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Miles de muertos por pseudoterapias New Age: un problema de salud pública... y sentido de la vida

No podemos olvidar el carácter claramente sectario de muchas de estas pseudoterapias, que hacen vivir al enfermo -convertido ahora en adepto- en una realidad paralela totalmente irreal.
por Redacción 31-01-2019
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Los titulares no se hicieron esperar en España, luego que la Asociación para Proteger al Enfermo de Terapias Pseudocientíficas (APETP) publicase su Primer informe sobre fallecidos a causa de pseudoterapias en España, elaborado por Fernando Cervera, José Manuel Gómez y Fernando Frías (puede descargarse aquí).

La APETP está integrada por diversas personas, tanto afectados y víctimas como científicos y profesionales del ámbito de la salud que pretenden “luchar contra la desinformación y las estafas sanitarias que forman las terapias alternativas, complementarias o, directamente, pseudoterapias con el objetivo de proteger al paciente de ellas”, señalan en la presentación del referido informe.

Cifras que impresionan

En muchos países, la confianza de un porcentaje nada desdeñable de la población hacia las terapias naturales, complementarias o alternativas -según la nomenclatura que se use en cada caso- hace posible que su incidencia en la sociedad sea cada vez mayor, posibilitando así que haya muchos enfermos y familias afectados, refieren desde APETP.

Hasta ahora, los escépticos y críticos con las pseudoterapias habían recogido y difundido casos sueltos publicados por los medios de comunicación: personas que, habiendo abandonado su tratamiento médico, siguiendo los consejos de un gurú o un curandero, en algunas ocasiones ha provocado su muerte. Una población especialmente vulnerable en este sentido es la infantil, y se conocen muchos casos que tienen como víctimas principales a los niños.

Pero los expertos denuncian que “no se trata de casos aislados”. Haciendo una trasposición de estudios, estadísticas y encuestas a la realidad española, desde la APETP se calcula que entre 550 y 800 enfermos de cáncer pueden morir cada año por utilizar una pseudoterapia como tratamiento principal, abandonando la medicina convencional. Si a esto unimos la estimación de otras personas que pueden morir por daños directos de las pseudoterapias, podríamos hablar de entre 1.210 y 1.460 muertes al año en España.

Aunque ha habido una respuesta muy violenta contra este cálculo, que algunos estiman exagerado -sobre todo los defensores de las pseudoterapias y sus “profesionales”-, lo cierto es que no extraña cuando, como señalan los autores del informe, “como mínimo dos millones de españoles han confiado erróneamente su suerte a una pretendida terapia alternativa que, sin embargo, carece de probabilidades de éxito”, de acuerdo con estadísticas oficiales del Gobierno.

Una estafa integral

Los autores del informe de la APETP afirman que “más allá del evidente daño económico que tiene comprar terapias ineficaces -que además suelen ser más caras que la medicina real-, [...] esa supuesta inocuidad no es cierta”. Y no sólo porque el paciente puede llegar a morir cuando su problema de salud podría tener una solución accesible, sino porque también se dan otro tipo de daños: familiares, sociales, psicológicos y espirituales.

Podemos partir del daño físico, para observar consecuencias negativas de las pseudoterapias en las personas cuando no las llevan a la muerte. Desde la APETP señalan que puede producirse “por un abandono de tratamiento, por un retraso en el tratamiento y la consecuente pérdida de oportunidad terapéutica, o por daños directos ocasionados al paciente por los efectos adversos de estas pseudoterapias o por su interacción con la terapia farmacológica que estén recibiendo”.

Otro elemento a tener en cuenta es “la creación de falsas esperanzas”, ya que los enfermos están en situaciones a veces desesperadas, y siempre con sufrimiento, ya que hay dolencias crónicas, degenerativas o terminales que les hacen buscar cualquier recurso, llegando a confiar en farsantes e iluminados.

Pseudoterapias... ¿o verdaderas sectas?

Junto a esto, no podemos olvidar el carácter claramente sectario de muchas de estas pseudoterapias, que hacen vivir al enfermo -convertido ahora en adepto- en una realidad paralela totalmente irreal, aislándolo de sus redes sociales principales (familia y amigos, sobre todo) y haciéndolo dependiente de un líder o un grupo concreto.

Un ejemplo claro de este sectarismo es la Bioneuroemoción, una peligrosa pseudoterapia creada por el psicólogo español Enric Corbera, que bebe de fuentes New Age como el libro Un Curso de Milagros (canalizado por una mujer que dijo recibir mensajes de Jesús) o la descodificación biológica.

Entre sus prácticas, incluye la “cuarentena”, que lleva al paciente a aislarse de su familia, allanando así el camino para la manipulación psicológica. Ya se conocen casos de muertes provocadas por abandonar los tratamientos y seguir a Corbera, como el de la española Maribel Candelas.

El dictamen de un experto

En el año 2009, mucho antes de que se extendiera esta gran preocupación actual por las pseudoterapias, el psicólogo uruguayo Álvaro Farías, integrante de la Red Iberoamericana de Estudio de las Sectas (RIES) y autor del libro Sectas y manipulación mental, estudió de forma exhaustiva este fenómeno enmarcándolo en la denominada Nueva Era (New Age).

En un artículo que recoge el portal Oropel, Farías señalaba ya hace una década que, para entender el auge de estas propuestas terapéuticas alternativas, hay que tener en cuenta que “la New Age hunde sus raíces en el intento de encontrar puntos de contacto entre ciencia y religión, entre la razón y la magia, entre Oriente y Occidente”.

En este marco se habla de la inminencia de una Nueva Era (la de Acuario), de una concepción impersonal, difusa y energética de Dios (que ahora pasa a ser “lo divino” compartido por todos los seres), de la práctica del channeling (contacto espiritual con seres sobrenaturales o extraterrestres) ... Y así, como afirmaba este psicólogo, “el mayor problema con todo esto es la utilización perversa de estas creencias y técnicas”, que no serían asumidas en libertad por la persona, sino como resultado de un proceso de manipulación psicológica.

Según Álvaro Farías, “en este tipo de 'terapias', los límites terapéuticos se diluyen y los pacientes terminan por transformarse en verdaderos creyentes o adeptos, se establece una co-dependencia donde el 'terapeuta' y sus pacientes transforman la experiencia terapéutica en un sistema cerrado donde predomina la perversión”, dándose unas relaciones totalmente sectarias.

El lado espiritual

No podemos olvidar las consecuencias espirituales que tienen las pseudoterapias. Si el ámbito de la búsqueda de sentido, una faceta fundamental del ser humano, está en el origen de su éxito y de su capacidad de atracción -como uno de los factores-, también este ámbito se ve gravemente afectado por la práctica de estas técnicas.

Ya la Santa Sede advirtió sobre ello en 2003, en su informe pastoral sobre la Nueva Era (Jesucristo, portador del agua de la vida), donde se afirma que “la sanidad holística se centra en el importante papel que desempeña la mente en la curación física”, y por eso en las pseudoterapias New Age “se dice que la fuente de la sanación está dentro de nosotros mismos, que la podemos alcanzar cuando estamos en contacto con nuestra energía interior o con la energía cósmica”.

¿Qué consecuencias pueden tener el aprendizaje y la realización de estas pseudoterapias? Por un lado, la apertura de la persona a la acción extraordinaria del demonio, ya que se han adoptado posturas que caen directamente en la práctica de la magia y la adivinación, por mucha ornamentación y terminología científica o psicológica que lleven. La experiencia contrastada de muchos exorcistas muestra esta realidad, sobre todo en pseudoterapias tan extendidas como el reiki.

Por otro lado -y éste es el efecto espiritual más importante-, las pseudoterapias, como todas las corrientes de la Nueva Era y los diversos métodos del potencial humano, llevan al hombre a considerarse divino por naturaleza, sin necesidad de Dios ni de su perdón o su salvación, cerrando su camino al encuentro con Él. Un endiosamiento que no sólo le puede llevar a la muerte física, sino también a la muerte eterna.