La aparición del Papa es una bendición para "el santo pueblo fiel de Dios" y un anhelo cumplido para Sor Francesca
"¡Feliz domingo a todos! ¡Feliz domingo a todos! ¡Muchas gracias!". Estas son las palabras pronunciadas por el Papa Francisco, que apareció inesperadamente en el párris de la Plaza de San Pedro al final de la Misa por el Jubileo de los Enfermos, presidida por Mons. Rino Fisichella, proprefecto del Dicasterio para la Evangelización, que poco antes había leído la homilía preparada por el Santo Padre para la ocasión.
El Pontífice bendijo además a los fieles, rezó por la paz y por los trabajadores de la salud que a menudo son desatendidos. Sin embargo, poco antes de su aparición sorpresa, ocurrió un inesperado encuentro al interior de la Basílica de San Pedro.
Dos almas de Dios se encuentran
Sor Francesca Battiloro de 94 años, 75 de los cuales transcurridos en clausura como visitandina, vería cumplida su petición a Dios. Venida desde Nápoles, estaba orando frente a la tumba del apóstol pidiendo "quiero encontrar al Papa" -cuenta a Vatican News-, cuando de repente vio llegar a un grupo de hombres con chaqueta y corbata. En el medio, otra silla de ruedas, la del Papa. El Vicario de Cristo -quien se confesó, oró y cruzó la puerta santa-, estaba en la Basílica para salir y dar un saludo sorpresa a los participantes en la celebración jubilar. Probablemente tampoco esperaba encontrar al pequeño grupo arrodillado en la nave central; menos que sor Francesca lo esperaba, aunque algo se movía en su corazón. "Se lo había pedido a Dios", dijo a los medios vaticanos que la contactaron por teléfono durante el viaje de regreso a Nápoles.
"Las pequeñas cosas"
Las dos sillas de ruedas se encontraron. «¡Qué hermoso, qué hermoso!» -repite la hermana Francesca. Y sonríe al contar cómo tomó la mano del Papa y no la soltó por la emoción. Y Papa Francisco, con la voz quebrada aun recuperándose, pero con el tono irónico que lo distingue, le dijo a las religiosas: "¿Usted es una de esas monjas de Nápoles?". Una broma en referencia al inolvidable episodio de hace exactamente diez años, en 2015, cuando el Papa, en la Catedral, durante su visita a la archidiócesis napolitana, fue rodeado cariñosamente por un grupo de monjas de clausura que lo abrazaron, mientras el cardenal Sepe las llamaba al orden: "Hermanas... hermanas...".
Sor Francesca ríe y en su recuerdo del momento añade: "Estoy contenta, ¡quién lo hubiera esperado! Le besé la mano y él también parecía contento... Realmente es un periodo en el que Dios me está escuchando, incluso en las pequeñas cosas".
Orando por la salud de Francisco
Después de ver al Papa Francisco, Sor Francesca presentó otra petición al Señor: «Que me deje morir en el acto del puro amor. Esto es lo que deseo: el encuentro definitivo con Él. Quiero ir me con Él, he vivido tantísimo». También se lo confidenció al Papa y le aseguró sus oraciones durante este periodo de convalecencia: «Le dije: Santidad, estoy rezando muchísimo, he ofrecido mi vida a Jesús para que usted se sane, y yo, en cambio me voy...». Él sonrió. «Me voy a casa contenta. Deseaba tanto este encuentro... tanto, tanto, tanto».
Fuente: VaticanNews.va