“Bienaventurados los que lloran, porque recibirán consuelo”. Con esta palabra profética -citada en el evangelio de Mateo, capítulo 5, versículo 4- Jesús refiere también a una condición de la vida humana presente desde nuestro nacimiento y hasta la muerte: el dolor.
 
Al respecto Papa Francisco nos enseña que “al decir «bienaventurados los que lloran», Jesús no pretende declarar feliz una condición desfavorable y gravosa de la vida. El sufrimiento no es un valor en sí mismo, sino una realidad que Jesús nos enseña a vivir con la actitud justa. Existen, en efecto, formas justas y formas erróneas de vivir el dolor y el sufrimiento. Una actitud equivocada es la de vivir el dolor de manera pasiva, dejándose llevar con inercia y resignándose. Tampoco la reacción de la rebelión y el rechazo es una actitud justa. Jesús nos enseña a vivir el dolor aceptando la realidad de la vida, con confianza y esperanza, poniendo el amor de Dios y del prójimo también en el sufrimiento: el amor es lo que transforma todo…

Esto es precisamente lo que poco a poco iría comprendiendo en su alma la abogada, esposa, madre de cuatro hijos, María Margarita Cuellar, tras confirmarle los médicos diagnósticos de cáncer y esclerosis múltiple.
 
“Yo pensé: me gustaría ser más devota de la Virgen”
 
Criada en una familia numerosa -son seis hermanos-, desde pequeña sus padres les transmitieron la fe dándoles una formación católica y viviendo la devoción en familia: “Desde pequeña mi mamá acudía a unos grupos de oración en donde yo me enamoré de Jesús” recuerda María Margarita al iniciar diálogo con Portaluz
 
Siendo ya una mujer adulta, su confesor -el ya fallecido sacerdote jesuita Tomás Lombo Bonilla- le aconsejó prácticas de devoción cotidiana a la Virgen María. Ella lo dejó estar, hasta que en una misa celebrada por los Caballeros de la Virgen en la Catedral Mayor de Bogotá (Colombia), el 13 de mayo de 2009, tuvo una moción interna: “Sentí las ganas de seguir a la madre de Dios y pensé que sí me gustaría ser más devota de la Virgen María”, confidencia.
 
“Dile a Margarita que no se preocupe”
 
Sólo dos días después una amiga le comentó de un sueño que había tenido, en el cual la Virgen le enviaba un mensaje: “Dile a Margarita que no se preocupe que su vida la tengo cubierta con mi mano”. 
 
Transcurridos un par de meses Margarita acudió al médico por un dolor en su mano derecha. Le diagnosticaron esclerosis múltiple. En ese momento -dice- cuando el miedo amenazaba, recordó los consejos de su confesor, la misa en la catedral y lo soñado por su amiga; comprendió -agrega- que aquel sueño “era un mensaje que la Virgen me estaba mandando”, para enfrentar con fe la enfermedad.
 
Así, en especial durante sus momentos de oración ante el Sagrario comenzó a pedir la gracia de sobrellevar según la voluntad de Dios la enfermedad “…sabiendo que se estaba presentando en mi vida por alguna razón divina que yo desconocía” nos dice.  Buscando agradar a Dios, se le ocurrió luego invitar a rezar el rosario en su casa a personas del trabajo, amigos y miembros de su familia. Al finalizar, la persona que dirigía el rezo -que era el padre de uno de los compañeros de colegio de sus hijos- se acercó a ella y le dijo en confidencia: “La Virgen de Medjugorje estuvo aquí hoy”.  Margarita aunque nada sabía de esta advocación, dice haberse sentido de inmediato impulsada a conocerla... 
 
“Hijos míos os protejo con mi manto”
 
“En cuanto partieron de casa los invitados al rezo del rosario, me fui al computador -ni siquiera sabía cómo escribir Medjugorje- y empecé a buscar”. Pocos días después partió a la librería que está detrás de la Catedral Mayor para ver si tenían algún libro. De camino al lugar se quedó perpleja, pues “la vitrina de una tienda tenía pegada una estampa de la Virgen de Medjugorje con la leyenda: “Hijos míos os protejo con mi manto”.
 
Llegada a la librería se llevó dos libros y nada más abrir uno de ellos comenzó a leer el testimonio de una curación milagrosa mediada por la Virgen, a una mujer que padecía esclerosis múltiple.  Margarita no pudo evitar creer que era privilegiada por abundantes signos del amor de Dios y de la Virgen...
 
“Tú sabrás qué harás conmigo y por qué lo quieres”
 

Por ello ha enfrentado la enfermedad -comenta- también como una oportunidad de conversión; de ofrecer, reparar y así amar más a Jesús. “Aprendí a enamorarme del Sagrario”, destaca, mientras su rostro se ilumina con una sonrisa (ver arriba en imagen adjunta). 
 
Aferrada a su fe enfrentó luego, hace dos años, el diagnóstico de una nueva enfermedad: cáncer al pulmón. María Margarita se estremeció y al mismo tiempo que pensaba en sus cuatro hijos, en su esposo, tuvo la certeza de no estar sola. Nada había que temer... “la Virgen sí que me tiene cogida de la mano porque si no fuera por ella pues yo me hubiera desbaratado. Son dos noticias muy impactantes… yo empecé a orar y le dije a Dios «hágase tu voluntad, tu sabrás qué quieres conmigo y por qué lo quieres». Eso lo tengo claro”.
 
En los brazos de la Reina de la Paz
 
Debía comenzar la quimioterapia indicada por los médicos y hubo de internarse. Una de las doctoras al recibirla le sugirió que cuando tuviere un espacio de tiempo no dejase de subir a la terraza del edificio, pues era “agradable” contemplar la ciudad desde allí. Así lo hizo acompañada de su familia y fue de nuevo sorprendida, pues “apenas entré a la terraza estaba la Virgen de Medjugorje, una estatua de mi tamaño”. Recuerda que sus hijos le acercaron una silla para sentarse frente a la imagen...  “La miré y sentí que me decía... no me preocupe pues ella es mi mamá y está conmigo, sin importar la noticia que me den. Me emocioné mucho”.
 
Ese mismo día, tras aplicarle la quimioterapia, sus signos vitales cayeron abruptamente y un electrocardiogama pronto reveló “que estaba teniendo un infarto porque el corazón no podía bombear, al estar rodeado de un líquido que no le permitía moverse”, señala.  Mientras la preparaban para una maniobra quirúrgica que drenaría ese líquido, fue nuevamente confortada por Dios… Sin mucha conciencia entonces, María Margarita recuerda haberle preguntado al médico que estaba a su lado, si alguna vez había subido a la terraza y visto allí la imagen de la Virgen de Medjugorje. Por toda respuesta el doctor sacó de su bolsillo una estampita de la Reina de la Paz diciéndole: «A propósito, Ella le envió esto».
 
Hoy María Margarita no duda en afirmar que todas estas vivencias de intimidad espiritual… “no son coincidencias, sino que la Virgen de Medjugorje me busca y me protege y no me abandona, esa es la tranquilidad que tengo”.
 
“El sufrimiento y la enfermedad -agrega como reflexión final- es una forma de redención, de ayudar a Jesús a salvar almas; que con este dolor te pueda ayudar a ti, para que con mi dolor pueda salvar a alguien… Nada pasa en nuestra vida que no sea para nuestro bien mayor; lo que Dios permite, lo permite para nuestra salvación, aunque nosotros no lo comprendamos… Estamos llamados a aceptar la voluntad de Dios”.
 
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