El 11 de julio de 2020, la Asociación Internacional de Exorcistas (AIE) publicó un comunicado que sorprendió a muchos. Llevaba por título “Sobre la beatificación del Dr. José Gregorio Hernández y la instrumentalización por parte de la santería”.  
 
A primera vista, llama la atención que el organismo que agrupa a muchos de los sacerdotes exorcistas tuviera algún tipo de pronunciamiento en torno a una decisión papal: ¿se trata de una objeción a la beatificación de un fiel católico? 
 
El venerable José Gregorio Hernández (próximo beato) 


La AIE se refiere al anuncio de la beatificación del médico venezolano José Gregorio Hernández (1864-1919) como una “buena noticia”. De hecho, el posible paso siguiente –la canonización, que implicaría la posibilidad de darle culto a nivel de la Iglesia universal–, es bien visto por los exorcistas porque “tiene todos los requisitos para ser propuesto a todos los fieles como modelo a seguir y como intercesor a invocar”.
 
Entonces, ¿cuál es el problema? Se trata de una circunstancia externa pero que puede afectar a la imagen del próximo beato y, sobre todo, a la fe de muchas personas que corren el riesgo de ser confundidas por otros: los seguidores de la santería, un culto sincretista afroamericano muy difundido en América Latina.  
 
Como explica el comunicado de la AIE, “el doctor José Gregorio Hernández es considerado de hecho, por parte de los practicantes de la santería, como jefe de la ‘Corte médica’. Esto ha generado una grave confusión en torno a la figura de este médico y producirá aún más en el pueblo latinoamericano si no se aclara la apropiación indebida que han hecho de su figura”. 
 
La AIE ofrece los detalles de esta extravagante ubicación del médico católico fallecido en “la jerarquía del espiritismo venezolano”, que tiene sus propias peculiaridades y está encabezada por la figura de la entidad Reina María Lionza. En una de las 21 cortes espirituales, la Corte médica, aseguran que se encuentra Hernández, a quien invocan para sus ritos de sanación. A las personas que acuden a los santeros se les indica que preparen en su casa un altar a José Gregorio y coloquen allí unos objetos ritualizados para que el médico venezolano los “opere” durante la noche. 
 
Lo que a muchas personas de fe sencilla puede parecer una intervención milagrosa permitida por Dios y realizada por la intercesión de un bienaventurado, no es otra cosa que prácticas de magia y brujería, ya que se invoca a espíritus y, al final, los médiums o sanadores consagran las almas de los “pacientes” a esos espíritus oscuros.  
 
Toda magia es nefasta y alentada por el demonio, aunque los seguidores de lo oculto la disfracen bajo el nombre de 'magia blanca' o 'buena'. De esta forma, ellos “explotarán en gran medida la beatificación del Dr. José Gregorio para confundir aún más” a los católicos, “y muchos de ellos, engañados por chamanes, médiums y magos, harán espiritismo sin saberlo, creyendo que están rezando a un nuevo santo católico”. Lo hemos visto recientemente en Portaluz con el caso de una médium colombiana que asegura ser un canal del futuro beato. 
 
San Benito y su medalla 

 
Aunque el caso relatado por la Asociación que agrupa a los exorcistas sea el de un personaje contemporáneo que será próximamente beatificado (y quizás algún día canonizado), el fenómeno que denuncian con gran acierto como “apropiación indebida” no se limita a José Gregorio Hernández, sino que afecta a más figuras del santoral de la Iglesia Católica. 
 
Quizás uno de los santos que más ha sufrido y sufre la “usurpación” esotérica es San Benito de Nursia (480-547), padre del monacato occidental y autor de la célebre ReglaPero la razón no la encontramos en su vida y obra sensu stricto, sino en la “medalla de San Benito” o en la cruz que lleva dicha medalla incluida. En el siglo XIX los benedictinos acuñaron la medalla con motivo del XIV milenio de su nacimiento, basándose en una que llevaba mucho tiempo usándose. 
 
La medalla muestra en el anverso la imagen de San Benito sosteniendo una cruz y el libro de su Regla, y en el reverso una cruz y las iniciales de una oración de exorcismo. Las palabras dirigidas al diablo (“retrocede, Satanás, no me aconsejes cosas vanas, es malo lo que me ofreces, traga tú mismo tu veneno”) estarían inspiradas en un hecho de la vida del santo, que al trazar la señal de la cruz sobre un vaso con el que pretendían envenenarle supo lo que ocurría.
 
La medalla y la cruz de San Benito son objetos de devoción empleados con frecuencia por los exorcistas y por muchos fieles a los que les recuerdan la lucha contra el poder de las tinieblas… Pero también las difunden y las usan muchos brujos y videntes, recomendándolas como amuletos frente a la magia negra y la brujería, curiosamente. Y se refieren a San Benito como casi un brujo o sanador al que acudir con ritos mágicos. 
 
Trasgreden entonces al presentarla como amuletos –un concepto, recordemos, ajeno y distante totalmente a la fe cristiana– y no como “sacramentales”; signos de protección divina, confianza en la Providencia de Dios, devoción y conversión, que es lo que verdaderamente son la medalla y la cruz. Desde el punto de vista cristiano, los objetos no tienen poder alguno, sino que el poder lo tiene Dios, que se puede servir de mediaciones. 
 
San Cipriano


 
Yendo unos siglos más atrás, a la figura del mártir San Cipriano de Cartago (c. 200-258), obispo en el Norte de África y uno de los autores más destacados de los primeros siglos del cristianismo. Escribió importantes obras en latín, como un libro sobre la unidad de la Iglesia y un tratado sobre el padre nuestro, y varias epístolas muy valiosas para conocer la Iglesia de su tiempo y las controversias que sucedían entonces. 
 
En los ambientes esotéricos no es difícil encontrar referencias a San Cipriano como “santo oscuro”, mago o brujo –y patrono de magos y brujos–, e incluso una obra que se le atribuye falsamente: el Libro de San Cipriano, un grimorio clásico vendido habitualmente con subtítulos como “libro completo de verdadera magia” o “el tesoro del hechicero”. Los grimorios son tratados que incluyen hechizos de magia y encantamientos. 
 
No hay referencias a dicho libro anteriores al siglo XI, y no hay razón alguna para pensar que lo hubiera escrito San CiprianoHay autores que señalan una antigua tradición que afirma que Cipriano habría sido mago e iniciado en las religiones mistéricas, y hasta se habría desplazado a Asia y Egipto para aprender las artes ocultas, hasta su conversión al cristianismo tras conocer a Santa Justina y fracasar en su intento de hechizarla. Sea todo esto cierto o no, por supuesto que no justifica hablar de su autoría del libro mágico. 
 
Como sucede tantas veces, se componen textos ocultistas y se les pone el nombre de un santo como supuesto autor, para darles autoridad. En este caso, nos encontramos con un documento que en sus distintas versiones ofrece materiales de magia blanca o de magia negra… ninguna de las cuales es aceptable para un creyente. Lo que parecen oraciones no son otra cosa que fórmulas con propósitos mágicos. Un libro, pues, nada recomendable para un cristiano ni para nadie. 
 
Beato Francisco Palau 

 
Y terminamos nuestro repaso con un religioso español, Francisco Palau y Quer (1811-1872). Sacerdote carmelita descalzo y fundador de dos congregaciones (Carmelitas Misioneras y Carmelitas Misioneras Teresianas), sufrió el exilio en Francia durante más de una década por la convulsa situación en su país natal, y fue también eremita. A su regreso a España fundó una “Escuela de la Virtud” en Barcelona, que acabó con su clausura por parte de las autoridades y con un nuevo destierro, esta vez a las Islas Baleares. 
 
Otro de los aspectos por los que destacó el padre Palau –beatificado por el papa San Juan Pablo II en 1988– fue su atención a las personas con enfermedades mentales y su ministerio de exorcista. Fue un pionero en la Iglesia de su tiempo al abrir un hospital para estas personas, distinguiendo entre quienes necesitaban atención médica y quienes precisaban de la ayuda del sacramental del exorcismo. Esto fue otra fuente de problemas para él. 
 
En su libro Habla un exorcista, el padre Gabriele Amorth, exorcista de Roma hasta su muerte en 2016, decía que el beato español “es una figura muy interesante para nosotros, pues, en los últimos años de su vida, Palau se dedicó a los endemoniados”. Y así explicaba su praxis con los perturbados: “los exorcizaba a todos: los que estaban endemoniados, se curaban; los que eran enfermos, quedaban como tales. Naturalmente fue muy combatido por el clero”. Incluso intentó que el Concilio Vaticano I recuperase el ministerio del exorcismo como algo permanente, pero no fue posible al terminar de forma imprevista. 
 
A pesar de ser una figura reciente, al igual que lo padece José Gregorio Hernández, ha sido utilizado por brujos, magos y videntes en su intento de engañar a los católicos, ampliando su cartera de clientes. Una vez más, se pretende que es un protector mágico frente a maleficios y magia negra… aprovechándose de su nombre y su figura para aparentar una praxis supuestamente buena y aceptable para los creyentes. 
 
Frente a esto, una religiosa carmelita misionera teresiana, Josefa Pastor Miralles, escribió en 2015 el libro El exorcista, en el que recopiló todo lo relativo a esta faceta del padre Palau, para explicarlo en su verdadero contexto y sentido y evitar así la apropiación indebida por parte del mundo esotérico. Lo hizo animada por el padre Francesco Bamonte, presidente de la AIE, que también invitó a sor Josefa a dar formación a los exorcistas sobre las enseñanzas del beato Francisco Palau. 
 
Para concluir esta reflexión, nada mejor que el extracto de una de las cartas del padre Palau, que deja bien claro por qué las “ciencias ocultas” son incompatibles con el cristianismo: “Si Dios ha instituido el sacerdocio para que fuese medianero y ministro de sus gracias ante los pueblos, los demonios han instituido la magia y por ésta tiene comercio, trato y relación con los hombres, y se ha hecho y hace visible, combatiendo públicamente la obra de Dios” (Cartas, p. 1230). Nada más lejos de la verdad que asociar a los santos con la magia y la superstición. 

 
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