En una entrevista reciente que Portaluz sostuvo con el sacerdote español Luis Santamaría del Río, secretario de la Red Iberoamericana de Estudio de las Sectas (RIES), abordamos la realidad actual de las sectas en tres ediciones sucesivas de nuestro semanario (disponibles pulsando aquí).
Pero, además -considerando su formación, investigaciones, redes y experiencia académica- le pedimos información y juicio argumental sobre la penetración de la New Age en la educación, grupos de poder e incluso, la Iglesia católica. “Puedo entender la popularidad del yoga en el mundo civil, en las instituciones seculares, como reacción a una forma de vivir materialista. Pero… ¿en un centro católico? ¿En una parroquia o en un colegio religioso? Tenemos una tradición espiritual riquísima. ¿Por qué no la utilizamos y difundimos?”, cuestiona Santamaría.
Más problemático que las sectas es la New Age, la Nueva Era. Porque es más cómodo para el ser humano de hoy hacerse una religión a la carta. En España está de moda entre los famosos decir ‘yo no soy religioso, soy espiritual’. Me preocupa, pues en España hay unos 9 millones de personas que son muy fácilmente atraíbles por la New Age o se identifican con alguno de sus postulados. He estudiado diversas encuestas –algunas hechas por el gobierno, otras por entidades católicas– y entre un 20 y un 25 por ciento de la población en España cree en cuestiones relacionadas con la New Age: los horóscopos, la adivinación, la comunicación con el más allá, la reencarnación, entre otras. Seguro que las cifras no son muy diferentes en América Latina.
¿Cuál es el problema que genera al creyente la New Age?
Atrae, pues se presenta como algo positivo: espiritualidad, bondad, hacer el bien a los demás… y su mayor perversión es ser como la niebla que se cuela por todo sitio. Hay gente que dice: yo soy católico y hago Reiki. Otro dirá: soy católico, pero creo en la reencarnación o bien ‘voy a misa pero además…’ Esto es como una bomba lapa que se pega debajo del coche y no se ve. La Nueva Era es una vuelta al paganismo y la magia ancestral, tal como señalaba en una conferencia el pasado 25 de abril en Madrid Monseñor Raúl Berzosa.
¿Tan peligrosa?
Hay iglesias protestantes y liberales que han dejado entrar a la Nueva Era y están desapareciendo porque, claro, las desactiva. ‘No –dirán los fieles–, en vez de hablar de Dios hablemos de la Diosa’; ‘hablemos de la conciencia Crística’, dirán otros. La Nueva Era toma palabras, términos, conceptos cristianos –Dios, Cristo, los ángeles, oración, meditación– y los vacía de su real significado sustituyéndolo por otro. Es una bomba que destruye a nuestro pueblo muchas veces no bien formado o incluso al pueblo con formación; porque hasta sacerdotes y religiosas dejan entrar esto.
¿Cómo es posible que la New Age logre seducir incluso a sacerdotes y religiosas?
Pues por la soberbia de la intelectualidad que dice: yo he estudiado teología. Ese creerme en una élite, creer que tengo una sabiduría especial. Es muy penoso.
En España el Enegrama por ejemplo, que es una propuesta New Age, camuflada como terapia psicológica, dos instituciones católicas importantes que difunden el Eneagrama son la Compañía de Jesús (jesuitas) y la Institución Teresiana. Las dos fundadas por grandes santos: San Ignacio de Loyola y el mártir San Pedro Poveda. En España son dos de las instituciones cuyos miembros están –en principio– mejor formados. Sin embargo, ¿qué pasa? Quizá el confiar en lo intelectual y dejar de lado la fe nos ha llevado a esto.
¿Cómo se explica que jesuitas, que las teresianas, estén difundiendo un instrumento que en apariencia dialoga bien con la fe y con la salud del individuo, pero que parece ser en todo contrario?
Pues no lo sé. Diría que todo lo oculto y lo misterioso tiende a fascinarnos. Todo lo novedoso y que se separa de la formación que hemos tenido atrae. Seguramente hay algún fallo en la formación. Gente que está muy preparada, pero algo falla para que no sean lúcidos a la hora de valorar esto y decir: esto es inaceptable para la antropología cristiana. Y yo creo que para cualquier comprensión correcta del ser humano, aunque fuera prescindiendo de Dios. Quizá se deba también a una falta de obediencia a la Iglesia, porque la Iglesia en su documento sobre la Nueva Era Jesucristo, portador del agua de la vida está diciendo cuál es el marco. El Papa Francisco nos lo dice: que estas cosas nos están apartando de Dios, cuando tú lo que debes hacer es seguir a Jesús y dejarte de todas estas propuestas que al final te encierran en ti mismo porque tú (te crees que) tienes solucionados todos tus problemas y eres tu auto-redentor. Es la exaltación de la autonomía del sujeto en la configuración del sentido. Al final es una manifestación –muy suavizada y moderna– de la soberbia clásica.
Razón inteligente… seguramente la haya, pero no sea de este mundo. Es decir, la New Age no es tan desorganizada como algunos quieren hacer ver; lo que pasa es que coinciden en muchos de esos puntos doctrinales y prácticas, porque responden a una moda, a una época histórica, a unas necesidades espirituales del ser humano que quieren llenar de la forma más fácil posible. Es la ‘macdonalización’ de la cultura. Todo lo que nos viene de Oriente no viene de allí. Proviene de Oriente mediado por los Estados Unidos. Los gurús hindúes primero fueron a Estados Unidos y desde allí al resto del mundo. O el reiki. Todo está regado desde allí.
¿Hay un discurso común a todas las prácticas de New Age?
La Nueva Era en su desorganización tiene pautas comunes, primero doctrinales. Por ejemplo, lo que dice la Nueva Era de Dios. Dios es algo impersonal, tú eres Dios. Y al final no existe la propia persona, dejas de ser tú, porque eres el infinito, la inteligencia, la energía, la vibración. Todo tiene un funcionamiento mágico entonces. Así, a través de técnicas y prácticas uno consigue algo –como en la magia era con el conjuro o el hechizo o el amarre–. Algunos dicen que nace en los años sesenta, otros señalan que se acabó y estamos en la Next Age. Nosotros los cristianos a todo esto le llamamos la Vieja Era porque podemos también remitirla a los gnósticos de los principios del cristianismo y podemos remitirla también a una serpiente que en un árbol le dijo a Adán y Eva: seréis como dioses. Es lo de siempre ¿no? Es muy, muy vieja la Nueva Era.
¿Esa seducción histórica ha tenido otros movimientos relevantes que permanecen hasta hoy?
Tenemos unos precedentes que son: la masonería, creada en 1717. La masonería es el caldo de cultivo de todo esto. Todo el ocultismo contemporáneo nace de la masonería como algo natural, pues la masonería es una doctrina gnóstica. Porque (su dinámica) es (el) construirse el hombre a sí mismo sin Dios. Porque Dios me quita la libertad. Dios que sea una figura que esté ahí que no me moleste, porque yo soy Dios. Por eso (los masones) tienen que pisar el crucifijo. Por eso al final adoran a Lucifer. ¿Qué es adorar a Lucifer sino adorarse a sí mismo, dado que Lucifer lo consideran como aquél que trae la luz? El que les libera de la esclavitud del Dios cristiano sobre todo. Como Prometeo que robaba el fuego a los dioses. Y creo que me adoro a mí mismo, pero al final estoy adorando al demonio.
Segundo, la Teosofía, del siglo XIX. La Sociedad Teosófica es la que introduce en occidente todo el tema oriental. Hablar de karma, de chakras, de reencarnación. Todo eso es la Teosofía con sus hijos y nietas, grupúsculos que han nacido. La Antroposofía, por ejemplo: las escuelas Waldorf, la medicina antroposófica, la agricultura biodinámica, la banca Triodos. A principios del siglo XX Rudolf Steiner hizo una versión esotérica cristiana donde también creen en la reencarnación, la Atlántida y todo se empieza a mezclar. Entonces en los sesenta se vuelve confluyen con lo celta, la cultura mítico-mágica precolombina, cultos paganos afroamericanos, propuestas de la izquierda, corrientes musicales… y se vuelve algo cultural.
La expansión del Yoga ha sido significativa en la última década. Incluso se ofertan talleres de yoga en colegios católicos. ¿Qué valoración puede darnos al respecto?
No puede olvidarse la raíz totalmente religiosa (hindú) del yoga. Su mismo nombre, del sánscrito ‘yug’, significa “unión”. Puedo entender la popularidad del yoga en el mundo civil, en las instituciones seculares, como reacción a una forma de vivir materialista. Pero… ¿en un centro católico? ¿En una parroquia o en un colegio religioso? Tenemos una tradición espiritual riquísima. ¿Por qué no la utilizamos y difundimos? La práctica del yoga en entornos eclesiales es un síntoma de cosas que habría que atender con mucho cuidado. Porque, no nos engañemos: el yoga es mucho más que gimnasia. Y sus riesgos están ahí. El más importante: el espiritual, es decir, alejarnos de Dios porque ya no nos hace falta para autorrealizarnos o ser más perfectos.