Charles Hoffman nació en Berlín el año 1933, nueve meses después de que Adolf Hitler ascendiera al poder como Canciller de Alemania. Apenas había cumplido cuatro años y ya padecía las consecuencias de su origen… “Como niño judío estaba aterrorizado”, recuerda en un valioso relato -escrito en primera persona- recién publicado por The Coming Home Network. Sin embargo “por la gracia de Dios”, Charles logró huir junto a su madre abordando el 13 de mayo de 1939 el trasatlántico MS St. Louis, con destino a Cuba, donde les esperaba su padre.
Pero los cubanos les negaron el asilo a los casi 900 judíos del barco. Lo mismo sentenció luego el Congreso de los Estados Unidos y también el gobierno de Canadá. Tras refugiarse en Francia y Holanda, la mayoría de estas personas serían asesinados tiempo después por esbirros del régimen nazi. Charles y su madre salvaron la vida al refugiarse en Inglaterra. Cuatro años después lograron ser recibidos en los Estados Unidos. “Fue una bendición tremenda”, destaca Charles.
Cantor en la Sinagoga
Tras un tiempo de conocer a una joven, Irma, se casó en 1956, como era de esperar, bajo los ritos de la comunidad judía ortodoxa. Un año después todos celebraban que Charles obtuviera la licenciatura de Ingeniero Eléctrico en el Instituto Politécnico de Brooklyn (ahora parte de la New York University).
Tenía poco más de 23 años y nadie podía imaginar que este judío bien formado y fervoroso, al estudiar las raíces de su propia fe acabaría viviendo un auténtico terremoto existencial.
Las razones de la fe
Aunque había forjado amistad con algunos católicos en la universidad “nada de lo que decían estos amigos cristianos, ni la forma en que actuaban, me atraía a Jesús o al cristianismo”, comenta. Pero un proceso vital inesperado iniciaría cuando en un curso de literatura inglesa, le pidieron que analizara a un personaje histórico: Jesucristo. “Hasta ese momento -confidencia- no había leído el Nuevo Testamento (…) Sus enseñanzas me impresionaron; mi recelo era que Él (Jesús) reclamaba igualdad con Dios. Sentía que era importante defender la doctrina de la unidad de Dios. Además, Jesús no era el Mesías glorioso que me habían enseñado a esperar, sino un hombre que había sufrido y muerto. Como judío ortodoxo, sentí que no tenía más remedio que rechazarlo”.
Aun así, en los meses siguientes Charles no logró sacar a Jesús de su corazón; y se preguntaba cómo este judío, que le parecía respetuoso de su fe, podía declararse Hijo de Dios. Y que, “junto a 12 seguidores judíos”, pudo finalmente “comenzar una nueva religión llamada cristianismo”. Cuyos fieles, judíos y de otros pueblos, no temían morir defendiendo su fe en Jesucristo, Hijo de Dios, ¡llegando a ser más de mil millones de creyentes! ... “El Espíritu Santo me animaba a buscar respuestas investigando las creencias del cristianismo desde su fundación hasta el presente. En ese momento, no me di cuenta de que Dios convertiría esta investigación en un proceso de conversión”.
La verdad revelada
Como fiel judío ortodoxo -dice Charles- creía que la “fuente de la revelación” es tanto la palabra escrita (la Torá y otros escritos proféticos del Antiguo Testamento) como la no escrita de Dios (la Tradición, Talmud). Fue revelador constatar que los católicos -herederos de una primera comunidad de apóstoles y discípulos, nacidos judíos, seguidores de Cristo-, considerasen a la Sagrada Escritura y la Tradición como fuentes de la verdad revelada por Dios.
El trayecto en que buscó con pasión las respuestas le tomó años… “Había afirmaciones cristianas de peso que tuve que abordar: a saber, que el único Dios es una Trinidad de Personas; que Jesús, el Mesías, era Dios; que se hizo hombre; y que tenía que sufrir y morir. Empecé con el Dios único siendo una Trinidad ya que sentía que esta sería la clave para resolver los otros asuntos. Esta investigación me tomó varios años de estudio intensivo y oración mientras el Espíritu Santo y la abundante gracia de Dios me iluminaban gradualmente a la verdad. Teniendo el beneficio de haber sido criado en la Fe Judía, mientras más estudiaba las enseñanzas de Jesús, más me fascinaba, y más me desafiaba a descubrir quién era Él, qué hacía, y qué significaba para mi vida. Esto fue debido a que Jesús era un judío y por eso sus palabras me permitieron entender por qué Él era el Mesías que yo creía que aún no había llegado y aceptar a Jesucristo como mi Señor y Salvador. Siempre agradeceré a la Trinidad por permitirme comprender que el Dios de Israel estaba detrás del crecimiento del cristianismo, como lo había profetizado el rabino Gamaliel en Hechos 5:27-42”.
La autoridad dada por Jesús al Papa
La noche del 24 de diciembre de 1961, tuvo lugar un evento que cambió para siempre la vida de Charles Hoffman. Después de pasar un año tenso luchando con la posibilidad de convertirse al cristianismo y los efectos que esto podría tener en su familia, decidió ver la misa de medianoche por televisión. Transmitían desde la Catedral de San Patricio en la ciudad de Nueva York. “Fue durante la consagración, mientras el obispo elevaba la hostia consagrada, la miré y dije: «¡Creo! Mi Señor y mi Dios». Al instante, todas las tensiones dentro de mí desaparecieron, y me sentí en paz. Todo lo que había leído y estudiado sobre Jesús se reunió. ¡No más dudas ni deambular! Jesús es mi Salvador y mi Dios”.
De todas las iglesias cristianas que existían no tuvo dudas, señala, que sólo la Iglesia Católica tiene “la autoridad dada por Jesús, cuando le dio a Pedro las llaves del Reino, para ser el auténtico maestro de su Evangelio, junto con los demás Apóstoles. Desde los tiempos de Moisés, la autoridad que Moisés y Aarón recibieron de Dios se transmitió de generación en generación. De la misma manera, la autoridad dada por Jesús a Pedro se transmitió también a los sucesores de Pedro, a los obispos de Roma y a los obispos en comunión con él. Constituyen el Magisterio de la Iglesia Católica”.
El milagro de la fe al cuidado de María
Hoy, junto al amor por la Eucaristía, reconoce que su modelo de fe es la Santísima Virgen María. Toda su vida, destaca, le habían enseñado a honrar a las grandes mujeres judías del Antiguo Testamento. Gracias a su conversión, dice Charles, se hizo “evidente que la Santísima Virgen María era el ser humano más grande jamás creado, superior incluso a los ángeles (…) María no puede ser nunca un obstáculo para Jesús. Ella sólo puede llevarnos a una relación personal más cercana con su Hijo. Después de todo, ¿quién lo conocía mejor que ella? Tengo dificultades para entender por qué María es casi totalmente ignorada por la mayoría de los protestantes y muchos católicos. Si ignoramos a María, es porque realmente no conocemos a Jesús, ni como Dios ni como Hombre”, finaliza.