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Un Don Juan Ibérico derrotado por su propio ego

José Manuel González gustaba de las mujeres. Tenía novias, pero al volante de su taxi que ponía la ciudad de Madrid a sus pies, se permitía también ir de flor en flor.

por Equipo Portaluz

31 Octubre de 2013

Anochece en las calles de Madrid y es la hora en que José Manuel González sale a trabajar... deja más Euros. Al interior del coche una cruz y varias imágenes de santos dan un ambiente de mini santuario al espacio. Es frontal para mostrar su fe, aun cuando sabe que España es una sociedad cada vez más laicista. A bordo de su taxi, le acompañan los reporteros de la revista del Hogar de la Madre, repasando por las calles de Madrid, el recorrido profundo que llevaría su alma hacia un destino más amable, dejando sus ropajes de seductor don Juan.

Los caminos del placer tienen su paga

Nada más iniciar la marcha del vehículo recuerda que ya antes de cumplir los 21 años de edad las hormonas le empujaban a ir de aventura en aventura “acumulando una lista de pecados tremenda”. A esa misma edad tuvo también su primera novia por nueve meses; “y luego estuve con otra seis años; con otra diez... Entonces muchos conocidos me preguntaban «¿pero, por qué no te casas?». A mí eso me sonaba a chino, pues yo era puro egoísmo. Quería hacer lo mío, darme gusto, y no me interesaba formar una familia”. ¡Vamos! Que el buen José Manuel, a bordo del taxi, por las calles de Madrid, sabía dónde y cómo comerse los mejores bocatas (sandwich).

Aún así y más por inercia cuando el protocolo le obligaba, acudía a misa, sin dejar de reírse incluso interiormente por verse a sí mismo en un lugar como ese. “La verdad no entendía nada de aquello”, reconoce. A José Manuel bien le habría venido escuchar entonces a Papa Francisco denunciando que incluso para algunos católicos “...la Misa tantas veces se transforma en un evento social y no estamos cercanos a la memoria de la Iglesia, que es la presencia del Señor ante nosotros".

“Yo mantenía un respeto por la Iglesia y los sacerdotes -aclara José Manuel-, aunque aparecía solamente para bautizos y bodas. Sin embargo, cuando entraba y veía las imágenes de los templos, parecía como si me estaban diciendo: «ven, ven, ven...». Yo no entendía, pues entraba y salía como cualquiera, sin tener ni idea de nada”.

En los brazos de la Madre del Verdadero Amor

La misma inmadurez emocional que le dificultaba proyectarse al matrimonio y formar familia lo sumergía en el dolor y confusión más profunda cuando alguna conquista le daba con la puerta en las narices. Así le ocurrió en el verano del 2009 cuando su novia de entonces lo abandonó. En su habitación, sólo y amargado, mordiendo su soberbia de macho conquistador humillada, tuvo entonces por vez primera un atisbo de luz cuando dirigió la vista hacia aquella imagen. Ni recordaba cómo había llegado allí, sólo que siempre le había parecido bonita. Pero en ese momento su vista quedó atrapada en la dulce mirada de la figura, que traspasaba hasta lo profundo, pero compasiva, la verdad de su vida...

“En 25 años me había arrodillado unas dos veces y si lo hacía era porque tenía algún problema, pero sin fe alguna. Cuando lo hice en ese momento, ante la imagen de la Virgen, noté como si alguien me estuviera diciendo «Arrodíllate, sé humilde y entrégate»”.

Lloró como un niño hasta que el sueño le venció, arrodillado. A la mañana siguiente estaba lúcido, sereno... “Mi primer pensamiento fue hacia Dios y desde ese momento -explica José Manuel- las cosas de Dios me nutrían de la misma forma que el agua cuando uno está sediento. Me re-encontré con la Biblia y en ella había algo que me absorbía, tenía que leerla, tenía que aprender. El primer año de mi transformación, no sé cuántas veces me leí entero el Evangelio. Y luego empecé a entrar en la iglesia para ir a misa. No es que te dé un arrebato y dices: «Ya lo veo todo». Sino que la misa te va llenando poco a poco”.

La confesión, el primer y permanente regalo para sanar y liberar

Pero el peso de años viviendo sus aventuras como un “don Juan”, de espaldas a este Dios que ahora en la Sagrada Escritura le mostraba su rostro y el proyecto que tiene para sus hijos, eran una espina que le impedía sentirse pleno. “Y entonces caí en la cuenta... tenía que comenzar por confesarme. Y yo lo entendía así, sentía una llamada fuerte para hacerlo. Había muchas veces que estuve a punto de caer delante del sacerdote pero todavía hacía de las suyas el Maligno, me tiraba para atrás. Y fue entonces cuando me vino la idea de hacer el Camino de Santiago. Me planteé tres días con mi bicicleta de montaña”.

Sin querer perder el hilo de este fundamental momento de su historia y acotando que esto ocurrió en octubre de 2009, continúa narrando... “El Camino de Santiago fue también el recorrido de mi vida. Era transitar de la oscuridad a la luz. Yo mismo me estaba alucinando. Llegué allí y por fin me confesé durante veinte minutos de señalar todos mis pecados, con el sacerdote. Tiempo suficiente para quedar con el alma impresionantemente limpia, como si Dios me estuviese diciendo: «Ahora he perdonado todo lo que ya llevabas mal»”.

Muchos los llamados, pocos los elegidos

La sanación y liberación vividas como regalo de la misericordia de Dios a través del sacerdote abrió su conciencia y supo que el paso siguiente era prepararse para los sacramentos. Así en sus 26 años, recibió por vez primera la comunión, se confirmó... pero además... “Discerní antes de casarme que a lo mejor, Dios me quería llevar por el camino del sacerdocio, cosa que no desechaba. Pero Él me dijo que no, me hizo entender que tenía otro camino preparado para mí”.

La espiritualidad mariana que lleva a Cristo se transmite por ondas radiales a través de una conocida emisora católica en España y el mundo: Radio María. Así la música y contenidos religiosos de esta radio comenzaron a sostener el camino de fe cotidiano de este restaurado José Manuel, en sus horas laborales como taxista....

“Una vez subió una persona al taxi y me pidió que apagara la radio. Me dijo: «no tengo ganas de escuchar cosas de esas, porque no me hacen falta». En ese momento esperé dos segundos a ver qué pasaba, y sólo se me ocurrió decirle: «¿A usted no le han dicho nunca que Dios le ama profundamente?». Estuvimos hablando media hora sin parar. Fue algo increíble. Al final me saludó. No dijo nada, estuvo escuchándome todo el trayecto. Le conté de mi conversión. En un principio no era mi intención hablarle pero algo interiormente me hacía hablar, algo me decía: «Ahora, actúa»”.

Su taxi y las decenas de personas que a diario pasan por él son para José Manuel una oportunidad que aprovecha con ingenio para comunicar a Dios. Está casado, ha sido ya padre y es feliz, sintiendo que conduce su taxi como apóstol de Dios... “Cuando ves que una persona se te queda con la boca abierta y está dispuesta a escucharte, tú estás sintiendo que estás haciendo un bien enorme. Estás sintiendo que te vas al cielo y a él le llevas agarrado de la mano. Es como si dijeras: «Señor, aquí te traigo uno, aquí te traigo otro... Ay, el otro se me ha escapado. Mira a ver si Tú le enganchas»”.

Fuente: Gentileza Hogar de la Madre, España.