Siete años atrás Anita Barberio, tras cuatro meses y medio de embarazo, enfrentó junto a su esposo un fatal diagnóstico médico: el bebé que gestaba en su vientre padecía espina bífida con mielomeningocele, hidrocefalia, hipoplasia y disgenesia del cuerpo calloso. En concreto proyectaron que al nacer sería parapléjica; luego de afirmar que así tendría toda la familia una vida de penurias donde se la pasarían entre hospitales y dificultades diversas, los médicos ofrecieron una solución:
“Me recomendaron un aborto terapéutico, que obviamente no acepté. Decidí quedarme con la niña, darle todo el amor y afecto del mundo”, contaría Anita posteriormente a los programas de la televisión italiana “Storie vere” de Rai 1 y “La strada dei miracoli” de Rete 4.
Estremecidos por el fatal diagnóstico los esposos relatan que acudieron a la Parroquia Beata Vergine di Lourdes, en Ponticelli, localidad cercana a Nápoles (Italia), para recibir el consejo del padre Corrado Maglione. Allí no solo confirmaron su decisión por defender la vida de su bebé desde el amor, sino que apostaron todo a la fe. Anita comenzó entonces a participar a diario de la Eucaristía confiando en que Jesús, “médico supremo de mi hija” -puntualiza-, escucharía sus ruegos. Unos días después Anita y su esposo se motivaron a formar un grupo de oración que comenzó a reunirse en su casa, cada día, a las tres de la tarde, para rezar por todos los enfermos.
Pasaron los días y Anita se sintió llamada a rezar el rosario todas las noches y pedir la mediación de la Santísima Virgen María de Medjugorje, la Reina de la Paz. Incansable y al ritmo de las Ave Marías le decía a la Virgen que “tenía confianza y no importando cómo naciera la niña, se la llevaría (a Medjugorje)”. Apenas llevaba algunos días orando cuando conoció a una religiosa que fue para el matrimonio “un signo de cómo a veces el Señor siembra ángeles en nuestro camino terrenal, porque ella llevó personalmente nuestros ruegos a Medjugorje”.
Dios escucharía esas oraciones presentadas por la Santísima Virgen María. Pero no sólo les concedería la gracia de sanar a la niña pronta a nacer, según cuenta Anita en el siguiente extracto de las entrevistas en la televisión italiana…
¿Recibieron una verdadera curación, entonces?
Dos curaciones. La primera fue espiritual y se llevó a cabo en el corazón de mi esposo y en el mío, porque al final la habríamos aceptado tal como nació. Sólo queríamos quererla mucho. La segunda se refería a toda la patología de mi hija augurada por los médicos que no ocurrió. Tras nacer tuvo que someterse a una pequeña cirugía; sólo estuvo 11 días en el hospital y no los cuatro meses que proyectaron los médicos. Fuimos a Medjugorje, la apoyé al pie de la cruz y le dije a la Virgen: "Es tuya primero y luego nuestra". Mi bebé lloró, como si se hubiera liberado, para ella fue un renacimiento. Ahora tiene ya siete años… camina, baila y canta los cantos de Jesús.
Regresaste una segunda vez a Medjugorje llevando a tu hija, ¿qué emociones sentiste cuando volviste allí después de tanto tiempo?
Para mí fue una experiencia extraordinaria y única porque tuve la gozosa oportunidad de agradecer a la Virgen junto con toda mi familia: mi esposo y mis dos hijos, por el gran regalo de la curación de María Emilia. He emprendido esta peregrinación junto con Don Michele Barone, sacerdote del templo de Casapesenna "Mi Virgen y Mi Salvación", que es actualmente guía espiritual y punto de referencia para mi familia. Ante mis ojos vi la imagen de aquellos lugares a los que años atrás había viajado con sufrimiento en mi corazón, pero con una gran esperanza en mi alma. Ahora los he visitado experimentando una inmensa alegría por agradecer y alabar al Señor y a Nuestra Señora.
A la luz de este hermoso testimonio, ¿qué le apetece decir a nuestros lectores?
Que oren y amen siempre al Señor. Si oramos con fe podemos lograr cualquier tipo de sanación.
Regresaste una segunda vez a Medjugorje llevando a tu hija, ¿qué emociones sentiste cuando volviste allí después de tanto tiempo?
Para mí fue una experiencia extraordinaria y única porque tuve la gozosa oportunidad de agradecer a la Virgen junto con toda mi familia: mi esposo y mis dos hijos, por el gran regalo de la curación de María Emilia. He emprendido esta peregrinación junto con Don Michele Barone, sacerdote del templo de Casapesenna "Mi Virgen y Mi Salvación", que es actualmente guía espiritual y punto de referencia para mi familia. Ante mis ojos vi la imagen de aquellos lugares a los que años atrás había viajado con sufrimiento en mi corazón, pero con una gran esperanza en mi alma. Ahora los he visitado experimentando una inmensa alegría por agradecer y alabar al Señor y a Nuestra Señora.
A la luz de este hermoso testimonio, ¿qué le apetece decir a nuestros lectores?
Que oren y amen siempre al Señor. Si oramos con fe podemos lograr cualquier tipo de sanación.