Cuando el párroco de su pueblo en Francia comenzó a pregonar a los cuatro vientos que se acercaba la JMJ y vio que algunos de sus amigos se animaban a ir, Louis se planteó la idea del viaje.
Todos sus familiares eran católicos y sus padres le habían educado en las cuestiones esenciales de la fe. Aunque poco le importaban a él los asuntos de Dios, pues la realidad era que acudía a misa más por tradición y evitarse un responso de su madre.
En esos días de 1991 se enteró que era el propio Papa Juan Pablo II quien estaba convocando a los jóvenes del mundo a peregrinar hasta Czestochowa, en Polonia. "La verdad es que no quería ir a un lugar que no conocía, con jóvenes que no conocía. Fue justo cuando caía el Muro de Berlín", relata Louis en un video testimonio disponible al final de esta crónica.
Tenía recién 15 años y poco a poco comenzó a ver esa JMJ como una oportunidad imperdible para salir del pueblo. "Me gustaba el lado aventurero de la idea de ir a la Jornada Mundial de la Juventud, pero aparte de eso no sabía realmente qué esperar".
Tras un largo viaje, Louis cuenta que llegó hasta el Santuario de Nuestra Señora de Czestochowa. Eran más de un millón de jóvenes -recuerda-, que intentaban avanzar y detenerse, aunque fuese un par de segundos, ante el bendito icono de la Virgen Negra situado en el altar mayor del lugar de peregrinación mariana más requerido de Polonia. No era tarea fácil, pero sin saber cómo, Louis dice que fue logrando avanzar hasta ingresar a la pequeña capilla. Allí lo esperaba la Madre de Dios…
Louis en la actualidad, el testigo que agradece a Dios lo vivido.
"Sólo se nos permitía a diez de nosotros sentarnos delante de la Santísima Virgen. No sabía muy bien por qué era yo quien estaba allí, pero sentí que me iba a perder un gran acontecimiento si no me hacía más presente ante la Santísima Virgen. Así que me senté, le recé y le encomendé mi tercer año".
Así, con un sencillo, breve, pero crucial encuentro, fue regada la semilla de la fe que habitaba en el joven adolescente francés. La JMJ llegó a su fin, todos los que allí se encontraron siguieron sus caminos llevando consigo la certeza de haber palpado algo trascendente. "Volví a Francia después de aquel verano, de aquella peregrinación y empezó la rutina del año. No sabía muy bien qué hacer, tenía en mente el encargo que le había hecho a la Virgen, y me dije: «Vamos a ver qué me depara este año, en relación con lo que te he pedido». Y dejé que el año se desarrollara. Poco a poco el Señor fue ocupando un lugar en mi vida, en especial gracias a que empecé a rezar un Ave María todos los días. Luego, en un momento dado pensé que no era suficiente, así que rezaba unas diez. Pero al tiempo decidí que había tenido suficiente, así que dejé de hacer la decena del rosario durante quince días, no hice nada. Y entonces, de repente, sentí que algo me faltaba… Cristo había ocupado un poco de espacio dentro de mí, un espacio que yo no sabía que existía".
Su experiencia ante el ícono de la Virgen y este incipiente camino en la fe nutrido por el rezo del Ave María, le llevaron a una experiencia de Dios, puntualiza, que le "daba tranquilidad". Luego, añade, aprendió a saborear más intensamente "los momentos de alegría" que se le ofrecían a diario. Y cuando aparecieron algunas dudas espirituales, tuvo la asistencia de Dios necesaria para comprender que era llamado a ver todo como una fuente de gracia… "Bendije al Señor, aunque no siempre entiendo todo lo que me sucede, sobre todo las malas noticias. Estoy aprendiendo a acogerlas, a ofrecerlas, diciendo: «Ya está, no sé muy bien para qué sirve, Señor, pero te lo ofrezco. Seguro que tienes un plan para mí»".
Al paso del tiempo Louis era consciente de que el Señor ocupaba cada vez más espacio en su vida y esto tenía para él efectos incluso en lo académico. Lo cual era extraordinario pues él -según afirma- no era muy estudioso. "Prosperé en la escuela, aunque no siempre obtuviera buenas notas. Pero el Señor me esperaba en algún lugar con mis talentos. Comprendí que el Señor sólo espera de nosotros que descubramos nuestros talentos y los multipliquemos. Hoy puedo decir que el Señor se ha convertido en el apoyo de mi vida. Y eso es lo que me hace seguir adelante cada día: decirme a mí mismo que Jesús es el Camino, la Verdad y la Vida".