Haber nacido en una familia donde fe y devoción eran experiencias tan vitales como el respirar, es algo que agradece y recuerda con alegría el empresario colombiano José Rodrigo Jaramillo. En su entrevista con Portaluz revive recuerdos significativos; en particular aquella imagen de su padre llevándoles a él y sus hermanos a misa cada domingo, entrando a confesarse y animándolos a que hicieran lo mismo. Desde entonces “siempre nos hemos confesado antes de la misa del domingo”, reitera.
 
Nacido en Medellín el 13 de febrero de 1956, en una familia dedicada a la actividad empresarial, del área metalúrgica, aprendió desde pequeño a desarrollar habilidades de liderazgo y una ética que pusiera en todo al ser humano y su desarrollo como prioridad. Con los años su hermana, hermanos y él mismo iniciarían nuevos emprendimientos.
 
“¡Haz lo que quieras de mí!”
 
Pero en Colombia hasta hace algún tiempo, quien destacaba podía ser un objetivo para delincuentes y terroristas. Así entonces el 30 de noviembre de 1984 miembros del grupo armado ilegal “Ejército de Liberación Nacional” (ELN) secuestraron a José Rodrigo. “Yo tenía 28 años y me estaban esperando los guerrilleros aquí en la entrada de mi casa. Pensé que me iban a robar el carro, pero pronto dijeron: «lo queremos a usted»”…
 
Con los pies de sus captores sobre el cuerpo, forzado a permanecer en el piso de un coche, vendado, amarrado, sin poder resistirse, sintiendo el cañón de un arma encima, temiendo por su vida, angustiado, se abandonó en las manos de Dios. “En ese instante le dije: «¡Dios mío perdóname si te he ofendido, me pongo en tus manos haz lo que quieras de mí!»” Nada más haber pronunciado esta oración de abandono sintió paz e incluso dicha. “No podía explicarlo y luego me preocupé, pensando que me estaba volviendo loco; porque ¿cómo podía estar secuestrado y contento?”. Comenzaba así un conjunto de vivencias que moldearían el alma de este hombre, en un proceso particular de conversión.
 
Dejarse amar por Dios
 
El terrible flagelo del secuestro lo han padecido miles de personas en Colombia: casi cuarenta mil entre los años 1970 y 2010 según estadísticas del Centro Nacional de Memoria Histórica. Tras el secuestro muchos son asesinados y quienes sobreviven padecen secuelas tanto físicas como psicológicas por años. Para José Rodrigo no sería así y está convencido que Dios, por mediación de la Santísima Virgen María, intervino de forma extraordinaria en lo que vivió…

“Nada más llegar al lugar de secuestro me quitaron mis ropas, quedé solo en calzoncillo  y estando siempre con la vista vendada”. Allí, reducido a permanecer sobre algo que le pareció era una cama, sin siquiera poder ir a orinar, llegó la primera noche y fue traumática dice, como si el tiempo no existiera. Pero finalmente al percibir a través de la venda que despuntaba la luz del día se sintió nuevamente confortado y su corazón se volcó a Dios.
 
“Tuve entonces una visión. El agua salía del costado del corazón de Jesús, vi que el mundo se alejaba, Jesús estaba a mi lado y le pregunté: ¿Señor y el mundo qué? Me dijo: «Todo está bien, tranquilo». Me mostró lo que yo había amado y me di cuenta que había amado muy poquito. Le dije: Señor, ¡qué importante es amar!, y me contestó con una impresionante voz, muy dulce y viril: «…Y dejarse amar por Dios». Me mostró entonces un océano gigante que no veía donde terminaba; supe que se llamaba océano de misericordia, luego vi flotando una chispita muy pequeña que era mi alma; luego vi otras chispitas pequeñas, que eran las personas que yo había amado o me habían amado. Entonces le dije: Señor nunca en mi vida desaprovecharé una oportunidad para amar. En ese instante se soltó esa visión”, testimonia el colombiano José Rodrigo Jaramillo.

Un rosario meditado, puente de la liberación

Confortado y casi como si estuviere en otro lugar cuenta que sintió la necesidad de orar confiándose a la protección de la Santísima Virgen María. “Fue un rosario larguísimo porque medité todas las frases de las 50 Ave Marías”, puntualiza. Fue nada más finalizar aquél rosario meditado ante sus secuestradores, que ocurrió algo extraordinario… “Cuando terminé escuché a los secuestradores decirme: «Rodrigo perdónenos, no le vamos a hacer nada, lo vamos a llevar a su casa»; y así fue, me pusieron una ropa de ellos, me montaron en el carro y me dejaron al frente de la iglesia de mi casa, Nuestra Señora  de los Dolores en el barrio robledo de Medellín”, afirma a Portaluz con evidente emoción al recordar lo vivido.
 

 
Todo en la vida de este hombre cambió desde entonces. De forma espontánea comenzó a leer y meditar a diario el Evangelio. Cada cierto tiempo se embargaba de emoción recordando la voz y dichos de Jesús en aquella visión durante el secuestro. Cuenta que experimentaba con particular sensibilidad en esos momentos el amor a Dios y a las personas preguntándose ¿qué debía hacer? “Casualmente me llamó una prima que trabajaba con personas en situación de calle y me pidió que les diera una charla. Fue entonces cuando quise empezar a hablar del amor de Dios. Estuve seis años con ellos y luego sentí  que debía llevar la palabra de Dios a más personas”.
 
Dar la vida por la conversión de las almas
 

 (Hijas de la Sagrada Familia)
 
Tras aquellos años de vivir su primer apostolado, cultivando la intimidad con Dios mediante la confesión habitual, la Eucaristía, la vida de oración rezando el rosario, José Rodrigo dio un nuevo paso en su respuesta de amor prometida a Jesús durante aquellas horas del secuestro.
 
Los hechos ocurrieron sin haberlos planeado. Por un buen tiempo él había estado siendo parte de un grupo de oración que rezaban el rosario y fue una de los miembros quien le pidió apoyase a un grupo de jóvenes que estaban sin guía… “Al reunirme con ellos y verlos tan interesados les propuse hacer un grupo de oración en un salón social de un edificio de apartamentos. Esto fue el 16 de julio de 1999, asistieron 8 personas y con ellas iniciamos el primer grupo de oración que llamamos Lazos de Amor Mariano”, señala José Rodrigo quien ha comprometido su vida dice, en colaborar a la evangelización motivando a que las personas cultiven el “anhelo de santidad”, nutriéndose para ello -agrega- “con la oración, misa diaria, rezo diario del rosario, tratando de ir al Santísimo todos los días, consagrándose a la Virgen”.
 
Desde aquél primer grupo de oración surgido el día de la Virgen del Carmen, se cuentan por cientos los hombres y mujeres de diversas diócesis de Colombia y otros países que se han unido a vivir la espiritualidad de este movimiento Lazos de Amor Mariano (incluso ha inspirado la Congregación de Vida Religiosa “Hijas de la Sagrada Familia”). El objetivo, puntualiza José Rodrigo, es trabajar para “obtener las virtudes de humildad, pureza, obediencia, fidelidad, celo apostólico y entregar nuestros sacrificios por la conversión de las almas”.
 

 
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