengo la menor duda de que hubo una intervención del Cielo. Por supuesto, los médicos hicieron todo lo posible por ayudarme, pero no hubo resultados, lo que les sorprendió. La mejoría radical se produjo después de recibir los sacramentos. ¡Alabado sea el Señor!"

 

 

Fuente: Deon.pl

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