Recientemente se ha publicado en Italia el libro Ragioniamo sul demonio tra superstizione, mito e realtà (Razonamos sobre el demonio entre superstición, mito y realidad), escrito por el sacerdote dominico y exorcista François-Marie Dermine, autor de varios libros sobre el discernimiento cristiano de lo sobrenatural. En esta ocasión, ha querido explicar de forma sistemática la doctrina católica sobre el demonio, su existencia y su acción.

 

El P. Dermine O.P., nacido en 1949 en Canadá, lleva 50 años en Italia. Doctor en Teología, es profesor en la Facultad Teológica de Emilia-Romaña y exorcista de la Diócesis de Ancona. En 1984 fue uno de los fundadores del GRIS (Grupo de Investigación e Información Sociorreligiosa), del que actualmente es presidente. Hace unos días presentó en esta institución su último libro, haciendo afirmaciones muy interesantes que recogemos a continuación.

 

Una visión cristiana sobre el demonio

 

 

El autor (arriba en la imagen) reconoce que hablar del diablo es "un tema que suscita interés, a veces un interés exagerado", y que su nuevo libro tiene el propósito de "afrontarlo sin prejuicios, en el sentido de negar la existencia del demonio, por un lado, o de ver al demonio en todas partes, por otro. Son extremos totalmente superados". Para ello, subraya el método que ha seguido: partir de la realidad y de la revelación bíblica.

 

"El demonio es un ser astuto, mucho más inteligente que nosotros, mucho más fuerte", y por ello es temible, pero "es un ser perdedor, porque ha sido vencido y, como dice el libro del Apocalipsis, sabe que le queda poco tiempo para llevarse con él al mayor número de personas". Este teólogo dominico insiste así en desechar una visión supersticiosa o mitológica sobre Satanás, para dirigir sobre él una mirada que esté acorde con la fe cristiana.

 

Pero avisa de que se trata de un tema que "no sólo concierne a los creyentes, sino también a los no creyentes", porque "el demonio forma parte de la realidad. Sabemos que los demonios son los ángeles caídos, porque Dios no crea a los demonios, crea a los ángeles, y algunos se alejan de Él. El demonio es un ángel caído y, por lo tanto, es un ser puramente espiritual, no tiene ninguna dimensión material", a pesar de las representaciones artísticas a las que estamos acostumbrados.

 

La base bíblica, fundamental

 

 

"La Biblia es muy precisa en su enseñanza sobre la existencia del demonio. Pero no tiene un carácter demostrativo, no demuestra la existencia de los ángeles buenos y malos, sino que dice que existen", y por eso es una verdad de la fe aceptada por los creyentes. "La revelación nos muestra que los ángeles y los demonios son seres personales dotados de entendimiento y voluntad", explica el P. Dermine, basándose sobre todo en el Nuevo Testamento.

 

"Si el demonio no existiese, Jesús habría tenido el deber de informarnos de este hecho, nos habría dicho: ‘el demonio no existe, es una figura mitológica, no debéis ser supersticiosos’. Por el contrario, son muchas sus acciones y palabras relacionadas con el demonio"; advierte este experimentado exorcista, que recuerda cómo "Jesús le habla al demonio, lo escucha y lo combate, lo exorciza, dándole órdenes bien precisas. Por lo que entendemos que el demonio es un ser personal que existe realmente y que actúa".

 

Un cristiano no puede rechazar esta enseñanza de la Iglesia, porque "la Escritura afirma que Jesús ha venido a salvarnos de las obras del demonio. Está clarísimo. Y nosotros no podemos reducir el mensaje revelado como si Jesucristo no hubiera venido para esto”. El dominico recuerda que en las páginas de los evangelios puede verse cómo el Señor entra en relación con Satanás desde el principio hasta el final de su vida pública, “aunque no puede vencer con su astucia a Jesús, no puede competir con la inteligencia divina de Jesús".

 

Las "obras del demonio": ordinarias y extraordinarias

 

 

"Eliminando al demonio, empobrecemos la revelación y nos arriesgamos a transformar el mensaje revelado en un mensaje moral: ‘cuidaos de comportaros mal, comportaos bien’. Esto es una moral, no es un misterio de salvación. Para mejorar, necesitamos la gracia de Dios. Jesucristo no ha venido a predicarnos la moral, para que eliminemos nuestros defectos, sino a ayudarnos a destruir las obras del demonio que actúa en nosotros", explica François Dermine.

 

En este punto, el exorcista detalla que normalmente "pensamos en sus obras extraordinarias, que son las posesiones, vejaciones, obsesiones e infestaciones. Existen, pero no están tan difundidas como las tentaciones, que son su actividad ordinaria, la que afecta a todos". Frente al carácter más puntual de las obras extraordinarias, la tentación tiene un carácter universal: "todos somos tentados por el demonio", recuerda el dominico.

 

Y así explica en qué consiste la tentación: "el demonio busca desviarnos del camino que lleva a Dios, presentándonos ocasiones atractivas, o haciéndonos ver –al menos en el nivel de la imaginación– fantasías de cosas que pueden apartarnos de Dios, o creando en nosotros temores infundados". Como el diablo es capaz de sugerir pensamientos a las personas, "hay que pedirle a Dios el don del discernimiento, para percibir la presencia del demonio cuando éste se manifiesta, y para poder vencerlo con la ayuda de Dios".

 

En este contexto, el P. Dermine insiste en que los católicos "debemos vigilar, pero no debemos vivir en el miedo al demonio, sino que debemos pensar principalmente en Dios. Nosotros estamos de parte del vencedor, del más fuerte, que es Jesucristo".

 

El exorcismo como ministerio especial

 

 

Preguntado por los asistentes a la presentación de su libro, el dominico señala que "los exorcistas son las personas que nombra el obispo para liberar a las personas", insistiendo en que "no es el exorcista quien libera, sino que es Dios el que, a través del exorcista, realiza esta liberación. Y también aprovecha para explicar “la distinción, muy clara, entre lo que se llama ‘oración de liberación’ y el exorcismo".

 

"El exorcismo –aclara– no lo pueden realizar todos los sacerdotes. Lo pueden hacer en virtud de un nombramiento del obispo, que da al exorcista la facultad de dirigirse de forma directa al demonio y darle órdenes en el nombre de Jesucristo (no en su propio nombre)”. Por lo tanto, se trata de una oración que comporta órdenes precisas en el enfrentamiento con Satanás, y esto requiere de “la delegación del obispo".

 

Es fundamental el contexto eclesial, para que el exorcista no se encuentre solo en una misión tan dura y compleja. Desde su propia experiencia, el P. Dermine asegura que "si el exorcista sabe que tiene ‘a sus espaldas’ el permiso de un obispo, que representa a la Iglesia, y la oración de la Iglesia entera, se da cuenta de que su oración no es una batalla personal, y tiene una mayor seguridad". Porque "no es su plegaria personal la que vence al demonio, sino la plegaria de toda la Iglesia".

 

La necesidad de la oración de liberación

 

 

La oración de liberación "puede hacerla cualquier cristiano, también cualquier laico, aunque yo lo desaconsejo: es mucho mejor que sea realizada por un sacerdote". Esta plegaria se lleva a cabo "cuando hay una fuerte sospecha de una intervención, quizá no fortísima pero sí real, del demonio, que le impide a una persona actuar libremente". A veces se trata de personas con dolencias persistentes de origen inexplicable, que han acudido a los expertos médicos sin lograr una respuesta y "si sus dolencias no tienen un origen natural, pueden ser superadas gracias a la oración de liberación".

 

Esta práctica pueden realizarla todos los sacerdotes y consiste en "rezar a Jesucristo, a la Virgen María y a todos los santos por la liberación de la persona que lo pide. No se dirige de forma directa al demonio, ordenándole que se vaya. Sólo se reza a Dios pidiéndole que libere a esa persona de todos sus males”. Por eso, el dominico de origen canadiense insiste: “todos los sacerdotes pueden realizar esta oración y deberían hacerla".

 

El empobrecimiento contemporáneo de la fe

 

Esta última reflexión la hace por la desconfianza que hay en muchos presbíteros tanto hacia la praxis como hacia las convicciones que la sustentan. El análisis que hace el P. Dermine es el siguiente: "hay una fe escasa. Nuestra fe se ha ‘intelectualizado’ un poco, se ha ‘moralizado’, en el sentido de que se convierte en un modo de pensar y de moral, sobre todo, y desaparece el misterio de la salvación, también en el enfrentamiento con un ser que la Biblia llama el demonio".

 

 

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