por Portaluz
13 Enero de 2025La fiesta de la Epifanía del Señor fue la fecha escogida por la Asociación Internacional de Exorcistas (AIE) para dar a conocer un documento en el cual "se reprueba ... ciertas prácticas pastorales" que dañan el Ministerio del exorcismo.
Por su interés, reproducimos el documento completo tal cual fue publicado en el portal web de la AIE.
Nota sobre algunos aspectos del ministerio de los exorcismos
INTRODUCCIÓN
«Misericordia motus est»[1] es la actitud profundamente cristiana que nace del corazón del buen Samaritano hacia el hombre que, habiendo caído en manos de unos bandidos, es abandonado moribundo en un camino que baja de Jerusalén a Jericó[2].
A partir de esta página evangélica, la Iglesia siempre ha otorgado gran importancia a las Obras de Misericordia espirituales y corporales[3], recordando que estamos llamados a medirnos por su realización efectiva como prueba de nuestra caridad[4].
Entre las muchas formas de aplicación de las obras de misericordia, una especial atención es dada al Ministerio del exorcismo, mediante el cual, la Iglesia quiere, siguiendo el ejemplo del buen Samaritano, derramar «aceite y vino» (Lc 10, 34) sobre las heridas de quienes se encuentran viviendo, entre tantas formas de sufrimiento, algún tormento por la acción extraordinaria del Maligno.
Las enseñanzas de Cristo y el Magisterio de la Iglesia, que iluminan siempre la vida de los fieles, permiten comprender cuáles deben ser las actitudes que no corresponden plenamente a un ejercicio correcto de la delicada tarea del exorcista[5].
Objetivo de esta nota
Con esta nota se pretende ofrecer las aclaraciones necesarias con el fin de que se obre bien para distribuir la divina Misericordia a través del Ministerio del exorcismo.
No se volverán a exponer aquí los criterios sobre las condiciones de cómo realizar un Exorcismo Mayor, ni tampoco las Líneas Guía de este delicado Ministerio[6], sino que se ofrecerán simplemente algunas observaciones sobre ciertas prácticas pastorales, las cuales, en vez de ofrecer un servicio al cuerpo herido de Cristo, aumentan el sufrimiento y provocan desorientación. Es deseable que los fieles (clérigos, consagrados y laicos) puedan conocer estas observaciones para evitar actitudes y modos que no corresponden a la auténtica actuación de Cristo Señor, modelo para cualquier ejercicio del ministerio de la liberación de la acción extraordinaria del maligno[7].
Licencia del Ordinario
En los últimos años, ha aumentado el número de quienes, dudando o convencidos de ser víctimas de una acción extraordinarias del demonio, en alguna de sus diversas formas (vejación, obsesión, posesión o infestación diabólica), van en busca de exorcistas. A veces, esta convicción es avalada por personas que, sin tener ninguna preparación específica en la materia[8] y sin el mandato del Ordinario competente[9], actúan de manera inadecuada, provocando desconcierto en el pueblo de Dios, especialmente en aquellos que, con motivo de su simplicidad, por la situación de sufrimiento en la que se encuentran y, en algunos casos, por la superstición de la que son víctimas, son más frágiles. Con esto no se pretende en modo alguno negar que haya situaciones que requieran la intervención del Ministerio del exorcismo que Cristo ha confiado a su Iglesia, pero que el discernimiento definitivo sobre una real acción demoníaca extraordinaria compete, en las diversas formas en que puede manifestarse, a quien goza de la necesaria formación y actúa con el mandato de la autoridad eclesiástica.
Cristo, único y solo exorcista
Conviene recordar que el ministerio del exorcismo se administra siempre en nombre y en representación de la Iglesia y que el exorcista actúa como ministro de Cristo (el único que tiene, en sí mismo, autoridad sobre todos los demonios) y de la Iglesia. El exorcista, con su servicio eclesial, «se hace cercano», «venda las heridas» causadas por la acción extraordinaria del demonio, derramando sobre ellas el aceite del consuelo y el vino de la esperanza, se carga en su propia oración con su aflicción, caminando al lado de los familiares y amigos del que sufre; lo conduce «a una posada» (Lc 10,34), imagen de la Iglesia de Cristo, y se ocupa de él pagando con sus propias oraciones la liberación implorada[10]. Como en toda acción litúrgica, es la Iglesia la que actúa: «Cuando no está presente ningún grupo de fieles, ni siquiera pequeño, presencia requerida en sí misma por sabiduría y prudencia, no olvide el exorcista que en su persona y en la del fiel atormentado por el Maligno está presente la Iglesia. Y recuerde esto también a los fieles atormentados por el Maligno»[11].
El exorcista, sabiendo que actúa en nombre y en representación de la Iglesia, comprende que, como un nuevo Bautista, deberá rehuir toda forma de protagonismo: «Él tiene que crecer, y yo tengo que menguar» (Jn 3,30).
PRÁCTICAS INCORRECTAS
Teniendo en cuenta las observaciones precedentes que pretenden expresar el sentido y el espíritu de esta nota, recordando que los errores que se pueden cometer en el Ministerio del exorcismo están cuidadosamente tratados en las citadas Líneas Guía, y partiendo de la experiencia y la legítima preocupación de algunos, la Asociación Internacional de Exorcistas considera oportuno ofrecer diez precisiones para iluminar algunas situaciones que son censurables.
1. Desaprobación de la improvisación y el sensacionalismo
Se reprueba la actitud de algunos sacerdotes, consagrados y laicos que, careciendo de formación adecuada y de mandato episcopal, en lugar de remitir los casos de posible acción extraordinaria del maligno a quien ha recibido un peculiar y expreso mandato del Obispo diocesano, emprenden caminos arbitrarios de liberación, no autorizados por la competente autoridad eclesiástica. Más grave aún es cuando disuaden a los fieles de acudir al exorcista oficial de la propia diócesis, sugiriéndoles que busquen a otros exorcistas «más poderosos» o para sostener la idea de una presencia demoníaca que ellos identifican erróneamente.
2. Centralidad del Evangelio
Es deplorable que algunos, en lugar de proclamar el Evangelio de Jesucristo que libera al hombre de la esclavitud del mal y del pecado, centren su atención exclusivamente en la presencia y la obra del demonio. Ellos, en lugar de acompañar a los que sufren en un camino de fe, oración, vida sacramental y caridad, recordándoles que spes non confundit (Rom 5,5), «la esperanza no defrauda», les inducen a creer que la liberación depende únicamente de una repetición compulsiva de oraciones y bendiciones[12], cuando, en cambio, la paz que viene de Cristo, y que todos anhelan, sólo puede obtenerse mediante una vida de caridad, alimentada por la Palabra de Dios, la oración, la frecuencia de los sacramentos de la Eucaristía y la Confesión, y de una auténtica devoción a la Virgen Inmaculada.
3. Discernimiento negligente
Algunos sacerdotes, a veces por desgracia también algún exorcista, descuidando el discernimiento serio y riguroso prescrito por los Praenotanda del Rito de los Exorcismos[13], utilizan criterios ajenos a la fe católica, avalando conceptos de origen esotérico o new age[14]. Este enfoque es inaceptable y contrario a la fe y a la doctrina de la Iglesia[15].
4. Prácticas supersticiosas, uso impropio de res sacrae
Hay que censurar a quienes utilizan procedimientos supersticiosos, pidiendo fotos o ropa para reconocer posibles maleficios, tocando determinados puntos del cuerpo de los fieles con el fin de «diagnosticar la presencia de entidades malignas» o para «expulsar la negatividad», o sugiriendo un uso impropio de la res sacrae (agua, sal, aceite bendecido, etc.) a los que algunos denominan «exorcizados». Son comportamientos errados, que alimentan la mentalidad y la práctica supersticiosas, dañan la dignidad del cuerpo, templo del Espíritu Santo, e inducen a un uso mágico de los objetos bendecidos, despojándolos, de hecho, del significado real que es hacer presente la presencia salvífica de Cristo.
5. Participación de figuras inadecuadas
Es inaceptable que algunos sacerdotes o agentes de pastoral colaboren con quienes se consideran «sensitivos» o presuntos carismáticos, dirigiendo hacia ellos a los fieles que sufren, en vez de ponerlos en contacto con quien ha recibido un peculiar y expreso mandato del Ordinario del lugar para ejercitar el Ministerio del exorcismo. Peor aún es cuando es el mismo exorcista diocesano quien delega en esas figuras la tarea que la Iglesia le ha encomendado a él, hacer un discernimiento autorizado de una real acción demoníaca extraordinaria, a lo que se añade, en algunos casos, un dejarse guiar por ellos para "liberar" del maligno a las personas que sufren. Tal comportamiento rehúye la naturaleza del ministerio confiado al exorcista, que le exige hacerse cargo del sufrimiento ajeno y no omitir el tiempo personal, regular, escrupuloso y, en algunos casos, gravoso por el tiempo de discernimiento necesario, para verificar la eventual acción extraordinaria del demonio y acompañar a quienes son verdaderamente sus víctimas.
6. Exclusión de las ciencias médicas y psicológicas
En el discernimiento, el exorcista, además de los criterios tradicionales seguidos para individuar los casos de una acción extraordinaria del demonio,[16] puede valerse del parecer de exorcistas de consolidada experiencia y, en algunos casos, de la consulta a personas expertas en medicina y psiquiatría. El Ministerio del exorcismo, como todo sacramental, está al servicio del hombre. No se puede, por tanto, excluir a priori la ayuda de las ciencias psicológicas y psiquiátricas, así como de otras disciplinas positivas, que en algunos casos pueden ayudar a comprender el origen de males no necesariamente de origen preternatural. Este comportamiento, no sólo es equivocado, sino que expone a las personas a riesgos innecesarios, descuidando la contribución, en algunos casos determinante, de las modernas disciplinas médicas y psicológicas.
7. Afirmaciones temerarias y dañinas
El ansia de querer a toda costa identificar una acción demoníaca extraordinaria como la causa desencadenante de una situación de sufrimiento, cuyo origen se desconoce, habiendo omitido un previo discernimiento serio, además de ser inútil, puede generar daños. También en este caso, las Líneas Guía elaboradas por la Asociación Internacional de Exorcistas constituyen una excelente ayuda y una referencia indispensable[17].
8. Maleficios
Sin negar la existencia real de la práctica del maleficio, desgraciadamente más extendida en la sociedad actual de lo que podría pensarse[18], reprobamos la actitud fóbica de quienes ven en el maleficio el origen necesario de todos los males y desgracias que pueden sobrevenir a la vida de una persona. El buen sentido y la experiencia nos enseñan que, aun cuando un mal pueda haberse originado realmente por un maleficio, concentrarse en individuarlo y sentenciar a las personas diciendo que son víctimas de él, no sólo es inútil e irrelevante a efectos de la liberación, sino que puede resultar perjudicial para quien es víctima, provocando en ella sospechas sobre los presuntos instigadores o autores que han realizado el maleficio y vertiendo sentimientos de odio hacia ellos, como bien explican las Líneas Guía.
Con respecto a este importante asunto, reiteramos que es necesario, en cambio, concentrar nuestra atención en los remedios de gracia ofrecidos por la Iglesia y en el camino cristiano a seguir, recordando que es fundamental enseñar a los que sufren:
- la certeza de la fe de que Dios no abandona a su criatura en la prueba, sino que de alguna manera sufre con ella y al mismo tiempo la sostiene y la conforta con su gracia;
- la convicción de que cualquier sufrimiento, causado por cualquier mal que pueda golpearnos en la vida, si se acepta con amor y se ofrece a Dios, convierte el mal en bien. En efecto, «la leve tribulación presente nos proporciona una inmensa e incalculable carga de gloria» (2 Co 4,17), al completar en nuestra carne lo que falta a los padecimientos de Cristo, en favor de su cuerpo que es la Iglesia (cf. Col 1,24).
9. Sanación intergeneracional (sanación del árbol genealógico)
Aunque animados por las mejores intenciones y con el deseo de aliviar el sufrimiento de las personas, algunos Sacerdotes, e incluso algún exorcista, llevan a cabo la práctica de la llamada sanación intergeneracional, como condición sine qua non, sin la cual, no se puede alcanzar una sanación o una liberación, sin darse cuenta del daño que hacen a su fe y a la de las personas, así como de las consecuencias que estas últimas pueden sufrir a nivel existencial. Diversos Ordinarios del lugar y Conferencias Episcopales ya han intervenido en este ámbito, dando las motivaciones doctrinales que demuestran cómo tales prácticas no tienen fundamentos bíblicos y teológicos. A esta toma de posición remitimos, en particular a la última, en orden de tiempo, de la Conferencia Episcopal Española[19].
10. Desterrar el miedo
El exorcista debe conducir a los fieles atormentados a recibir la paz que viene de Cristo. Para ello, él es el primero que debe estar habitado por esta paz, rechazando toda forma de miedo y educando a los que acompaña con su Ministerio a combatirlo. Porque el miedo, cualquiera que sea la razón que lo provoque, cuando se cultiva, conduce al debilitamiento de la fe y a la pérdida de la confianza en Dios. El diablo se sirve de él para esclavizar al hombre (cf. Hb 2,14-15), mientras que en la Biblia resuena la invitación de Dios a no tener miedo, al menos 365 veces. Un sacerdote que tuviese miedo del demonio en el ejercicio de su Ministerio o en su vida cotidiana no podría ejercer el Ministerio del exorcismo sin exponerse a graves peligros para su vida espiritual, sobre todo si, en lugar de cultivar la confianza y el abandono total de sí mismo en las manos misericordiosas de Dios, intenta afrontarlo con prácticas más o menos supersticiosas.
LA SOCIEDAD ACTUAL
La iridiscente y compleja realidad social en la que se ejerce el Ministerio del exorcismo, teniendo en cuenta el panorama icásticamente definido como líquido[20], está cargada por el peso de presentaciones cinematográficas que contribuyen a una idea del sacramental del exorcismo como sombría, inquietante y aterradora: las formas censurables de lo horrendo fomentan, de este modo, una visión muy aterradora de la acción extraordinaria del demonio. Por eso, es necesario centrarse en la formación de los Sacerdotes, de los Consagrados y de los Fieles Laicos, para que no se encuentren caminando por sendas peligrosas que los llevarían «a manos de bandidos» (Lc 10,30). Todos podemos constatar cómo la sucesiva cinematografía[21], con la difusión de productos de dudosa moralidad, alimentan una insana curiosidad hacia lo preternatural; y esto se debe a menudo a una falta de equilibrio por parte de quienes, en cambio, deberían ser «modelos del rebaño» (1 Pe 5,3).
EL EXORCISMO, UNA EXPERIENCIA DE DIOS Y DE ALEGRÍA
La experiencia de quienes ejercen el Ministerio del exorcismo, así como la de los auxiliares que colaboran en diversas funciones, confirma que el exorcismo, contrariamente a la idea generalizada, está impregnado de una profunda alegría: se es testigo auténtico de cuán poderosa es la acción de Cristo Resucitado, que ilumina las tinieblas más oscuras y libera del pecado más terrible. La intercesión de la Virgen Inmaculada, en primer lugar, de los Santos y Beatos del Cielo, de los Ángeles, fieles servidores del Altísimo, que se advierte durante los exorcismos, demuestran cuán disruptiva es la Comunión de los Santos.
EL ARTE DEL ACOMPAÑAMIENTO
En este sentido, «La Iglesia tendrá que iniciar a sus hermanos —Sacerdotes y laicos— en este "arte del acompañamiento", para que todos aprendan siempre a quitarse las sandalias ante la tierra sagrada del otro»[22]: esto significa cargarse al otro y conducirlo al divino Hospedero, siguiendo el ejemplo del Buen Samaritano que no deja de preocuparse por el desdichado, sino que se ocupa de él pagando lo que sea necesario para su salvación (cf. LC 10, 35): y el precio es la Cruz de Cristo.
La principal tarea de todo exorcista será, por tanto, dar paz y esperanza, evitando cualquier gesto o comportamiento que cause confusión y alimente el miedo a invitación del Apóstol: «Sed imitadores míos como yo lo soy de Cristo» (1Cor 11,1).
SANTOS: MAESTROS Y MODELOS
La Iglesia, reconociendo la santidad heroica de los Sacerdotes que, maestros y modelos, nos han precedido en el camino hacia el Paraíso, da enseñanzas que debemos hacer nuestras. Entre las muchas y santas figuras de sacerdotes exorcistas, recordamos aquí a San Vicente Pallotti[23], al cual, la Reina de los Apóstoles, dijo: «Quiero enseñarte, oh hijo, una doctrina que en el mundo es casi desconocida, o al menos poco considerada: toda obra, precisamente porque es hecha por el Verbo Eterno encarnado, adquiere incomprensibles grados de dignidad en su Iglesia; aprende, pues, a conocer cada vez más la sublimidad del Oficio de exorcista, precisamente porque este Oficio fue ejercido por el divino Redentor»[24].
LA SUBLIMIDAD DEL OFICIO DEL EXORCISTA
Recuerden los Sacerdotes llamados al Ministerio del exorcismo que, así como el Señor Jesús no quiso eximirse de ser tentado, también ellos son sujetos de la acción ordinaria del demonio, acción que no puede ser vencida sin una gran fe y una profunda humildad. Que les sirva de ejemplo el fundador de los Palotinos, quien, durante un exorcismo sobre un santo sacerdote que, después de dedicarse durante mucho tiempo y con fruto a la predicación de las misiones populares, sufrió la acción extraordinaria del demonio durante 13 años[25], escribió esta oración «No yo, sino Dios Padre, Dios Hijo, Dios Espíritu Santo, te ordeno, oh demonio, a ti y a tus satélites que no subestiméis ninguna orden. No harán ningún mal a este amadísimo siervo de Dios A.G.; no le impedirán ningún ejercicio de piedad y no hablarán si no se les pregunta». Esta oración manifiesta, al mismo tiempo, la gran humildad del sacerdote romano -que todo exorcista debe hacer suya- y la robusta confianza en la Santísima Trinidad.
EL MÁS POBRE ENTRE LOS POBRES
En la presentación del Rito de los exorcismos editada por la Conferencia Episcopal Italiana, se recuerda que «el fiel que pide el exorcismo es un miembro de la comunidad, uno de esos miembros que la comunidad debe amar con un amor preferencial: cuando está en poder del Maligno, de hecho, es el más pobre de los pobres, necesitado de ayuda, de comprensión, de consuelo. El Ministerio del exorcista, por tanto, no es sólo un ministerio de liberación, sino también un ministerio de consolación»[26]. Por eso, recordando las palabras de San Juan de la Cruz: «En la tarde te examinarán en el amor», el exorcista no puede no dejarse guiar por estos sentimientos hacia sus hermanos y hermanas que experimentan esta extraordinaria forma de sufrimiento, para que ante ellos y ante el mundo «se dé testimonio de la presencia de Cristo Salvador, que ha vencido todo poder enemigo de la vida»[27].
NOTAS
[1] «Se compadeció» (Lc 10,33).
[2] Cf. Lc 10, 30-37.
[3] «Las obras de misericordia son acciones caritativas mediante las cuales ayudamos a nuestro prójimo en sus necesidades corporales y espirituales (cf. Is 58, 6-7; Hb 13, 3). Instruir, aconsejar, consolar, confortar, son obras espirituales de misericordia, como también lo son perdonar y sufrir con paciencia. Las obras de misericordia corporales consisten especialmente en dar de comer al hambriento, dar techo a quien no lo tiene, vestir al desnudo, visitar a los enfermos y a los presos, enterrar a los muertos (cf Mt 25,31-46). Entre estas obras, la limosna hecha a los pobres (cf Tb 4, 5-11; Si 17, 22) es uno de los principales testimonios de la caridad fraterna; es también una práctica de justicia que agrada a Dios (cf Mt 6, 2-4): «El que tenga dos túnicas que las reparta con el que no tiene; el que tenga para comer que haga lo mismo» (Lc 3, 11). «Dad más bien en limosna lo que tenéis, y así todas las cosas serán puras para vosotros» (Lc 11, 41). "Si un hermano o una hermana están desnudos y carecen del sustento diario, y alguno de vosotros les dice: 'Id en paz, calentaos o hartaos', pero no les dais lo necesario para el cuerpo, ¿de qué sirve" (St 2, 15-16; cf Jn 3, 17) (Catecismo de la Iglesia Católica nº 2447).
[4] Cf. Mt 25, 31-46.
[5] A partir de ahora, con el término exorcista se entiende el sacerdote al cual se le ha confiado por parte del Ordinario del lugar, normalmente el Obispo diocesano, el ministerio de exorcista, como se establece en el Código de Derecho Canónico (CIC), can. 1172, § 1.
[6] Sobre este importante punto: Asociación Internacional de Exorcistas, Líneas Guía para el Ministerio del Exorcismo a la luz del ritual vigente, Editorial Ágape Libros, Buenos Aires 2021 (Linee guida per il ministero dell'esorcismo. Alla luce del rituale vigente, Edizioni Messaggero, Padova 2019), en lo sucesivo: Líneas Guía.
[7] Tampoco es intención de esta nota enumerar los numerosos episodios evangélicos que testimonian cómo el Señor Jesús combatió la acción del diablo.
[8] Rituale Romanum ex decreto Sacrosancti Oecumenici Concilii Vaticani II instauratum auctoritate Ioannis Pauli PP. promulgatum. De Exorcismis et Supplicationibus quibusdam, Editio Typica emendata, Typis Vaticanis 2004, n. 13, citado a continuación como DESQ seguido del número correspondiente.
[9] Cf. Código de Derecho Canónico can. 1172, §1, citado a continuación como CIC seguido del canon correspondiente.
[10] Cf. Lc 10, 33-35.
[11] DESQ nº 34, b.
[12] El Catecismo de la Iglesia Católica, en su número 1078, afirma: «Bendecir es una acción divina que da la vida y cuya fuente es el Padre. Su bendición es a la vez palabra y don ("bene-dictio", "eu-logia"). Aplicado al hombre, este término significa la adoración y la entrega a su Creador en la acción de gracias».El significado que el Catecismo de la Iglesia Católica ofrece de la bendición es esclarecedor para nuestro propósito: algo que da vida, que viene del Padre. Juntando los conceptos de palabra y don, se nos ayuda a comprender que el ministerio del exorcismo, ejercido por medio de la palabra, es un don del Padre: «Pues si vosotros, aun siendo malos, sabéis dar cosas buenas a vuestros hijos, ¡cuánto más vuestro Padre que está en los cielos dará cosas buenas a los que le piden!» (Mt 7,11).
[13] DESQ nº 14-17.
[14] Expresiones como abrir y cerrar chakras, eliminar la negatividad, utilizar energías positivas o negativas, cuerpo astral, etc., no pertenecen al lenguaje litúrgico, y mucho menos al teológico, sino que son fruto de creencias, supersticiones y filosofías contrarias a la religión católica.
[15] Son varios los pronunciamientos magisteriales que condenan abiertamente la práctica de la Nueva Era y las doctrinas de carácter esotérico. A este respecto, puede consultarse el sitio web del Dicasterio para la Doctrina de la Fe.
[16] Líneas Guía, Cap. XII y XIII.
[17] Ibíd. Cap. V.
[18] Ibid, nº 86-89, p. 65-67.
[19] Conferencia Episcopal Española - Comisión Episcopal para la Doctrina de la Fe, Su misericordia se extiende de generación en generación (Lc 1,50). Nota doctrinal sobre la práctica de la «sanación intergeneracional», Madrid 1 de noviembre de 2024.
[20] Cf. Bauman Z., Modernidad líquida, Editorial Fondo de Cultura Económica, México 2003.
[21] No faltan, sin embargo, películas que abordan el tema de forma constructiva, ayudando al espectador a reflexionar de forma equilibrada. Entre ellas, «Nefarious» (2023), de C. Solomon y C. Konzelman, que, a la luz de la modernidad, consigue retratar la lucha entre el bien y el mal, y muestra cómo opera realmente en ella el diablo como ser personal. También destacamos el doc-film patrocinado por la Asociación Internacional de Exorcistas: «Libera nos. El triunfo sobre el mal» (en la producción en español su título es: «Libera nos. El combate de los exorcistas»). Mediante entrevistas a sacerdotes exorcistas, biblistas, teólogos, liturgistas, canonistas, psiquiatras y con algunas escenas de exorcismo totalmente reconstruidas cinematográficamente a partir de hechos reales, esta obra pretende ser una herramienta útil para todos los fieles, tanto laicos como sacerdotes, con el fin de ayudarles a comprender qué es el exorcismo a la luz de la Verdad Evangélica y del Magisterio de la Iglesia Católica.
[22] Papa Francisco, Exhortación Apostólica Evangelii Gaudium, Roma, 24 de noviembre de 2013, n. 169.
[23] San Vicente Pallotti (nacido en Roma el 21 de abril de 1795 y fallecido en Roma el 22 de enero de 1850) fue sacerdote y fundador de la Sociedad del Apostolado Católico, proclamado santo por el Papa San Juan XXIII en 1963.
[24] Amoroso F., San Vincenzo Pallotti romano, San Paolo Editore, Cinisello Balsamo (MI) 2004, p. 48.
[25] Este hecho narrado en la vida de San Vicente Pallotti nos recuerda que la acción extraordinaria del demonio no siempre es causada por la propia responsabilidad; en algunos casos, como en éste, es la infinita Providencia divina la que permite tales sufrimientos, ofrecidos como acto de reparación, en aras de un bien mayor. En el suceso que aquí se narra, las crónicas de la época relatan cómo el demonio, durante el exorcismo, se entretuvo en poner de manifiesto los abusos cometidos por la jerarquía, los religiosos y el pueblo para poder enmendarse y cambiar de vida (Cf. Amoroso F., San Vincenzo Pallotti..., p. 49).
[26] Conferencia Episcopal Italiana, Rito de los exorcismos y oraciones para circunstancias especiales, Libreria Editrice Vaticana, Ciudad del Vaticano 2001, n. 16.
[27] Ibid, n. 17.
Fuente: AIE