En una declaración pública que presenta estas directrices, la AIE constata que cada vez más la acción diabólica atrae el interés de muchos, en particular el fenómeno de la posesión y el papel desempeñado por los exorcistas en el ministerio de la liberación. Como ha señalado el Cardenal Bassetti, presidente de la Conferencia Episcopal de Italia -cita la AIE-, los demonios "existen en el mundo de los suburbios existenciales donde siempre es invierno, donde el aire está impregnado de miedo. El jefe de estos suburbios es el Malvado que, como recuerda el Papa Francisco, no es ‘un mito, una representación, sino un ser personal que nos atormenta y sobre el que Jesús nos enseñó a pedir cada día ser liberados ‘para que su poder no nos domine’. Sin embargo, muy a menudo se distorsiona la percepción de la acción del maligno y el exorcismo católico es visto como una realidad áspera, violenta y oscura casi tan oscura como la práctica de la magia, [...] al mismo nivel que las prácticas ocultas".
El punto fundamental del que parte la actividad exorcista –considera la AIE- es la Divina Providencia: “Dios cuida de manera concreta e inmediata de todas sus criaturas. Sin embargo, el mal está presente en el mundo, favorecido y estimulado por la acción diabólica que tiene lugar de manera ordinaria (a través de la tentación) y de manera extraordinaria (a través de fenómenos como la posesión, la obsesión, el acoso y la infestación, de los que se hace un tratamiento adecuado)”, puntualizan. Pero esto no debe ser espantoso -añade la AIE-, porque Dios es el más fuerte; incluso las acciones extraordinarias del Maligno son permitidas por Dios para manifestar su misericordia, la cual, como recuerda San Juan Pablo II, "no consiste sólo en la mirada más penetrante y compasiva, dirigida hacia el mal moral, físico o material: la misericordia se manifiesta en su verdadero y propio aspecto cuando reevalúa, promueve y saca el bien de todas las formas de mal existentes en el mundo y en el hombre" (cf. Dives in misericordia, n. 6).
El texto de estas directrices de la AIE aborda con explicaciones y ejemplos, ciertos comportamientos que pueden convertirse en una causa ocasional de la acción extraordinaria del maligno, en particular la superstición y los malvados. Aunque reconocen que esta acción no es habitual. Como sostenía el célebre exorcista Padre Gabriele Amorth –recuerda la AIE-, "el primer y auténtico mal del hombre es el pecado; salvaguardar y aumentar la comunión con Dios, mediante una vida de fe, oración, sacramentos y caridad activa, es la victoria contra la acción ordinaria del demonio y es al mismo tiempo la mejor prevención contra su acción extraordinaria".
La parte central del texto de la AIE está dedicada al discernimiento de los signos de la acción extraordinaria del maligno. Finalmente, el libro también explica el rito del exorcismo, que es competencia exclusiva del sacerdote exorcista: evitando cualquier tipo de sensacionalismo, destaca el hecho de que el agente principal es Cristo Dios, mientras que el exorcista es un instrumento que actúa según el rito establecido por la Iglesia. No es la búsqueda de la fórmula exorcista más poderosa, ni los "poderes" particulares del sacerdote los que determinan su eficacia, sobre los que se dan argumentos teológicos relevantes.